La escotilla de la Torre de Vigilancia se abrió y apareció el arcángel Malik.
—Tengo buenas y malas noticias. La buena es que los ángeles celadores vieron el espíritu de un niño llegar al Abismo.
—La mala noticia es que el espíritu del niño entró al Infierno junto con los demás.
—Entremos al Infierno y rescatemos a mi hermano —dijo Ignacio.
—No es tan fácil —dijo Malik—. Es complicado entrar al Infierno sin autorización oficial del Consejo.
—Pida que lo autoricen y rescatemos a mi hermano —dijo Ignacio.
—Ojalá fuera tan sencillo. Si saben que cayó un espíritu por error al Abismo, harán una investigación y eso equivale a muchos problemas. La otra solución sería esperar a que podamos ir a buscar a los espíritus que cumplieron su condena en el Infierno —dijo Malik—. ¿Y falta mucho?
—Faltan unos ochenta y nueve años terrestres —contestó San Pedro.
—Eso es mucho tiempo.
—Cuanto eres un espíritu, el tiempo pasa más rápido —dijo San Pedro tratando de tranquilizar a Ignacio.
—Hable con alguien del Infierno y dígales que fue un error.
—En el Infierno nadie escucha y si pueden sacar ventaja de algo lo harán, especialmente si fue por un error. Tratarán de obtener ventaja para sus planes y eso no lo podemos permitir. Incluso cuando llegamos con una orden oficial del Consejo, somos escoltados por ángeles para evitar cualquier incidente —dijo San Pedro—. Yo soy el encargado de la diplomacia y tengo que dialogar con los demonios, que harán cualquier cosa para evitar devolver los espíritus que pedimos. Cualquier incidente podría romper las relaciones diplomáticas entre el Cielo y el Infierno. Lo mejor será esperar y así evitar un mal mayor.
—Pero es mi hermano.
—Lo sé, pero a veces tenemos que hacer sacrificios. En este caso, por el bien de todo el Cielo —dijo San Pedro.
—Yo le prometí a Matías que lo protegería cuando no estuvieran nuestros padres.
—Lo siento hijo, pero San Pedro tiene razón —dijo Malik.
Una luz intermitente roja con un sonido tintineante, llamó la atención de Malik, quien se dirigió al intercomunicador. Enchufó un cable justo debajo de la luz y dio vuelta una manivela. Malik se puso un audífono en el oído y habló por la bocina que salía del aparato.
—Torre de Vigilancia Angélica, ¿con quién hablo?
—San Pedro, es para ti, es tu ayudante.
San Pedro extrañado por el llamado, se acercó y tomó el cono y el audífono.
—¿Qué pasa Ángelo?
—¿Y para eso me llamas?
—Dile que estoy en el Purgatorio y que después conversaré con él.
—No le digas que estoy aquí.
—Espera un poco, voy a girar la manivela, la voz se escucha rara.
San Pedro le dio varias vueltas a la manivela del intercomunicador, hasta que esta no dio más.
—No, no estarás mintiendo, sólo dile que estoy muy ocupado.
—No lo dejes ingresar al Cielo. Él no tiene autoridad para hacer eso.
—No, no dejes que te atemorice, esa es su técnica.
—En el peor de los casos, cúlpame a mí de todo, para que no tengas problemas.
—Bien, pero no me vuelvas a llamar a este lugar, ¿entendido?
—Ve con Dios.
San Pedro colgó en un gancho el altavoz junto al audífono.
—Ksiel andaba husmeando por el Cielo. El problema es que Ángelo aún es muy inocente y no sabe cómo enfrentarlo.
—Es mejor que vuelvas, antes que te metas en más problemas —dijo Malik.
—Veré que puedo hacer para ayudar al niño. Me imagino cómo debe de estar sufriendo.
—Ignacio, volvamos al Cielo… Ignacio ¿Dónde está el niño?
La escotilla de salida estaba abierta.
—El niño escapó —dijo Malik—. Rápido vamos a buscarlo, se fue al Abismo sin ninguna protección.