Capítulo 29

—No queremos irnos, queremos quedarnos aquí para siempre. Pero con mi mamá —dijo Matías lamentándose.

—Niños, ustedes no pueden quedarse. Les falta cumplir el tiempo en la tierra que les dispuso el destino. Tienen que volver al Purgatorio para encontrarse con su madre y luego tendrán que reencarnar para que cumplan con los años que les faltan por vivir.

—¿Y cuándo muramos, vendremos al Cielo?

—Siempre que hayan sido buenas personas e inviertan su tiempo en el bien de los demás.

—Yo no quiero esperar tanto, ¿y si me suicido? —dijo Matías.

—Si te suicidas irás directo al Infierno.

—Nosotros vimos una fila en el Purgatorio donde había un espíritu ahorcado.

—Ese espíritu se le hará un juicio. Si se comprueba que se suicidó, se le condenará al Abismo para que cumpla su condena en el Infierno.

—Nosotros seremos buenas personas y vendremos al Cielo —dijo Ignacio.

—A lo mejor sí, a lo mejor no. Primero. Cuando reencarnen perderán la memoria de su vida anterior. Tampoco sabrán que estuvieron en el Cielo y tendrán que empezar de cero, cometiendo errores como todo el mundo.

—¿Por qué tenemos que perder la memoria? —preguntó Ignacio.

—Imagínate que nacieras y te tocara una vida llena de sufrimientos. Si supieras que en el Cielo se pasa mejor, no harías el esfuerzo de superarte, ni de experimentar cosas nuevas. No te esforzarías en ser una mejor persona.

—¿Y si hago algo malo?

—Es el riesgo que hay que correr para evolucionar.

—Y si no hago nada, no puedo ser malo.

—Pero tampoco serás bueno.

—Hoy en día hay muchos humanos que no se arriesgan por miedo a equivocarse. No se arriesgan y no cometen errores, por eso no hacen nada malo. No saben que de los errores se aprende. Tampoco hacen nada bueno. Son los que miran para el lado o no toman decisiones. Las decisiones que tomamos en nuestra vida en la tierra, hacen que tengamos un espíritu fuerte y más evolucionado.

—¿Por qué no aprendemos todo en el Cielo?

—Es necesario que el espíritu sufra a través de un cuerpo humano para que se haga fuerte.

—No entiendo.

—Imagínate que tienes que correr descalzo una gran distancia todos los días para llegar a tu escuela a estudiar. Los primeros días serán terribles y te dolerán las piernas y tus pies se llenarán de ampollas y sangrarán. Con el tiempo te acostumbrarás y tus piernas se harán más fuertes y te saldrán callos en los pies, que resistirán el suelo duro. Tu cuerpo se adaptará a ese sufrimiento y se acostumbrará a correr esa gran distancia todos los días.

—El cuerpo humano se adapta siempre para bien o para mal. Si no haces nada, tu cuerpo y tú mente se harán débiles, y tu alma no tendrá experiencias y no evolucionará.

—Te pondré otro ejemplo. Imagínate que pasas mucho tiempo en cama. Tu cuerpo se acostumbrará a estar sin movimiento y tus piernas se harán más delgadas porque no necesitan sostener tanto peso. Pero cuando te levantes a caminar, tendrás que afirmarte para no caerte, hasta que tus piernas sean fuertes para sostener tu peso otra vez.

—Digamos que el Cielo son como unas vacaciones para pensar en que harás en tu próxima reencarnación. Es como pasar de curso cada vez.

—A muchos espíritus se les olvida cual es su misión en la Tierra y piensan que el dinero es lo único que vale, pero al morir lo único que pueden traer es el conocimiento que adquirieron a lo largo de una vida, y eso queda grabado en tu alma.

—No hablemos más de eso. Descansen. Mañana iremos al Purgatorio a encontrarnos con su madre y luego se irán a las Unidades de Reencarnación.

San Pedro creó una cama con la materia nube, para que los niños pudieran descansar.

—San Pedro, todavía es de día —dijo Ignacio.

—En el Segundo Cielo nunca oscurece, aunque en el Purgatorio se rigen por la hora terrestre. Según este reloj, ya es tarde. Acuéstense, para que amanezcan descansados.

—Sí San Pedro —contestaron los niños.