Un demonio soldado chasqueó el látigo al lado de San Pedro obligándolo a apurar el paso. San Pedro llegó al túnel y desde allí siguió observando.
Los espíritus encapuchados subieron los cántaros a la carreta y aseguraron la carga. Luego dejaron las antorchas sujetas a un costado de la carreta para ayudar a los demás espíritus a empujar la carreta. El Hambre y los demonios guardianes siguieron la carreta que se internó por el pasillo que daba al Pandemónium. La carreta se detuvo y el Hambre caminó hasta la puerta de entrada.
San Pedro miró para todos lados y se escabulló entre las sombras hasta quedar detrás de la carreta.
—Nigredo putrefactio —dijo el Hambre.
El aldabón que cuidaba la puerta abrió sus ojos que se iluminaron y la puerta se elevó lentamente. El Hambre con los demonios guardianes y los espíritus encapuchados entraron con la carreta al interior del Pandemónium.
La puerta cayó violentamente sellando la entrada y los ojos del aldabón se cerraron.
San Pedro se devolvió ocultándose entre las estalagmitas hasta llegar al túnel.
—Ignacio ya sé como entrar al interior del Pandemónium. Tenemos que decir las palabras Nigredo putrefactio. Ahora solo nos queda esperar el momento adecuado para entrar sin que nos vean.