—¡Haremos la invasión ahora! —gritó la Guerra golpeando el mesón.
—Todavía no estamos preparados —dijo el Hambre.
—¡Qué quieres decir! ¡San Pedro ya debe de estar hablando en el Consejo de todo lo que hacemos en el Infierno! —respondió la Guerra.
—No lo creo —dijo el Hambre. Según el informante que tenemos en el Segundo Cielo, acaba de ser destituido de su cargo. La mejor forma de quitarle la credibilidad a un líder, es destruyendo su reputación. Y por lo que me informaron, hay muchos que ya le han dado la espalda o no le hablan por miedo a represalias de parte del Consejo.
—¿Alcanzó a decir algo? —preguntó la Guerra.
—Y qué si lo hizo. Nadie le creerá.
—Tu informante, ¿es confiable?
—Sí. Es uno de los nuestros.
—Mmmm… Eso nos deja con algún tiempo para afinar los detalles de la invasión.
—En estos momentos, no es una buena idea romper relaciones con el Cielo —dijo el Hambre.
—Pero no podemos permitir que nos humillen de esa forma —contestó la Guerra molesto.
—Nos haremos los ofendidos. Haremos algunas exigencias, que de seguro el Consejo cumplirá. Piénsalo bien. San Pedro ya no meterá sus narices donde no le corresponde y podremos hacer lo que queramos.
—No podemos esperar tanto. Si todavía no lo podemos liberar, podemos usar una parte de él —dijo la Guerra.
—¿Qué quieres decir? —preguntó el Hambre.
La Guerra sacó del interior de su túnica un frasco transparente y se lo pasó a la Muerte.
—Creo que con eso te alcanzará.
La Muerte observó un trozo de uña negra que había en el interior del frasco.
—¿La información de esta uña es verdadera? —preguntó la Muerte.
—Está confirmado. Son de él. Tenemos suficiente barro original para crearlo con sus rasgos originales. Haz que conserve todos sus recuerdos. Pero esta vez hazlo bien. No quiero otro experimento fallido como el que hiciste.
Los ojos fríos de la Muerte se abrieron imperceptiblemente.
—A propósito, me informaron de que tu experimento ayudó a escapar a los espías. Toda traición es condenada sea quien sea el que la haya cometido. Quiero que elimines el experimento ahora. Por los pasillos del Pandemónium ya corren rumores de que no hemos tomado medidas. Si parecemos débiles delante de los demonios, nos aniquilarán y se tomarán el poder.
—Puedo aplicarle una dosis de esencia de maldad pura.
—Sin excusas. Haz lo que debes hacer.
La Muerte apretó los dientes, pero su expresión se mantuvo inalterable.
—¿Cómo está nuestro compañero? —preguntó la Guerra al Hambre, cambiando el tema.
—Está en la Tierra, desarrollándose bien. Dentro de poco será un humano adulto. Los apóstoles oscuros ya saben de su existencia y lo están protegiendo.
—Bien, el plan está saliendo mejor de lo que esperaba —dijo la Guerra riendo.
La Muerte abandonó el Gran Salón silenciosamente.