El funcionario gris llegó al inicio de las filas, hasta los cubículos de atención que tenían forma de hexágono, donde los funcionarios grises se encargaban de llenar las solicitudes de ingreso a los espíritus que llegaban al Purgatorio.
El funcionario gris, habló con su colega gris, quien se encontraba sentado en su cubículo. Miró a los niños y al espíritu adulto. El encargado del cubículo gris, descolgó una manguera con un cono en la punta, el cual sopló y comenzó a hablar.
El funcionario gris dio media vuelta y salió volando sobre su nube, perdiéndose entre las filas de espíritus que esperaban su turno.
—Por favor, mándenme las carpetas de vida de los espíritus que sufrieron un accidente en un bus el día de hoy.
El funcionario gris levantó la vista para mirar al grupo.
—Catorce niños y un adulto.
—Gracias.
Pasó el tiempo y los niños comenzaron a llorar de nuevo, pero el jefe de la patrulla les hizo cantar para que se tranquilizaran.
—¿Qué pasará ahora? —le preguntó el guía de la patrulla a Matías.
—No lo sé, con mi hermano llegamos al principio de la fila y nos devolvimos.
El funcionario gris encargado del módulo de atención, llamaba una y otra vez por el comunicador, hasta que apareció otro funcionario gris encorvado, con un alto de carpetas. Apenas veía por donde caminaba. Dejó las carpetas de vida sobre la mesa hexagonal del cubículo, para que el funcionario gris las examinara.
Cada carpeta de vida acumulaba toda la experiencia de una existencia humana. Las carpetas de los niños eran más delgadas, comparadas con las gruesas carpetas de los adultos. El funcionario gris encargado del módulo de atención de los accidentados, contabilizó solo doce carpetas de niños y una carpeta de adulto.
—Faltan dos carpetas de vida en la lista.
—Puede que se hayan traspapelado. Las buscaré de inmediato, ¿se las traigo aquí mismo? —preguntó nervioso el funcionario gris encargado de las carpetas de vida.
—No, mándelas directo a las Unidades de Reencarnación. No quiero que los niños sigan provocando más alboroto.
El funcionario gris, tomó las carpetas de vida y se dirigió a una de las salidas de la Antesala de Selección Espiritual.
—Niños, síganme.
Los niños, Ignacio y Matías, y el jefe de la tropa, siguieron al funcionario gris que atravesó el pasillo hasta llegar a una puerta plateada. Los ángeles guardianes que escoltaban a los niños se acercaron a la puerta y uno de ellos sacó una pesada viga que protegía la entrada. El otro ángel metió una llave dorada dentro del cerrojo y entre los dos ángeles abrieron la puerta hacia el exterior.
—Síganme y no se separen —dijo el funcionario gris llevando las carpetas de vida.
Ignacio y Matías se devolvieron, pero los ángeles les impidieron la pasada y los empujaron hacia el exterior.
—Nosotros no somos de este grupo —dijo Ignacio. Los ángeles guardianes no les hicieron caso y cerraron las puertas produciendo un profundo sonido metálico.