Capítulo 16

Ignacio y Matías trataron de abrir el transportador, pero no encontraron ningún botón que apretar.

Los niños se devolvieron hasta el gran domo por donde salieron, pero la puerta ya no existía.

—Ve si tiene un timbre o algo —le dijo Ignacio a Matías.

—¿Por qué tengo que hacer todo yo? ¿Por qué no lo ves tú mejor?

Ignacio movió la cabeza, no quería discutir con Matías, pues era porfiado y aunque estuviera equivocado, le encantaba discutir hasta tener la razón. Sus padres lo consentían demasiado por ser el menor.

Ignacio buscó por todos lados, pero no encontró ningún timbre, ni cerradura, ni citófono ni siquiera una unión.

—Parece como si nunca hubiera existido una puerta —dijo Ignacio.

Ignacio golpeó donde estaba la puerta, pero esta no produjo ningún ruido. Ignacio miró dentro de la cúpula, pero no vio nada. Los niños dieron la vuelta completa al domo, pero no encontraron ninguna otra puerta.

—Estoy aburrido —dijo Matías.

—Esperemos a que alguien salga —dijo Ignacio.

—¿Vamos a ver cómo funcionan los transportadores? —interrumpió Matías.

—No, mejor esperemos aquí —dijo Ignacio.

—Yo quiero ir a mirar.

—No, quédate aquí. Cuando los papás no están, yo estoy a cargo, así que hazme caso.

—¡Atrápame entonces! —le gritó Matías, quien corrió hacia los transportadores.

—Matías no empieces de nuevo.

—Atrápame y te hago caso.

Ignacio trató de alcanzar a su hermano, pero Matías se arrancó una y otra vez.

—Matías, no sigas. Me voy a enojar y te voy a golpear.

—Se va a enojar mi hermano, y me va a golpear, que miedo —dijo Matías burlándose.

—Matías, no sigas.

Ignacio logró agarrar a Matías, pero en ese momento se abrió uno de los transportadores y apareció un ángel muy delgado de la estatura de un espíritu humano.

El ángel salió caminando apresurado y se introdujo dentro de una cúpula gris, más pequeña que la principal.

Matías aprovechó de meterse dentro del transportador, el cual comenzó a cerrarse. Ignacio alcanzó a entrar justo a tiempo.

Dos aros de luz azul aparecieron de la base metálica del transportador. Los aros de luz comenzaron a girar lentamente en direcciones opuestas.

—Matías, mira lo que hiciste.

Ignacio trató de salir del transportador, pero al rozar uno de los aros de luz, este le propinó una descarga de energía que arrojó a Ignacio al centro del transportador.

—¡Esto no está bien! ¡No debimos meternos aquí! —gritó Ignacio, mientras los aros de luz azul aumentaron su velocidad produciendo un sonido casi musical, hasta que un estallido lumínico, hizo desaparecer a los niños, quedando la cúpula de transportación vacía.