Malik reunió a todos los ángeles de la Torre de Vigilancia Angélica. Luego sacó un cántaro que en su interior contenía raíz fermentada del árbol de la vida y repartió los cuernos llenos del brebaje. Malik esperó unos momentos en silencio para ordenar sus ideas y luego habló:
—Ninguno de nosotros llegó a este lugar por voluntad propia. Algunos fueron castigados por quebrantar alguna regla o por cuestionar al Consejo. Algunos como yo, todavía creemos en ideales y pensamos que podremos cambiar el mundo espiritual. En el Cielo nos desprecian por el trabajo que hacemos. Un trabajo solo para valientes, donde corremos enormes riesgos y no sabemos si volveremos con vida. Es el último lugar donde un ángel o un espíritu querrían estar. En este lugar inhóspito, hemos formado un lazo de amistad y lealtad. Somos como hermanos, en las buenas y en las malas ¡Por todos los ángeles que hay en el Abismo!
—¡Por ellos! —dijeron los ángeles en coro mientras bebían del cuerno.
—Estos pequeños espíritus nos enseñaron que todavía vale la pena creer en la raza humana ¡Por estos valientes espíritus!
—¡Por ellos! —exclamaron los ángeles en coro.
Malik subió por la escalera circular del Faro y luego apareció con Asael, el ángel caído.
—Para terminar quiero presentarles oficialmente a nuestro nuevo hermano que desde hoy, será parte de nuestra familia —dijo Malik, quien le sacó las cadenas a Asael.
—¡Por Asael! —gritó Malik.
Los ángeles celadores se miraron sorprendidos, pero alzaron los cachos con el brebaje y brindaron por Asael tres veces. Asael estaba asombrado, no sabía qué hacer o que decir.
—Tengo que volver al Faro —dijo Asael nervioso, quien subió por las escaleras y desapareció.
—Esa es la actitud, deberían ser igual que él —sonrió Malik mientras bebía del cuerno—. Ahora más que nunca tendremos que estar unidos, porque el Abismo no será el mismo después de lo que pasó y tendremos que estar muy alerta de ahora en adelante —comentó Malik.
—Por fin dejaremos de defendernos y pelearemos como los guerreros que somos —dijo uno de los ángeles celadores.
—No serán una amenaza —dijo otro ángel.
—No canten victoria tan fácil. Los demonios con los cuales luchamos eran de bajo nivel.
Los demonios de los infiernos más profundos son los que me preocupan.
—Espero no haberte alborotado el nido —dijo San Pedro quien apareció afirmándose de la pared.
—A veces es bueno tener un poco de acción, ¿no es así? —dijo Malik—. Deberías estar descansando.
—Ya he descansado mucho y tengo trabajo que hacer.
Ignacio y Matías corrieron hasta San Pedro y lo abrazaron.
—Pensamos que no lo veríamos más —dijo Ignacio.
—Lo que no me extingue, me hace más fuerte, je, je, je. Cuidado niños… je, je, no me abracen tan fuerte, todavía me duele la pierna.
—En estos momentos eres el único que sabe como es el interior del Infierno —dijo Malik.
—Oh, sí. Fue toda una experiencia, y todas las experiencias sirven para evolucionar.
—¿Aunque sean terribles como estar en el Infierno? —preguntó Ignacio.
—De lo único que debes temer es de que el miedo no te deje actuar y que no hagas nada en tu vida. Cuando tu cuerpo muere en la Tierra, tu espíritu se libera y lo único que puedes traer contigo es la experiencia y el conocimiento. Todo lo demás queda en la Tierra. Por eso, hasta las malas experiencias sirven, porque en el futuro sabrás lo que no debes hacer.
—¿Y todo el dinero, y las riquezas?
—No puedes traer nada de la Tierra.
—Ahora eres el que más sabe del Infierno. Deberíamos intercambiar lugares, yo me voy al Cielo y tú te quedas encargado del Abismo —dijo Malik sonriendo.
—Claro, porque no.
—Me vendría bien un cambio de aire, pero no creo que les guste mucho mi apariencia en el Cielo y dudo que el Consejo acepte nuestra propuesta. Me has hecho dudar por un momento, pero no, mi lugar está aquí. El Abismo nos ha unido a todos y ya somos una familia.
—Brindo por eso —dijo uno de los ángeles celadores.
—Brindemos por Malik —dijeron los ángeles a coro, quienes chocaron sus cuernos y bebieron hasta el fondo.
—Antes de que me vaya, necesito saber algunas cosas que me llamaron la atención —dijo San Pedro.