Cuatro encapuchados dejaron la jaula rodante en el Gran Salón, donde se reunían los jinetes del Apocalipsis.
—Vámonos antes de que lleguen.
—Sí, no me gusta estar aquí —dijo uno de los encapuchados.
Más que un Gran Salón, parecía una caverna rodeada de antorchas que hacía que las sombras se movieran constantemente. Al centro del salón había una mesa ovalada, con cuatro asientos hechos de huesos, cada uno con un cráneo humano en su parte superior.
—¿Dónde está mi hermano? —preguntó Matías.
El eco inundó el lugar haciendo que las palabras de Matías se sintieran mucho más fuertes. San Pedro en voz baja, le contó lo que pasó después de que Matías cayera por el Abismo. De cómo San Pedro ayudó a Ignacio a escapar y como prepararon el viaje al Abismo y de cómo lograron entrar al Infierno para rescatarlo.
—Las cosas se pusieron difíciles, cuando me atraparon. Espero que a Ignacio no le haya pasado nada, porque sigue en el Primer Infierno.
Matías se sentó en un rincón y una lágrima corrió por su mejilla.
—Yo pensé que mi hermano estaba enojado conmigo porque me caí por el agujero. No fue mi culpa.
—No hijo, no es tu culpa, a veces las cosas pasan, pero tu hermano pese a su edad, insistió en venir conmigo para que te pudiéramos rescatar.
—Siempre pensé que mi hermano no me quería, porque siempre me mandaba y nunca me dejaba hacer lo que a mí me gusta. Yo me desquitaba haciendo que lo regañaran, pero mi hermano me cuidaba para que no me pasara nada malo y yo no le hacía caso y me burlaba de él. Muchas veces hice que lo castigaran por mi culpa. Siempre pensé que mi hermano me odiaba, pero ahora sé que me quiere.
—Él arriesgó su vida por ti. Ignacio te quiere mucho y lo que hace es cuidarte, como lo haría un hermano mayor.
Matías afligido abrazó a San Pedro con todas sus fuerzas.
—Lo mismo que le dije a Ignacio, te lo digo a ti. Concentrémonos en salir de aquí. No dejes que ningún pensamiento negativo te domine.
San Pedro se agachó y pasó su mano por las mejillas de Matías limpiándole las lágrimas. Matías miró a San Pedro y afirmó con la cabeza.
La Guerra, la Muerte y el Hambre entraron al Salón Infernal escoltados por cuatro demonios guardianes.