Al interior de la cúpula del Consejo, San Pedro esperaba de pie la llegada de los arcángeles consejeros. Los ángeles guardianes custodiaban a San Pedro. Érico introdujo un cristal en la cámara para registrar todo el juicio y dirigía los captadores de sonido en dirección del Consejo. El ángel Ksiel se preparaba y repetía algunas frases en voz baja.
Los espíritus y ángeles estaban reunidos en graderías separadas las cuales rodeaban la cúpula del Consejo.
De un transportador transparente se escuchó un leve estallido, seguido de una luz blanca. Del interior de la cúpula fueron apareciendo los consejeros cubiertos con túnicas amarillo azafrán, los cuales avanzaron silenciosamente hasta subirse sobre el imponente estrado y sentarse en sus respectivos asientos. Encima del estrado se hallaban los documentos con la información del espíritu que sería procesado.
Sariel, Munkar, Fakir, Naquir, Charrsk y Ridhwan eran los arcángeles que integraban el Consejo. El asiento del arcángel Azrael se encontraba vacío.
Ridhwan, guardián del Segundo Cielo y presidente del Consejo, revisó la documentación y desde lo alto del estrado, habló:
—Espíritu humano San Pedro. Se le acusa de tres cargos en su contra. El Consejero Murkar leerá los cargos:
—Se le acusa de abandono de sus responsabilidades como administrador del Segundo Cielo. Se le acusa de ayudar a dos fugitivos a escapar y por último, se le acusa de bajar al Abismo sin la autorización del Consejo ¿Cómo se declara por el primer cargo? —preguntó el arcángel consejero Murkar.
—Inocente —dijo San Pedro.
—Tenemos pruebas contundentes en su contra, facilitadas por el ángel Ksiel —afirmó el arcángel consejero Fakir.
—En el trabajo diario siempre hay imprevistos y Ksiel los agrupó todos en un solo cristal. Cualquier espíritu o ángel que lo vea, pensará que son errores reiterados, pero no es así. Consulten como es mi trato con cualquier espíritu del Cielo, ellos le dirán. Si uno solo espíritu está disconforme, me declararé culpable —dijo San Pedro.
—Los espíritus humanos no son de fiar, pues pueden mentir. Un ángel no —dijo el consejero Naquir.
—Un ángel no puede mentir, pero puede evitar decir la verdad —dijo San Pedro.
—Las imágenes de los cristales hablan por si solas —dijo el consejero Fakir.
—¿Decisión de los consejeros? —preguntó Ridhwan.
Los consejeros hablaron en voz baja y luego Naquir susurró al oído del arcángel Ridhwan la decisión.
—Culpable del primer cargo —dijo Ridhwan en voz alta.
—Espíritu humano San Pedro. Se le acusa de ayudar a dos fugitivos peligrosos a escapar ¿Cómo se declara del segundo cargo? —preguntó Ridhwan.
—Inocente —dijo San Pedro—. Esos espíritus son solo unos niños. Escaparon porque estaban asustados.
—El Director General del Purgatorio me entregó el anillo nube como prueba de que fue utilizado por uno de los fugitivos para escapar. Un anillo que solo puede ser usado por los espíritus que hay en el Segundo Cielo.
—Espíritu humano San Pedro, conteste la pregunta —dijo Murkar—. ¿Entregó a los espíritus fugitivos anillos nube? Sí o no.
—Sí, pero los niños se quedaron con los anillos nube.
—¿Y no les pidió los anillos nube cuando fueron llevados al Purgatorio?
—No, porque…
—El espíritu humano San Pedro, afirmó a este Consejo que les dio los anillos nube a los fugitivos.
—¿Cuál es la decisión de los consejeros? —preguntó Ridhwan, presidente del Consejo.
Los consejeros murmuraron unos segundos y luego Naquir susurró la decisión a Ridhwan.
—Los consejeros acordaron que no es culpable, pero sí responsable de los cargos en su contra —dijo Ridhwan en voz alta.
—Espíritu humano San Pedro. Se le acusa de bajar al Abismo sin autorización del Consejo ¿Cómo se declara?
—Culpable —dijo San Pedro—. Pero fue para rescatar a uno de los espíritus que cayó por error al Abismo. Si estuviera el arcángel Azrael, me habría dado la razón.
—El arcángel Azrael no se encuentra entre nosotros y nadie sabe su paradero actual —dijo Ridhwan—. Si bien el mismo Azrael nombró al espíritu humano llamado San Pedro para realizar la labor de rescatar a los espíritus que cumplieron con su condena en el Infierno, el resto de los consejeros lo considera como una pérdida de tiempo y de energía. Por lo demás, un espíritu condenado puede contaminar a los espíritus residentes que han llevado una existencia llena de virtudes. Por esa razón, el Consejo ha determinado que a partir de este momento se le prohíbe al espíritu humano llamado San Pedro el ingreso al Abismo, bajo cualquier circunstancia. Que el acusado entregue de inmediato la copia de la llave que da acceso al Abismo —dijo el arcángel Ridhwan.
—No pueden hacer eso. Qué pasará con la redención de los espíritus condenados, ellos tienen derecho a una segunda oportunidad —dijo San Pedro tratando de controlarse.
—Guardias, regístrenlo.
Los ángeles guardianes registraron a San Pedro hasta que encontraron la llave del Abismo que San Pedro tenía colgada al cuello. El ángel guardián entregó la llave al presidente del Consejo.
—La llave quedará en mí poder hasta que el arcángel Azrael vuelva a ocupar el lugar como consejero de esta mesa.
San Pedro no podía creer lo que pasaba. Lo trataban como si fuera un criminal.
—Necesito que me escuchen. Estuve en el Infierno y a los espíritus condenados los están usando para otra cosa —dijo San Pedro alterado.
—Ese no es un problema que nos compete a nosotros —dijo el presidente del Consejo. Nuestra función es velar por el correcto funcionamiento del Cielo y el Purgatorio.
—Pero… escúchenme. En el Infierno lograron crear vida.
Se produjo un incómodo silencio en el estrado. Los arcángeles sorprendidos murmuraron entre ellos.
—Eso es imposible —dijo el consejero Naquir—. Solo Dios tiene ese poder.
—Déjenme explicarles… por favor.
—Tengan en cuenta que los espíritus humanos son más sensibles a la contaminación que hay en el Infierno, pudiendo afectar su razonamiento —dijo Sariel.
—Yo no miento. Pueden preguntarle al arcángel Malik, él confirmará todo lo que estoy diciendo.
Los arcángeles consejeros, se acercaron y hablaron en voz baja. Finalmente Ridhwan se levantó de su asiento y declaró:
—De acuerdo con lo expuesto hoy en este estrado, el espíritu humano llamado San Pedro, es declarado culpable del primer cargo por abandono de labores como administrador del Segundo Cielo. Sobre el segundo cargo que se le imputa, queda establecido en este Consejo que no es considerado cómplice en la fuga de los espíritus fugitivos, pero al no tomar las precauciones correspondientes alteró gravemente el normal funcionamiento del Purgatorio, por lo que es declarado responsable del segundo cargo. Sobre el tercer cargo, el acusado se declaró culpable, así que, por unanimidad, el veredicto de este Consejo es el siguiente:
—Espíritu humano San Pedro. Debido a su intachable comportamiento en los últimos dos mil años, no se le condenará a una pena física, pero a partir de este momento se le desvincula de la administración oficial del Segundo Cielo y no podrá ejercer ningún cargo de responsabilidad por mil años. Cúmplase la condena a partir de hoy —dijo el arcángel Ridhwan golpeando con un martillo la mesa del estrado.
San Pedro estaba aturdido por la decisión del Consejo. Un nudo en su garganta le impedía el habla. Los ángeles guardianes lo tomaron del brazo y se lo llevaron fuera de la cúpula del Consejo. San Pedro caminó evitando cojear y con la frente en alto miró a los demás espíritus y ángeles que estaban sentados en las graderías. Los espíritus protestaron y comenzaron a pifiar por la decisión del Consejo, mientras los ángeles levantaban las manos aprobando la decisión del Consejo.
—Esta noche podrán ver en los cristales de visión, toda la verdad sobre el ocaso de un espíritu humano como administrador del Segundo Cielo. Tendremos un debate en vivo donde discutiremos sobre quien será el sucesor de San Pedro; un espíritu humano imperfecto, que basa sus decisiones según sus emociones o un ángel, superior a la raza humana y perfecto en todos los sentidos. Recuerden que los primeros hijos de Dios fuimos nosotros, los ángeles —dijo Ksiel—. Me despido, no sin antes decirles, se los dije.