En la Mazmorra de los Tormentos se mezclaban los gritos y quejidos con los sonidos de látigos y cadenas. En el ambiente se podía sentir el miedo. De las distintas secciones del Infierno, llegaban los espíritus condenados que trataban de sublevarse.
Los espíritus eran torturados según su delito. Si atrapaban a un espíritu robando, le aplastaban los dedos hasta reventárselos. Si el espíritu trataba de escapar, era llevado al potro de tortura donde estiraban sus miembros hasta desprenderlos. Si el espíritu era sorprendido mintiendo, los obligaban a comer un trozo de roca al rojo vivo. Los espíritus holgazanes eran puestos en un cepo y sus pies eran quemados con un fierro caliente. Pero cuando llegaban demasiados espíritus, simplemente ocupaban las máquinas de tortura que hubiera disponible.