Capítulo 7

Una columna resplandeciente se abrió del Cielo. Miles de hebras luminosas de colores, giraban inundando el ambiente con una sutil neblina.

—¡Mamá mira!, ¡mira!, ¡la luz! —gritó Matías.

—Es el túnel de luz —dijo Ignacio.

—Yo lo vi primero —contestó Matías.

Matías se dirigió al túnel de luz y su espíritu se despegó del suelo, levantándolo como si fuese una pluma.

—Matías no te acerques, puede ser peligroso —dijo Emilia.

Ignacio tomó la mano de Matías, quien se hallaba en el centro del túnel de luz. El espíritu de Ignacio se elevó unos centímetros del suelo.

—Mamá, mira, es divertido.

Emilia aún asustada, tomó la mano de Ignacio y sintió un hormigueo en todo el cuerpo. Su cuerpo se encontraba suspendido en el aire.

—Niños, no se suelten por ningún motivo —dijo Emilia.

—Mamá es divertido, puedo volar —dijo Matías.

—Mamá, ¿dónde vamos? —preguntó Ignacio.

—No sé hijo, pero no se suelten.

Emilia y los niños entraron al túnel de luz sintiendo una fuerza que los elevaba del suelo. Ascendieron lentamente al principio, pero a los pocos segundos el coche estrellado comenzó a alejarse, así como el bosque, la carretera, la ciudad, el país… la Tierra.

Nubes aisladas pasaban como un suspiro por el túnel de luz, hasta que las nubes se hicieron cada vez más densas.

Al final del túnel, un punto luminoso más brillante que el sol, se hizo cada vez más grande hasta cubrirlos en su totalidad.