Los aros de luz se detuvieron y la puerta del transportador se abrió. Ignacio y Matías salieron al exterior y respiraron profundamente sintiendo el olor del Purgatorio, muy distinto del pesado olor a azufre del Infierno. Los niños caminaron unos pasos y se alegraron de pisar de nuevo el suelo suave de nubes grises.
—¡Los fugitivos, los fugitivos están en el Purgatorio! —gritó un funcionario gris que pasaba volando sobre su nube.
La alarma comenzó a sonar y en un instante aparecieron diez ángeles que redujeron a los niños como si fueran los criminales más peligrosos que hubiesen pasado por el Purgatorio.
—¡No hemos hecho nada malo! —gritó Ignacio.
—¡Quiero a mi mamá! —chilló Matías.
—¡No los lastimen! ¡Son solo unos niños! —exclamó San Pedro tratando de calmar a los ángeles guardianes.
Los ángeles engrillaron a los niños. San Pedro trató de acercarse, pero era inútil. Los ángeles guardianes esperaron hasta que llegó el Director General del Purgatorio acompañado del ángel informador Ksiel y su ayudante Érico quien insertó un cristal en la cámara de grabación. Ksiel le hizo una señal con la mano a Érico, y este comenzó a grabar girando la manivela de la cámara.
—San Pedro, estás en graves problemas —dijo el Director General del Purgatorio.
—Son solo unos niños.
—Esos espíritus al escapar, dejaron en ridículo todo el sistema de seguridad del Purgatorio.
—Director, ¿por qué razón hay dos espíritus, usted dijo que solo uno había escapado? —preguntó Ksiel.
—Eh… no estaba antecedente de esta situación —trató de disculparse el Director General del Purgatorio.
—Mientes, yo te dije que el espíritu cayó por el Abismo y no hiciste nada —dijo San Pedro.
—Director, ¿qué responde a esa acusación? —preguntó Ksiel.
—Por favor, es la típica actitud de un espíritu desesperado, que está a punto de ser acusado de cómplice por haber ayudado a estos espíritus a escapar. El que nada hace nada teme. Les abro las puertas de todas las instalaciones del Purgatorio para que revisen los cristales de seguridad. Verán que solo había un espíritu prófugo. Pero al parecer San Pedro tenía escondido al otro espíritu en un lugar donde nadie tenía acceso… El Abismo.
—Esa es una acusación grave —dijo Ksiel.
—Yo no estoy acusando a nadie, solo es mi opinión, según lo que veo y al parecer, San Pedro ya no necesita autorización del Consejo para bajar al Abismo.
—San Pedro, ¿pidió autorización al Consejo para bajar al Abismo? —preguntó Ksiel.
—No… lo que pasa es que…
—¿No? Im-pac-tan-te. San Pedro acaba de declarar que no pidió autorización al Consejo de Arcángeles para bajar al Abismo. Pero ¿cómo pudo llegar al Abismo?, ¿es San Pedro cómplice?, ¿es seguro que sigamos confiando a San Pedro la administración del Segundo Cielo? Todas estas interrogantes, en nuestro informativo central. Me despido no sin antes decirles: Se los dije.
—¿Por qué me haces esto? —preguntó San Pedro a Ksiel.
—Yo estoy comprometido con el público que me sigue y ellos deben saber la verdad.
—Pero de qué verdad me hablas, todo lo que has dicho son suposiciones. Ni siquiera tienes pruebas. Solo el Consejo de Arcángeles está facultado para juzgar, pero tú me condenaste antes de que me juzgaran —dijo San Pedro indignado.
—Solo me limito a informar. Mi público es lo suficientemente inteligente como para saber quién es el culpable —respondió Ksiel.
—Lo que hiciste fue despreciable —dijo San Pedro.
—¿Registraste eso Érico? —preguntó Ksiel.
Érico le hizo un gesto con el dedo a Ksiel.
—Bien, lo que tenemos es oro puro. Nos vemos, gracias por toda vuestra colaboración. Sin ustedes yo, no soy nada. Vamos Érico, volvamos a la nube estudio.
Ksiel desplegó sus alas y salió volando. Érico lo siguió en una nube gris.
—Llévense a los espíritus de inmediato a las Unidades de Reencarnación —dijo el Director General del Purgatorio.
Ignacio y Matías estaban impactados. Ignacio comprendió el sacrificio que tuvo que hacer San Pedro para ayudar a salvar a su hermano. Con lágrimas en los ojos, los niños miraron por última vez a San Pedro.
San Pedro avanzó cojeando unos pasos para entrar al transportador que iba al Cielo, pero dos ángeles guardianes le cerraron el paso con sus lanzas.
—Debo ir al Cielo a solucionar algunos problemas que dejé pendientes —dijo San Pedro.
—Creo que no puedes andar solo —dijo el Director General del Purgatorio.
—¿Estoy detenido?
—No todavía, pero eres sospechoso de cargos serios y hasta que todo se aclare es preferible que estos dos ángeles guardianes te escolten al Cielo antes de llevarte ante el Consejo de Arcángeles para que te interroguen.
—¿Crees que puedo escapar?
—Yo no creo nada, pero así son las reglas y yo solo las hago cumplir.