TOBIAS
El sol no se ha puesto del todo cuando nos quedamos dormidos, pero me despierto pocas horas después, a medianoche, con el cerebro demasiado activo para descansar, lleno de ideas, preguntas y dudas. Tris me soltó hace un rato, y ahora sus dedos rozan el suelo. Está despatarrada en el colchón, con el pelo sobre los ojos.
Me pongo los zapatos y salgo a caminar por los pasillos con los cordones sueltos, rebotando en la moqueta. Estoy tan acostumbrado al complejo de Osadía que me resulta raro oír el crujido de los suelos de madera bajo los pies; lo normal serían los ecos y roces del suelo de piedra, y el rugido y el latido del agua del abismo.
Cuando llevaba una semana de iniciación, Amar, temiendo que me quedara más aislado y me volviera obsesivo, me invitó a unirme a los osados mayores para una partida de Atrevimiento. En mi turno, regresamos al Pozo para hacerme mi primer tatuaje, el de las llamas osadas que me cubren las costillas. El dolor fue atroz. Disfruté de cada segundo.
Llego al final de un pasillo y me encuentro en un patio interior que huele a tierra mojada. Hay plantas y árboles por todas partes, flotando en el agua, igual que en los invernaderos de Cordialidad. En el centro de la habitación hay un árbol en un gigantesco tanque de agua elevado sobre el suelo, de modo que puedo ver el enredo de raíces de debajo. Resulta curiosamente humano, semejante a nervios.
—No prestas tanta atención como antes —dice Amar, que está detrás de mí—. Te he seguido desde el vestíbulo del hotel.
—¿Qué quieres? —pregunto mientras doy unos golpecitos con los nudillos en el tanque, lo que forma olas en el agua.
—Se me ocurrió que te gustaría oír una explicación sobre mi falsa muerte —dice.
—He estado pensando en ello. No nos permitieron ver tu cadáver. No es tan difícil fingir una muerte si no enseñas el cuerpo.
—Parece que ya lo tienes todo claro —dice Amar, dando una palmada—. Bueno, si no sientes curiosidad, me largo…
Cruzo los brazos.
Amar se pasa una mano por su negra melena y se la recoge detrás con una goma.
—Fingieron mi muerte porque yo era divergente y Jeanine había empezado a matar a los divergentes. Intentaron salvar a todos los que pudieron antes de que ella los identificara, pero era complicado, ya sabes, porque Jeanine siempre iba un paso por delante.
—¿Hay más?
—Unos cuantos.
—¿Alguno apellidado Prior?
Amar sacude la cabeza.
—No. Natalie Prior está muerta de verdad, por desgracia. Ella fue la que me ayudó a salir. También ayudó a otro tío… George Wu. ¿Lo conoces? Ahora está de patrulla, si no, habría venido conmigo a recogerte. Su hermana sigue dentro de la ciudad.
Al oír el nombre se me hace un nudo en el estómago.
—Dios mío —digo, y me apoyo en la pared del tanque.
—¿Qué? ¿Lo conoces?
Sacudo la cabeza.
No me lo puedo creer. Solo han transcurrido unas cuantas horas entre la muerte de Tori y nuestra llegada. En un día normal, unas cuantas horas pueden suponer largos momentos de aburrimiento, de tiempo perdido. Pero ayer, esas pocas horas supusieron una barrera impenetrable entre Tori y su hermano.
—Tori es su hermana —digo—. Intentó salir de la ciudad con nosotros.
—Intentó —repitió Amar—. Ah. Vaya. Eso es…
Los dos guardamos silencio un rato. George nunca se reunirá con su hermana, y ella murió pensando que Jeanine lo había asesinado. No hay nada que decir; al menos, no hay nada que merezca la pena decir.
Ahora que me he acostumbrado a la luz, veo que las plantas de esta sala se seleccionaron por su belleza, no por su utilidad: flores, enredaderas y racimos de hojas moradas o rojas. Las únicas flores que había visto hasta el momento eran las silvestres o las flores de los manzanos de los huertos cordiales. Estas son más extravagantes, brillantes y complejas, pétalos doblados sobre otros pétalos. No sé qué es este sitio, pero está claro que no necesita ser tan pragmático como nuestra ciudad.
—La mujer que encontró tu cadáver, ¿mintió… sin más? —pregunto.
—No se puede confiar en que la gente mienta con coherencia —responde, arqueando las cejas—. Mira, es una frase que pensé que nunca diría, pero es cierta. La reiniciaron: alteraron su memoria para incluirme a mí saltando de la Pira. Aunque el cadáver no era mío, estaba demasiado destrozado para que alguien se diera cuenta.
—La reiniciaron. Te refieres a que utilizaron el suero de Abnegación.
—Lo llamamos el suero de la memoria, ya que, técnicamente, no pertenece a Abnegación, pero sí, ese.
Estaba enfadado con él, aunque no sé bien por qué. Quizá solo estaba enfadado porque el mundo se había vuelto demasiado complicado, por no haber sabido ni un ápice de la verdad sobre él. O porque me había permitido llorar por alguien que, en realidad, no había fallecido, igual que lloré por mi madre durante los años en los que la creí muerta. Engañar a alguien para que sufra así es uno de los trucos más crueles que se me ocurren, y a mí me lo han hecho dos veces.
Sin embargo, al mirarlo, se desvanece la rabia, como cuando baja la marea, y, en vez de la rabia, tengo a mi instructor, a mi amigo, vivo de nuevo.
Sonrío.
—Así que estás vivo —digo.
—Y lo que es más importante, tú ya no estás enfadado —responde, señalándome.
Me agarra y me abraza, dándome palmaditas en la espalda con una mano. Intento corresponder a su entusiasmo, pero no es algo que me salga naturalmente. Cuando nos separamos, me arde la cara y, a juzgar por sus carcajadas, estoy rojo como un tomate.
—Los estirados siempre serán estirados —comenta.
—Lo que tú digas. Entonces ¿te gusta este sitio?
Amar se encoge de hombros.
—No es que tenga muchas opciones, pero sí, me gusta. Trabajo en seguridad, obviamente, porque es lo único que me enseñaron. Me encantaría contar contigo, aunque es probable que seas demasiado bueno para eso.
—Todavía no me he resignado a quedarme —respondo—, pero gracias, supongo.
—Ahí fuera no hay nada mejor. Las demás ciudades (vamos, los sitios donde vive casi todo el país, unas grandes zonas metropolitanas, como nuestra ciudad) están sucias y son peligrosas, a no ser que conozcas a la gente adecuada. Aquí al menos hay agua limpia, comida y seguridad.
Cambio el peso de un pie al otro, incómodo. No quiero pensar en quedarme aquí, en convertir esto en mi hogar. Ya me siento atrapado por mi propia decepción. Esto no es lo que me imaginaba cuando escapé de mis padres y de sus malos recuerdos. Sin embargo, no quiero enturbiar la paz con Amar ahora que por fin me parece haber recuperado a mi amigo, así que me limito a decir:
—Tendré en cuenta el consejo.
—Mira, hay otra cosa que deberías saber.
—¿El qué? ¿Más resurrecciones?
—No es exactamente una resurrección si nunca estuve muerto, ¿no? —responde Amar, sacudiendo la cabeza—. No, es sobre la ciudad. Alguien lo ha oído hoy en la sala de control: el juicio de Marcus será mañana por la mañana.
Sabía que se avecinaba, sabía que Evelyn lo dejaría para el final, que saborearía cada momento que él pasara bajo los efectos del suero de la verdad como si fuera su última comida. Lo que no me esperaba es que tendría la oportunidad de verlo, si así lo deseaba. Creía que por fin me había librado de ellos, de todos ellos, para siempre.
—Oh.
Es lo único que soy capaz de decir.
Estoy entumecido y confuso cuando regreso al dormitorio y me meto en la cama. No sé qué haré.