Capítulo 19

—Antes de entrar, por favor, pasen sus discos de identificación por el detector áureo —dijo San Pedro.

—¿Dónde está el detector áureo? Yo no veo ninguno —dijo uno de los espíritus.

—¡Ángelo! —gritó San Pedro.

Ángelo, subió una palanca doble. Del suelo de nubes apareció una cabina de cristal.

—Coloquen sus discos de identificación aquí —dijo San Pedro, apuntando a un eje giratorio.

El primer espíritu se sacó el disco transparente que tenía en el cuello y lo colocó en el eje, ubicado a un costado de la entrada de la cabina de cristal. El disco empezó a girar y sus surcos se iluminaron.

El espíritu ingresó al interior del detector áureo donde un flash de luz blanca explotó, dejando al espíritu ciego por unos segundos. San Pedro, en el exterior de la cabina, sacó una placa flexible, donde pudo apreciar el contorno del espíritu compuesto de franjas de colores que indicaban los niveles de energía espiritual. San Pedro miró la placa unos segundos y aprobó la imagen.

Ángelo se encargaba de colocar las placas flexibles correspondientes a cada espíritu.

—Este es un procedimiento de rutina para evitar que ingresen espíritus no autorizados al Cielo —dijo San Pedro.

Uno a uno, los espíritus pasaron por el detector áureo hasta que llegó el turno de Ignacio y Matías.

—Saquen sus discos de identificación —dijo San Pedro.

—No nos dieron —dijo Matías.

—¿No les dieron? Todo espíritu que llega al Cielo debe venir con su disco de identificación. Pasen por la cabina por si acaso.

Los niños pasaron por el detector áureo y las placas flexibles indicaron que la energía espiritual de los niños era normal.

—No son espías —dijo San Pedro suspirando aliviado.

—Ángelo. Desconecta el detector, por favor —indicó San Pedro.

Ángelo jaló la palanca hacia abajo. El detector se apagó y la cabina de cristal descendió por entre las nubes hasta desaparecer.

San Pedro cerró las puertas del Cielo y se dirigió hasta Ángelo que se encontraba junto a los niños. Las llaves quedaron puestas en la cerradura, pero San Pedro no se dio cuenta.

—Ángelo, revisa las carpetas de vida de estos niños, no puede ser que no tengan sus discos de identificación.

—Lo revisaré de inmediato.

—Niños, se quedarán a mi lado hasta que sepa cuál es su situación.

—¿Puedo confiar en ustedes? O traigo a los ángeles guardianes para que los vigilen hasta que me llegue la información.

—Preferimos quedarnos a su lado San Pedro. Mi hermano no hará nada malo, ¿no es cierto? —dijo Ignacio mirando a Matías.