Capítulo 44

Ignacio se encontraba dentro del transportador averiado muerto de miedo. Estaba escondido detrás de las rejillas de ventilación del transportador. Un espíritu delgado con un delantal azul y un sombrero de copa y bigote, entró al transportador averiado y abrió una caja de herramientas que llevaba en un carro. Sacó una llave y se puso a observar. Ignacio estaba aterrado.

—No tengas miedo, sé que estas aquí —dijo Nikola.

¿Cómo supo ese espíritu dónde estaba? —el corazón de Ignacio latía a mil por hora.

—San Pedro me dijo que estarías aquí. No tengas miedo… Ignacio, ese es tu nombre, ¿no es cierto?

Ignacio salió de su escondite asustado.

—Tranquilízate hijo, vamos a salir de aquí. Tienes que confiar en mí. Iremos a un lugar más seguro.

Ignacio asintió en silencio. Aún no era capaz de hablar.

—Pero antes, necesito arreglar este transportador —dijo Nikola.

Nikola tomó un destornillador de cristal. Sacó la rejilla de protección. Dentro había cientos de engranajes de cristal manchados con una sustancia negra que los carcomió. Nikola sacó los engranajes dañados y los metió en una especie de marmita a presión, con mangueras y relojes indicadores de nivel.

—El filtro se desbordó y por eso la sustancia carcomió los engranajes —dijo Nikola.

—Niño, aléjate de la turbina de ventilación.

Nikola se puso una máscara y guantes, y sacó de la turbina de ventilación, un filtro lleno de una sustancia negra que se movía y olía a pescado podrido. Con mucho cuidado Nikola abrió la escotilla a un costado de la marmita y metió el filtro. Luego selló los tornillos de la marmita que apretó con una llave inglesa.

—Listo. Creo que lo tendré listo para mañana. Vámonos al taller, pero primero, metete dentro —le ordenó Nikola a Ignacio.

—Es muy pequeño, no puedo doblarme tanto.

—Je, je, je, je, je, aún piensas como si tuvieras un cuerpo físico. Hay cosas que los espíritus pueden hacer, déjame enseñarte.