San Pedro, Malik y los ángeles celadores, buscaron a Ignacio preocupados, pues no tenían mucho tiempo para que La Entidad terminara por absorberlo.
Cada ángel iluminaba el Abismo con una lámpara que producía una luz azulada amplificada por un disco cóncavo hecho de bronce ubicado detrás de la luz.
Ignacio mordió una de las manos que le sujetaban la boca y gritó pidiendo ayuda.
—¡Por aquí! —gritó un ángel celador.
El espíritu de Ignacio cubierto por decenas de brazos, apenas se distinguía. Los destellos de las luces de las lámparas quemaron los brazos y manos que atrapaban a Ignacio. Dos ángeles clavaron sus tridentes en los restos de La Entidad y otro ángel sacó a Ignacio de un tirón y se lo llevó en brazos volando hasta el montacargas.
Dentro de la cámara de descontaminación, varios chorros de humo blanco golpearon a Ignacio, sacándole cualquier partícula de maldad que tuviera su espíritu. Ignacio salió de la cámara de descontaminación y entró en la Torre de Vigilancia, custodiado por un ángel celador.
—Ignacio, ¿estás bien? —preguntó San Pedro.
Malik examinó a Ignacio y no encontró signos de heridas.
—Tuviste suerte —dijo Malik—. La Entidad estuvo a punto de absorberte.
—¿La Entidad? —Preguntó Ignacio.
—Son los desechos de espíritus que se fueron uniendo por miles de años, tratando de formar un espíritu completo. Pero a La Entidad le faltan los recuerdos, las emociones, lo que contiene un alma y se las roba a los espíritus que decidieron no entrar al Infierno —dijo Malik.
—No debiste hacer esa locura —dijo San Pedro.
—No dejaré que mi hermano se quede en el Infierno.
—Nosotros tampoco hijo, pero corremos un riesgo más grande si tratamos de rescatarlo.
—¿Me ayudará a rescatar a mi hermano?
—Sí hijo, te ayudaré, pero no sé cómo. Malik, tú conoces el Infierno mejor que yo.
—Hay una sola forma de entrar, y es por la entrada principal del Infierno —dijo Malik.
—Iremos todos y pediremos que nos devuelvan al niño —comentó San Pedro.
—Me temo amigo mío, que no puedo acompañarte, ni tampoco los ángeles. Las relaciones entre el Cielo y el Infierno pasan por un periodo muy delicado. Sin una autorización oficial del Consejo, no puedo hacer nada. Es el Infierno el que me preocupa. Están esperando a que cometamos un error para usarlo como pretexto y así romper El Tratado —dijo Malik—. Si quieres entrar al Infierno, tendrás que hacerlo, bajo tu propia responsabilidad.
—No quiero involucrarte en esto Malik —dijo San Pedro.
—Puedo ayudarte a llegar hasta el puente. De ahí en adelante seguirás solo.
—Entiendo. Solo Indícame como entrar. Necesito saber que hay dentro del Primer Infierno.
—Aunque estoy encargado del Abismo, nunca he entrado al Primer Infierno, pero…
—¿Pero? Esa parte me gusta, la del pero —dijo San Pedro.
—Hay alguien, que te podría ayudar indirectamente.
—Te escucho.
—El ángel encargado del Faro te podría dar la información.
—Si mi memoria no me falla, me dijiste que en total había siete ángeles y tú en el Abismo. Eso me da ocho y no nueve —dijo San Pedro.
—Je, je, je, je. Acompáñenme —dijo Malik—. Antes de subir al Faro, tengo que advertirte oficialmente que lo que tratas de hacer es estúpido y puede tener consecuencias si el Consejo se entera. He tratado de convencerte de que no lo hagas, pero no me has hecho caso ¿Está claro? —dijo Malik irónico.
—Lo sé y asumo toda la responsabilidad —contestó San Pedro.