Ignacio trató de zafarse de la red, pero fue inútil. El ángel guardián lo registró y le sacó el anillo de nube de un tirón. El ángel agarró la red y cruzó el Purgatorio arrastrando a Ignacio, quien trataba de liberarse, pero se enredaba cada vez más en la red.
Decenas de funcionarios grises dejaron de trabajar por un momento y se acercaron a ver a quien había atrapado al ángel.
—En otros tiempos, los espíritus eran más respetuosos —dijo un funcionario gris.
—El Purgatorio ya no es lo que era. Cada vez es más peligroso y ya no se puede caminar tranquilo. —Comentó otro funcionario gris.
El ángel llevó a Ignacio una de las cúpulas de aislamiento donde los espíritus ya juzgados, esperaban su hora para lanzarlos al Abismo. Uno de los ángeles guardianes, abrió la puerta de la cúpula con una llave dorada. El ángel arrojó a Ignacio dentro de la cúpula con red y todo. La cúpula se cerró herméticamente, desapareciendo todas uniones de la puerta y la red se deshizo, fundiéndose con el suelo de nubes.
Por largos minutos, Ignacio se quedó inmóvil en el mismo lugar donde fue arrojado. Luego de un rato se levantó y se fue a un rincón donde se sentó en el suelo cubriendo su rostro angustiado con sus manos.