Capítulo 76

San Pedro cruzó el Primer Infierno arrastrando el saco de piedras negras. Ignacio que lo acompañaba, encontró una picota hecha con el cuerno de un demonio.

—Ignacio, lleva la picota al túnel y espérame allí.

Ignacio levantó la picota y la llevó hasta el túnel.

Decenas de espíritus arrastraban sacos con piedras al igual que San Pedro. Las sanguijuelas infernales volaban por los alrededores buscando el momento adecuado para absorber la esencia de los espíritus condenados.

Un espíritu se acercó a San Pedro.

—Déjeme ayudarle con el saco.

—No es necesario, puedo hacerlo solo —dijo San Pedro.

—¿No lo he visto por aquí? Debe ser nuevo.

—Sí, llegamos hoy.

—Oh, entonces será un placer explicarle como funciona todo… si me permite acompañarlo.

—No veo un problema en ello pero ¿no tendría que estar sacando oro de los túneles?

—Ya cumplí con mi cuota. No todo en la vida tiene que ser oro, no es cierto.

—Es verdad.

San Pedro y el espíritu condenado, llegaron al Antro de Trituración. El sonido de las rocas cayendo por un enorme embudo, obligaba a todos a hablar más fuerte para hacerse entender. Un funcionario gris, que tenía un grillete en su tobillo, marcaba en su carpeta los sacos que llegaban.

—¡Nombre! —dijo el funcionario gris.

—San Pe… Eh… Peter… ¡Peter Jones!

—¿Nuevo?

—¡Sí!

—Yo le explicaré todo —interrumpió el espíritu condenado.

—¡Bien! ¿Cumpliste con tu cuota diaria? —preguntó el funcionario gris al espíritu condenado.

—¡Siempre! —dijo el espíritu sonriendo y mostrando los cuatro collares llenos de colmillos que tenía en su cuello.

San Pedro siguió al espíritu condenado hasta el fondo del antro. Los espíritus vaciaban los sacos con piedras dentro de un enorme embudo metálico.

—¿Qué hacen con todas esas pie… digo oro?

—Las guardan para cuando salgamos de aquí y podamos reencarnar como hombres muy ricos. No te olvides de llevarte el saco vacío.

San Pedro y el espíritu se devolvieron hasta donde estaba el funcionario gris, quien le pasó a San Pedro un collar y un colmillo.

—Es tu primer saco. Tu primer ahorro para el futuro de un hombre rico —dijo el espíritu.

—Un saco, un colmillo. Tú cuota es de diez sacos diarios. Te faltan nueve.

—Eso es mucho.

—Si trabajas rápido podrás hacer lo que quieras el resto del día, como tu compañero —dijo el funcionario gris.

—¿Deseas llevarte más sacos?

San Pedro pensó unos segundos y sacó nueve sacos vacíos, los juntó con el que ya tenía, los echó en su hombro y se dirigió al túnel junto al espíritu condenado.

—Este es nuestro túnel —dijo San Pedro, mientras aparecía Ignacio de su interior.

—Uhmm, interesante.

—¿Por qué lo dices?

—No, no, por nada.

—Me despido, tengo que seguir trabajando. Por cierto mi nombre es Salaíno. Si desean algo más solo pídanmelo.

—Eh, sí. Salaíno, estamos buscando a un espíritu condenado que es el hermano menor de este espíritu ¿Has visto a alguien parecido a él?

—No sabría decirte, pero si quieres puedo averiguar.

—Te lo agradecería mucho.

Salaíno sonrió, despidiéndose.

—Ignacio, ¿tuviste algún problema en mi ausencia?

—No, pero ese espíritu estuvo mirando dentro del túnel y cuando me vio se fue.

—¿Qué extraño?