Capítulo 39

Los ángeles guardianes dejaron entrar a San Pedro. La puerta se selló y San Pedro se acercó hasta Ignacio.

—Hijo mío, ¿qué pasó?

Ignacio no aguantó y abrazó a San Pedro con todas sus fuerzas.

—No quiero irme sin mi hermano.

—¿Dónde está tu hermano?

Ignacio le contó toda la historia a San Pedro, hasta que fue encarcelado.

—No debieron haber escapado de las Unidades de Reencarnación.

—Me iban a separar de mi hermano y nos iban a asignar a otros padres que no conozco. Yo quiero a los míos —dijo sollozando Ignacio.

—¿Adónde pensaban ir?

—Queríamos devolvernos a la Tierra a buscar a nuestros papás. Pensé que por alguno de los transportadores podíamos llegar a la tierra.

—Lo siento hijo. Ningún transportador va a la Tierra.

El señor que me interrogó, dijo que el agujero negro era el Abismo, donde los espíritus condenados van al Infierno, ¿es verdad?

—Lamentablemente sí. Tu hermano cayó por el Abismo, donde se van todos los espíritus condenados camino al Infierno.

—¿Podemos hacer algo? Mi hermano no es malo, es travieso, pero no es malo.

—Podremos ir al Infierno cuando los espíritus condenados cumplan con su condena, pero el Consejo tiene que dar su autorización.

—Entonces dígales que lo autoricen y busquemos a mi hermano.

—No es tan fácil. El Consejo da su autorización cada cien años solamente. Tendremos que esperar unos ochenta y nueve años terrestres, para ir a buscar a tu hermano.

—¿No puede hacer nada? Cuando no están mis padres, yo soy responsable de mi hermano y todo lo que pasó fue por mi culpa. Tengo que rescatarlo.

—No puedes hacer nada aquí encerrado —dijo San Pedro.

—Usted puede hacer algo, ¿no es cierto? Usted es San Pedro. Es el dueño de todo el Cielo.

—Solo administro el Segundo Cielo. El Consejo de Arcángeles controla el Segundo Cielo.

—Entonces dígales a ellos, que mi hermano cayó por error al Abismo. Ellos entenderán.

—No puedo hacer nada hijo, soy solo un espíritu. El Consejo de Arcángeles dictamina las reglas.

—Entonces me escaparé e iré al Infierno para estar con mi hermano.

—No podrás, porque los ángeles guardianes te escoltarán como prisionero a las Unidades de Reencarnación.

—Tenemos que hacer algo, mi hermano está en peligro.

—Lo siento hijo, pero no puedo hacer nada —dijo San Pedro, levantándose y dando la vuelta para retirarse.

Ignacio hundió su rostro entre sus rodillas y se puso a llorar.

—No puedo hacer nada para que puedas escapar, porque eso me haría cómplice de ayudarte. No puedo decirte que es imposible escapar rompiendo los muros, porque son indestructibles. No puedo decirte que si bien los muros son indestructibles, el suelo no lo es, y solo una herramienta que tenga una cualidad divina podría hacer un agujero para que puedas escapar. Tampoco te puedo decir, que yo poseo una de esas herramientas. Tampoco te diré que cuando escapes, vayas al transportador que está en mal estado y esperes allí hasta que te rescaten.

—Lo siento hijo pero no puedo ayudarte —dijo San Pedro quien se retiró de la celda de reclusión.

Los ángeles guardianes miraron a San Pedro de pies a cabeza y luego se pusieron en posición de firmes.