Una poderosa luz iluminó todo el interior del Primer Infierno. Los demonios guardianes cayeron al suelo aullando de dolor con sus patas calcinadas por el rayo proveniente del Faro que pasó con toda su energía de izquierda a derecha. Ignacio y Matías fueron alcanzados por el rayo de luz divina, pero no les ocurrió nada, no así a las sanguijuelas que cayeron calcinadas del cuerpo de los niños. Ignacio alcanzó a distinguir la silueta de un ángel que entró volando al interior del Infierno.
Al interior del Faro, Asael controlaba desde su asiento, la dirección y la velocidad de la luz, dándoles vueltas a las manivelas ubicadas a los costados del asiento, las cuales movían varios espejos que se alineaban gracias a una serie de engranajes. La válvula de presión de la caldera bajó hasta quedar en cero. El cristal de color ámbar del Faro, rápidamente tomó un tono semitransparente, parpadeó unos instantes y luego se apagó. No había tiempo que perder. Asael se levantó de su asiento, agarró una pala y comenzó arrojar al interior de la caldera, trozos de árboles blancos fosilizados. Luego Asael abrió una válvula rociando los trozos con agua angélica. Los trozos comenzaron a resplandecer con un tono azulado. Asael cerró la caldera. Solo quedaba esperar a que el cristal comenzara a absorber la energía para dirigirla a través de los espejos.
—¡Cierren las puertas! ¡Nos están atacando! —gritó la Guerra.
Malik entró al interior del Primer Infierno seguido de cuatro ángeles celadores armados con las espadas de batalla. La Guerra vio a los ángeles y corrió hasta San Pedro, sacando su espada para propinarle el golpe final.
La espada de la Guerra chocó con la de Malik quien logró bloquear el ataque, haciendo que la espada de la Guerra volara por los aires.
—¡Guardias! ¡Encárguense de él! —grito la Guerra.
Los dos demonios escoltas se abalanzaron sobre Malik, mientras la Guerra se escabullía entre las sombras. De un salto tres ángeles cubrieron al arcángel Malik con sus espadas, bloqueándoles el paso a los demonios. El cuarto ángel se quedó en la entrada, agarró a los niños y los sacó al exterior.
—¡Qué vengan todos los demonios al Primer Infierno! —gritó la Guerra.
El demonio encargado de los tambores hizo sonar un enorme cuerno y la Peste junto a la Muerte, se dirigieron para abrir la puerta del Pandemónium. En unos pocos segundos aparecieron decenas de demonios armados que volaron hasta los ángeles que hasta el momento solo se defendían.
Malik guardó su espada y levantó el enorme trozo del nido liberando a San Pedro, lo tomó en sus brazos y lo cargó sobre su hombro.
—¡Retirada! —gritó Malik.
Malik extendió sus alas y de un gran aleteo llegó hasta la puerta de entrada seguido por los ángeles que lo cubrían de los demonios que seguían llegando desde el interior del Pandemónium.
—¡Corten las cadenas! ¡Ahora! —gritó Malik.
Desde el exterior, dos ángeles se elevaron llegando hasta las cadenas que sujetaban la gigantesca puerta del Primer Infierno. De un golpe secó, los ángeles cortaron las cadenas con sus espadas y la pesada puerta cayó estrepitosamente, produciendo un ruido atronador, impidiendo que cualquier demonio pudiera salir.