Capítulo 123

Ocho demonios guardianes rodeaban la colmena destruida para evitar que los demonios soldados se abalanzaran sobre los restos de esencia espiritual que había en el suelo.

El humo agrio y espeso inundó el Primer Infierno haciendo que los espíritus volvieran a ver la realidad alterada. La ambición de los espíritus condenados los obligaba a seguir con el trabajo de acumular riquezas para cuando cumplieran su condena y volvieran a reencarnar.

—Arrójenlos —dijo La Guerra.

Los demonios guardianes arrojaron a los demonios soldados que desobedecieron las órdenes y se alimentaron de la esencia espiritual de brotaba del nido de las sanguijuelas infernales. Los demonios encadenados gruñían desesperados, pero era inútil, fueron arrogados dentro de la fosa sin misericordia.

—Todo aquel que desobedezca mis órdenes será arrojado a la fosa, sea espíritu o demonio ¡Está claro! —exclamó la Guerra.

Los demonios soldados se inclinaron en señal de sometimiento. Los aullidos de espanto de los demonios soldados se fueron apagando a medida que caían por los niveles inferiores del Infierno.

—Ya no necesitaremos los discos de identificación. Arrójenlos a la fosa.

Un nervioso funcionario gris arrastró los cestos llenos de discos de identificación y los arrojó al interior de la fosa.

—Tampoco será necesario seguir extrayendo la esencia de los espíritus de este modo. Llévenlos a las moledoras. Sacaremos su esencia directamente.

—Pero Guerra, ¿quién seguirá extrayendo el barro original? —preguntó el Hambre.

—Tenemos suficiente. Acompáñenme —dijo la Guerra mientras caminaba a paso rápido internándose al interior del Pandemónium. El Hambre y la Muerte lo siguieron hasta el Gran Salón.