El intercomunicador comenzó a sonar. Malik enchufó un cable debajo de la luz y dio vuelta a una manivela y se colocó la bocina en el oído.
—Es Ángelo, dice que se le perdieron las llaves de las puertas del Cielo.
San Pedro se acercó al intercomunicador.
—¿Qué pasó Ángelo?
—San Pedro, no encuentro las llaves y hay muchos espíritus esperando afuera ¿Qué hago?
—No pierdas la calma. Repasa todo lo que hiciste antes de darte cuenta que perdiste las llaves.
—No puedo hacer eso, los espíritus están furiosos y quieren entrar.
—No te preocupes, haz lo que te dije, ya voy para allá.
—¿Encontró al espíritu que se perdió?
—Sí Ángelo y está sano y salvo.
—Ojalá vuelva pronto, yo no sirvo para esto.
—Lo has hecho bien Ángelo, solo hay que usar el sentido común para solucionar los problemas.
—Buscaré las llaves pero, por favor, no se demore.
—Estaré lo antes posible por allá.
—Lo espero, pero no se demore mucho.
—Ve con Dios —dijo San Pedro. Luego colgó la bocina del intercomunicador.
—Parece que no te quedarás a charlar —dijo Malik—. Siempre es un placer tu visita. Ah, pero antes de que me olvide, te pasaré tus pertenencias.
Malik entró en una habitación y volvió con una bolsa de cuero que le entregó a San Pedro, quien guardó sus pertenencias y se colgó al cuello la llave que le dio el arcángel Azrael para subir por el transportador hasta el Purgatorio.