San Pedro sacó las piedras con la picota hecha de un colmillo. Ignacio recogió los trozos de roca y lo metió en un saco.
Ignacio terminó de llenar un saco y descansó unos momentos. Se miró las manos y se dio cuenta que los guantes protectores del traje estaban deshechos.
—San Pedro, mire.
San Pedro miró y se arremangó la túnica y se frotó la mano contra el traje. El traje comenzó a deshacerse en pequeñas partículas que caían al suelo. San Pedro se sacó la capucha de la túnica y trató de sacarse máscara, la cual se resquebrajó entera, quedándole pedazos en la mano.
—Esto es más serio de lo que pensaba.
—¿Por qué el traje se puso negro y ahora se deshizo?
—El traje absorbió demasiada energía negativa y ya no funciona.
—¿Qué significa eso?
—No lo sé, pero ahora nuestros espíritus recibirán la energía negativa directamente.
—Ignacio, ¿te sientes extraño o tienes sentimientos de odio?
—No, pero las piedras negras ahora las veo como si fueran de oro.
—El humo del Infierno te ha comenzando a afectar, pero como no eres codicioso, el pecado de la avaricia no te afecta.
San Pedro buscó entre sus ropas y le pasó a Ignacio una hoja del árbol de la vida.
—Toma, guarda esta hoja y cómela cuando sea absolutamente necesario.
—¿Y cuándo será eso?
—Cuando la apatía te inunde, cuando creas que nada es importante para luchar por ello. De eso está hecha la energía negativa que hay en el Infierno.
Ignacio se sacó los trozos de la máscara que aún le quedaban en su rostro.
—Llevaré este saco al Antro de Trituración y veré si puedo cambiar el colmillo por información. Ignacio, espera aquí y no permitas que otros espíritus se adueñen del túnel. No contestes nada y no pidas favores, porque aquí nadie hace nada desinteresado. El precio por un favor puede ser muy alto.
San Pedro se acomodó la capucha y salió arrastrando el saco con piedras hasta el Antro de Trituración. Ignacio siguió a San Pedro con la mirada, luego se metió de nuevo dentro del túnel.