—Antes que empecemos con las charlas de capacitación, les entregaremos sus nuevas vestimentas —dijo San Pedro dirigiéndose a los nuevos espíritus.
Un mesón circular y un probador aparecieron del suelo de nubes. Ángelo se encontraba dentro del mesón y después de una rápida mirada de pies a cabeza, le pasó a cada espíritu, una túnica blanca de lino doblada, un cordel para la cintura y un par de sandalias. Los espíritus se cambiaron en los probadores, y la ropa sobrante que dejaron los espíritus, fue incinerada para evitar cualquier contaminación negativa en el Cielo.
Los nuevos espíritus salieron de los probadores y se miraban sus nuevas túnicas. Matías se agarró la pañoleta que tenía en el cuello. No quería que nadie se la quitara. Los espíritus de los niños se quedaron con sus ropas de cuando estaban vivos.
—Esta será la vestimenta que usarán mientras estén en el Cielo —les dijo San Pedro a los nuevos espíritus.
—¿Cómo sabremos quienes son más importantes en el Cielo, si todos vestimos igual? —preguntó uno de los espíritus.
—Aquí todos son importantes —contestó San Pedro.
—Me imagino que sí, pero me refiero a que algunos espíritus serán más importantes que otros ¿Cómo sabremos eso?
—En la Tierra —interrumpió otro espíritu—, sabemos el nivel social de la gente por su apariencia, ropas, dinero, o coches.
—Aquí no usamos coches, usamos nubes —contestó San Pedro extrañado.
—¿Hay alguna forma de saber si algún espíritu es más evolucionado que otro?
—Ah, se refiere a eso. En el disco de identificación que tiene cada espíritu colgado al cuello, indica su nivel de evolución.
—¿Cómo sabremos que espíritu es más evolucionado que otro?
—Ah, creo entender sus dudas. Todos los espíritus llegan al Segundo Cielo y luego son enviados a los bulbos de vibración, trasladándose al sector de evolución que les corresponde.
—¿Cuándo nos darán las alas?
—Los espíritus humanos no usan alas, usan nubes, pero ya llegaremos a eso. —Contestó San Pedro.
—Les doy la bienvenida oficial al Cielo. Mi nombre es San Pedro y soy el encargado del Segundo Cielo. A mi lado está mi ayudante Ángelo, quien tratará de solucionar cualquier problema que tengan en su estancia en este hermoso lugar. Pocos son los elegidos, así que siéntanse privilegiados de estar aquí. Enhorabuena —dijo San Pedro feliz, quien junto a Ángelo les brindaron un aplauso—. Mientras revisamos sus carpetas de vida, los dejaré a cargo de los ángeles instructores, quienes los capacitarán en este nuevo estado de transición. Muchas gracias —dijo San Pedro.