Capítulo 46

Nikola ya en el taller, sacó el engranaje carcomido por la sustancia negra. Luego sacó el filtro y lo introdujo al interior de la purificadora. Cerró la escotilla, dio media vuelta a la manivela de seguridad. Bajó una palanca y el purificador comenzó a vibrar. Finalmente, salió humo blanco por las tres válvulas de escape.

Nikola descontaminó del interior de la marmita con un tubo flexible que lanzaba humo blanco a presión.

Ignacio miraba fascinado el taller de Nikola, lleno de artilugios y armatostes extraños, apilados por todo el lugar.

Lo que más le llamó la atención fue el sombrero de copa de Nikola. Era como los sombreros que usaban los magos para sacar conejos. Aparentaba ser un sombrero común, pero al girar el ala, el sombrero dejaba de tener fondo. Ignacio introdujo la mano y no tocó el fondo. Luego introdujo los pies dentro del sombrero y una fuerza lo succionó haciéndolo desaparecer.

—Niño ese sombrero no es para jugar, así que déjalo donde lo encontraste —dijo Nikola.

Del sombrero, aparecieron las manos y luego la cabeza de Ignacio tratando de salir del sombrero de copa.

—No pareces ser tan peligroso —dijo Nikola.

—Me escapé con mi hermano de las Unidades de Reencarnación.

—Sabes, esos módulos los construí yo. Tenían un sistema muy anticuado y yo los mejoré.

—Dices que escapaste con tu hermano, pero ¿dónde está tu hermano?

—Cayó por el Abismo.

—Oh, eso es grave.

Ignacio se acordó de su hermano y se puso triste.

Se escuchó un ding dong celestial afuera del taller de Nikola.

—Rápido, escóndete dentro del sombrero —dijo Nikola nervioso.

Ignacio se escondió. Nikola giró el ala del sombrero y se lo puso en su cabeza.

Nikola abrió la puerta y se encontró con San Pedro a quien hizo pasar.

—¿Encontraste al niño?

—Sip.

—¿Lo trajiste al taller?

—Sip.

—Y, ¿dónde está?

—Dentro del sombrero.

—Ya veo.

Nikola giró el ala del sombrero haciendo caer a Ignacio de un golpe al suelo de nube.

—Ignacio, ¿estás bien?

—Sí, pero no por su ayuda —dijo Ignacio molesto con San Pedro.

—Perdón. Así que escapaste por tu cuenta, ¿y nadie te ayudó?

—La espátula dorada que te di para escapar, ¿no te sirvió?

—A usted se le cayó.

—Sí, se me cayó de casualidad y también te dije de casualidad que te escondieras en el transportador que se encontraba en mal estado. Antes que me olvide, devuélveme mi espátula dorada.

Ignacio le pasó la espátula a San Pedro.

—También el anillo de nube.

—No lo tengo. Me lo quitó el ángel que me capturó.

—Parece que tienes problemas —le dijo Nikola a San Pedro.

—Creo que un gracias para empezar, no estaría mal —dijo San Pedro.

—Gracias —le dijo Ignacio abrazando a San Pedro, mientras las lágrimas le corrían por el rostro.

—Tranquilo hijo, vamos a rescatar a tu hermano.

—¿Cómo? —preguntó Ignacio.

—Ya tienes bastantes problemas como para meterte en otro. Me imagino que nuevamente no me harás caso —le dijo Nikola a San Pedro levantando una ceja.

—¿A qué te refieres? —preguntó San Pedro.

—Me lo imaginé. Pero esta vez no quiero saber los detalles, ¿de acuerdo?