Del fondo de la Antesala de Selección Espiritual, brotó una espesa neblina. Aparecieron unas siluetas borrosas. Al disiparse la neblina, los contornos formaron los espíritus de doce niños vestidos de exploradores, con sus ropas sucias y hechas jirones. Los espíritus de los niños más pequeños lloraban, contagiando a los demás. Un espíritu adulto con ropa militar mimetizada y pantalones cortos, apareció entremedio de las nubes. Era el jefe de la tropa. Hizo sonar su silbato con la señal de formación. Los espíritus de los niños se colocaron en fila de dos.
—Niños, cantemos una canción para entretenernos. Y dice:
Yo soy scout,
de corazón,
acamparé con ilusión…
Los espíritus más pequeños con sus ojos rojos por el llanto, repetían de forma automática la canción.
—Bien niños, ahora cantaremos la canción de Guillermo Tell. Los más pequeños repetirán a pata pelá. Todos juntos. Mientras tanto iré a averiguar dónde estamos.
Guillermo Tell,
a pata pelá.
Con gran valor,
a pata pelá.
A los cosacos les dio la Libertad,
a pata pelá…
Los espíritus que esperaban en las filas, se volvieron para ver quiénes eran los escandalosos. Un funcionario gris nervioso, llegó sobre su nube gritando por el altavoz.
—Está prohibido cantar o hacer ruido en este sector ¿Quién está a cargo de los niños?
El espíritu del jefe de la tropa se acomodó su boina verde y con movimientos pomposos, se acercó al funcionario gris.
—¿Usted es el responsable de este ruido infernal? —preguntó el funcionario gris.
—Sí, señor, yo soy el responsable, mi nombre es Peter…
—No me interesa su nombre, haga callar a los niños. Está prohibido hacer desordenes públicos en sectores no autorizados.
—Si me deja explicarle yo podría…
—No me explique nada, haga lo que le dije o aténgase a las consecuencias.
El espíritu del jefe de la tropa dio media vuelta e hizo sonar el silbato haciendo un gesto con la mano derecha. Los niños se callaron y se colocaron en posición de firmes.
—Así está mejor —gruñó el funcionario gris.
Los espíritus de los niños, aún asustados, comenzaron a llorar y contagiaron de nuevo a los más pequeños.
—¡Haga callar a los niños! —gritó el funcionario gris.
—Eso era lo que trataba de decirle. Les hice cantar para que no lloraran.
—Esto es peor que hacerlos cantar. Esto no puede ser. Habrá que tomar medidas al respecto —dijo el funcionario gris.
—Señor, quisiera saber dónde estamos.
—Están en el Purgatorio, por si no se ha dado cuenta.
—¿Estamos muertos?
——Me parece que eso es ¡Obvio!
—Y ahora que hacemos, ¿esperamos aquí?
—No, no pueden esperar aquí. Tienen que formarse en la fila que les corresponde.
—Señor, ¿sirve cualquier fila?
—¿Cómo que cualquier fila? Ubíquense en la fila que les corresponda.
—Y, ¿cuál fila sería esa?
—Como no van a saber que fila les corresponde, ¿abajo nadie les dijo nada?
—No, nadie…
—Cómo, por Dios. Empecemos por el principio ¡Cómo murieron!
—Íbamos al tercer Jamboree mundial y nos preparamos todo el año juntando dinero y…
—Eso no me interesa. ¡Cómo murieron!
—A eso iba. Yo como jefe de la tropa de la Agrupación de Exploradores de la Llanura Empinada, contratamos un bus según el dinero que reunimos…
—Al grano, al grano. ¡Cómo murieron!
—A eso iba. El dinero no alcanzó para un bus de primera y contratamos un bus económico, pero se le cortaron los frenos y caímos a un barranco en donde…
—Accidente, accidente, por fin, fila tres, fila tres —interrumpió el funcionario gris en tono triunfal.
—Espere, aún falta lo mejor…
—No me interesa. Ubíquense en la fila de los accidentes.
El jefe de la tropa hizo sonar su silbato y se dirigió hacia los niños que esperaron llorando.
—Niños síganme, nos formaremos en la fila tres —dijo el jefe de la tropa marchando sin moverse de su lugar.
—Calle a los niños —gruño el funcionario gris.
—¿Les hago cantar?
—Hágalos callar, por favor, el ruido es insoportable. Quédense en la fila que les corresponde y veré si puedo hacer algo. —Dijo el funcionario gris, quien dio media vuelta y salió volando a toda prisa, hasta perderse.
Los espíritus que se hallaban en las filas observando, volvieron sus tareas habituales, es decir, seguir esperando a que la fila avanzara.