Capítulo 54

San Pedro entró al transportador, que gracias a Nikola, ya se encontraba operativo. San Pedro llamó a Ignacio, quien estaba escondido detrás de los tubos de ventilación del transportador.

Ignacio le pasó el morral y San Pedro sacó dos trajes que tenía todos los colores del arco iris.

—Ponte este traje.

—¿Es para protegernos del calor?

—No. Es para protegernos de la maldad que hay en el Infierno.

Ignacio se puso el traje y este se adaptó a su espíritu, quedando como una segunda piel. El traje fluía a lo largo del espíritu de Ignacio, cambiando de color constantemente por si fuera un líquido espeso. San Pedro se cubrió la cabeza con la capucha del traje y esta se adaptó a la forma de su rostro, dejando solo una pequeña trompa en la boca que le servía para hablar.

Ignacio se colocó la capucha y pudo ver perfectamente, aunque la capucha no contaba con ningún agujero para ver.

—Ignacio. Cuando el traje se coloque negro es porque ha dejado de funcionar y empezarás a absorber la maldad que hay en el Infierno.

—¿Me convertiré en un monstruo?

—No, je, je, je, je. Para eso hacen falta miles de años.

La maldad que hay en el Infierno afecta a los espíritus de forma diferente. Un espíritu que no está condenado como el de tu hermano, se pondrá triste los primeros días y luego de un tiempo, no tendrá interés en nada. Si se queda mucho tiempo, perderá las esperanzas y comenzará a olvidar a tus seres queridos. Finalmente el rencor se apoderará de él, haciéndole egoísta y desarrollando sus peores defectos.

—Mi hermano debe estar muy mal —dijo Ignacio.

—Debe estar sufriendo los primeros síntomas. Por eso no debemos perder más tiempo.

San Pedro metió la mano dentro del traje y sacó una llave oxidada que tenía colgada al cuello y la introdujo en el aire. Un bloque con una cerradura apareció a un costado del transportador. San Pedro giro la llave tres veces y luego la sacó y guardó dentro del traje. La cerradura desapareció. San Pedro e Ignacio se ubicaron al centro del disco metálico y dos aros de luz comenzaron a moverse, cada uno en sentido contrario, y a elevarse del suelo. Los aros de luz ya no eran azules. Su color cambió a un rojo intenso.

—Ignacio, no toques los aros de luz, te puede dar una descarga de energía espiritual.

Ignacio no quizo decirle a San Pedro que ya había sentido la descarga de energía espiritual.

Los aros de luz comenzaron a girar produciendo un zumbido cada vez más rápido, hasta que una explosión hizo desaparecer a San Pedro y a Ignacio.