CAPÍTULO 65

¿Qué era lo único que Cassidy quería que hiciera por ella? ¿Pensar en los sentimientos de otra persona en vez de en los míos por una vez? Me pregunto lo que pensaría si me hubiera visto con Aimee hoy por la noche. Siempre he pensado que ella cree que yo no sé cómo querer a alguien. Bueno, tendrá que admitir que ahora sí sé cómo hacerlo.

Y luego está esa otra cosa que me dijo, algo sobre cómo yo no soy capaz de creer que alguien me pueda querer. «Nunca creíste que yo te quería», me dijo. Eso todavía me molesta. Claro que creería que alguien me quiere, si así fuera. Simplemente me parece bastante imposible saberlo con certeza.

Justo ahí, en la calle 12, decido llamarla desde mi nuevo y, dentro de no mucho, perdido teléfono móvil y preguntar qué quería decir con exactitud. Tal vez también esté interesada en saber qué ha pasado con Aimee, y eso sin mencionar mi nueva política de solo beber en los fines de semana.

Tarda un rato en responder. Parece ser que va en la carretera con Marcus. Están en Nuevo México, camino a Albuquerque, donde Marcus jugará basquetbol y se titulará en administración pública o una cosa rara.

—¡Oh, Sutter! —me dice muy emocionada—. Aquí es todo tan bonito. Empieza a atardecer y hay unas mesetas y unos colores preciosos que nunca antes había visto. A ver, en cuanto llegamos a Nuevo México pensé: «¡Guau!, ahora veo por qué lo llaman la Tierra del Encanto». El paisaje es, no sé, tan espiritual.

—Bueno, supongo que será un buen lugar que visitar de vez en cuando.

—Voy a hacer más que eso. Ya lo he decidido. Me voy a venir a estudiar aquí. Marcus quiere que lo haga, pero no estaba segura de querer hasta este momento. Mañana vamos a ver el campus, pero ya he visto fotografías y, ¿sabes?, me he enamorado de esto.

—Pero llevas meses preparándote para asistir a la Universidad de Oklahoma.

—Sí, pero tengo derecho a cambiar de opinión si me da la gana.

—Pero seguramente sea demasiado tarde para inscribirte en otro sitio a estas alturas.

—No, no lo es. La fecha límite de entrega de solicitudes es el 15 de junio. Ya lo he preguntado.

—¿Qué dicen tus padres?

—Ellos me animan a ir allí si me gustaba. Ya sabes que siempre han pensado que yo debía estudiar en otro estado para tener oportunidad de ver mundo y eso. Además, adoran a Marcus.

No me sorprende. Me imagino que sus padres piensan que Marcus es una gran mejoría después de mí. Pero eso no se lo digo.

—¿Y qué hay del precio? —pregunto—. ¿No será mucho más caro pagar la matrícula en otro estado?

—Me buscaré un trabajo. Vale la pena hacer el esfuerzo si de verdad lo quieres.

—Eso dicen.

—Es como si iniciara una nueva etapa en mi vida, Sutter.

—Eso es maravilloso —le digo—. Está muy bien.

¿Qué sentido tiene discutir? Debería alegrarme por ella. Solamente somos amigos, después de todo.

—Entonces, ¿para qué me llamabas?

Por un segundo se me había olvidado por completo para qué la había hablado.

—Para nada —le respondo—. Es solo que hacía mucho que no hablábamos.

Después de eso ya no queda mucho que decir. Me dice que me enviará un correo electrónico con información de la universidad, fotografías y demás. Me contará sobre toda la excursión cuando regrese.

Y yo le digo:

—Muy bien, eso está muy bien —de alguna manera es como si todo mi vocabulario se hubiera congelado excepto por la palabra bien.

Un segundo después, se ha ido, ha desaparecido en la noche encantada de Nuevo México.

Se ha ido.

Aimee se irá pronto y yo, de repente, me siento invadido por una sed absolutamente increíble.