El enorme reloj de arena que había en el Purgatorio se vació totalmente. El Supervisor Gris, apretó un botón y giró un potenciómetro hacia la derecha. Por los altavoces del Purgatorio comenzó a sonar el Aleluya de Händel. Todos los funcionarios grises detuvieron sus tareas.
—Retrocedan tres pasos, por favor —dijeron en coro los funcionarios grises a los espíritus que iban a ser atendidos en los cubículos grises.
Los espíritus retrocedieron y grandes placas de cristal blindado se alzaron del suelo, sellando la administración del Purgatorio.
Los funcionarios grises se retiraron y salieron por una de las puertas de la Antesala de Selección Espiritual.
Seis ángeles guardianes aterrizaron en medio de los espíritus y recorrieron todas las filas. Terminada la inspección de rutina, los ángeles guardianes se retiraron volando.
—¿Qué pasa? —preguntaban los espíritus de las últimas filas.
—Cerraron el Purgatorio y tendremos que esperar hasta mañana, para que nos atiendan.
—Eso no es justo —dijo un espíritu.
—En el Purgatorio nada es justo —contestó otro.
—Si quieres, exprésale tu molestia a un ángel guardián —se burló un espíritu.
—Sí, ellos te escucharán —dijo otro espíritu sarcástico.
Los espíritus que estaban en las filas, resignados, se acomodaron a dormir en la misma fila para no perder su ubicación.