San Pedro le contestó a Nikola con una sonrisa.
—Antes que te vayas, quiero que veas algo —le dijo Nikola a San Pedro.
—Mira lo que saqué del transportador que estaba descompuesto.
Nikola le mostró uno de los engranajes que sacó del transportador.
—Es un engranaje con unos dientes menos. Seguramente por mucho uso —dijo San Pedro.
—Puede ser, pero si te fijas bien, los dientes del engranaje no están quebrados, están carcomidos por algo.
—Es verdad ¿Y qué fue lo que lo carcomió?
—El filtro que saqué del transportador, estaba repleto de una sustancia negra que carcomió los engranajes. Y estoy hablando del transportador que usas para ir al Abismo.
—¿Qué estás suponiendo? —preguntó San Pedro.
—No supongo nada, solo te estoy preguntando —dijo Nikola.
—Voy cada cien años, según las instrucciones que me dejó el Arcángel Azrael, antes que desapareciera.
—Entonces, alguien que no eres tú, está usando el transportador para ir al Abismo. O lo que podría ser peor, está subiendo del Abismo al Purgatorio.
—Eso es imposible. Yo soy el único autorizado a usar la llave. El Arcángel Azrael me dejó a cargo y no lo he defraudado hasta el momento.
—Me temo, que algo está pasando en el Purgatorio y puede ser grave.
—Mañana me encargaré de averiguar personalmente que está pasando —dijo San Pedro pensativo.
—Me quedaré hasta tarde fabricando los engranajes nuevos y mañana a primera hora los instalaré en el transportador.
—Gracias amigo mío, tú sabes que eres de los pocos en quien confío.
—Lo sé, pero no te aproveches de eso —dijo Nikola sonriendo.
San Pedro y Nikola se dieron un fuerte abrazo y se despidieron.
—Ten cuidado con ese chico, es muy peligroso —dijo San Pedro sonriendo.
—Lo tendré en cuenta —contestó Nikola.
—Ignacio estarás en buenas manos. Mañana iremos al Abismo a buscar a tu hermano, así que cambia esa cara. Quiero ver una sonrisa.
Ignacio sonrió. San Pedro le despeinó el pelo y luego se fue del taller de Nikola.