Fuera del gran domo, el cielo del Purgatorio era azul y las nubes del suelo eran casi blancas.
Los funcionarios grises iban y venían volando sobre sus nubes. Otros entraban y salían caminando de los transportadores, que eran dos medias esferas de unos tres metros de altura, que se abrían al centro, dejando ver una base circular de metal brillante y pulido.
El funcionario gris encargado de las carpetas, se dirigió hasta uno de los transportadores, mientras trataba de mirar por entre medio del alto de carpetas que llevaba. Con gran esfuerzo apretó un botón que tenía en su brazalete izquierdo. Uno de los transportadores se dividió en dos hasta quedar abierto.
—Por favor, ubíquense al centro de la base —dijo el funcionario gris.
Ignacio y Matías preocupados, por regresar, se despidieron en silencio del guía explorador y se alejaron del grupo, escondiéndose detrás del transportador ubicado a la derecha.
El jefe de la tropa y los niños, se acomodaron al centro del disco metálico.
El transportador se cerró. Desde el exterior se escuchó un sonido que aumentó de intensidad, terminando con una pequeña explosión.
Ignacio y Matías quedaron solos.