—Mamá, ¿podemos ir con los demás niños? —preguntó Matías.
—Está bien, pero no se separen.
—Mamá, no quiero ir —contestó Ignacio.
—Van los dos o no va ninguno.
Matías se acercó hasta los doce espíritus de los niños que miraban asustados. Ignacio fastidiado tuvo que seguir a su hermano.
—¿Cómo llegaron aquí? —preguntó Matías.
—Nos caímos a un barranco y parece que nos morimos casi todos —contestó el espíritu de un niño de diez años, guía de la patrulla.
—¿Quieres ir a ver las otras filas de espíritus muertos? —preguntó Matías.
—No puedo, tengo que cuidar de los más pequeños —contestó el guía.
—¿Qué puedo hacer? Estoy aburrido. Hace rato que esperamos nuestro turno.
El guía sacó del pantalón una cuerda trenzada que usaba como correa y se la pasó a Matías. El guía de la patrulla le enseño a Matías como realizar nudos básicos como el llano, para unir cuerdas, un ballestrinque para sujetar una cuerda a un palo, y el as de guía para subir o bajar a una persona en un rescate. Matías aprendió rápido. Ignacio no se encontraba de ánimo para jugar, así que solo observó.
El guía se sacó la pañoleta roja con franjas doradas del cuello y se la dio a Matías como premio por aprender a realizar bien los nudos. Matías orgulloso con su pañoleta nueva, le hizo burla a Ignacio.