Conocí a Ricky en cuarto de Primaria y hemos sido uña y carne desde entonces. Él es germano asiático. Los padres de su padre eran inmigrantes alemanes y su madre es de Malasia, de Kuala Lumpur, creo. Se conocieron cuando Carl estaba en la marina. Pero no es como os pensáis: un alemán grandote y estricto que le da órdenes a la diminuta y sumisa esposa asiática. En realidad, el padre de Ricky es tan bajo de estatura como él y parece medio gay. No os estoy contando nada que el propio Ricky no haya dicho.
Su madre también es bajita, vamos, no creo que alcance el metro y medio, pero no está ni remotamente cerca de ser sumisa. Tiene una voz aguda y gangosa, como de banjo desafinado, y es imposible ir a su casa sin tener que escucharla criticar al pobrecito de Carl por algún detalle insignificante, como dejar el grifo abierto mientras se cepilla los dientes. Cuando está enfadada de verdad, no se le entiende una palabra.
Ricky parece más asiático que alemán y a las tías les parece lo más mono del mundo. Pero él piensa que nunca lo ven como novio potencial. Es cierto que a veces las tías son condescendientes, como cuando Kayla Putnam dijo que le gustaría metérselo en el bolso, pero lo cierto es que Ricky tiene muchas cualidades.
Por mencionar una, es uno de los tipos más graciosos que conozco. Además, también es listo. Tal vez sus notas no lo demuestren, pero eso es porque no se esfuerza. Si de verdad estudiara, tendría una media de sobresaliente. Para entender su vocabulario, yo tengo que asegurarme de aprender al menos una palabra nueva al día en Internet.
Siempre le recuerdo que tiene muchas cualidades, pero ¿se toma la molestia de reunir valor para invitar a una tía a salir? No. Siempre tiene alguna excusa: o es muy alta, o se preocupa demasiado por su aspecto, o es racista. Vale, lo de racista lo entiendo, pero en algún momento uno tiene que aceptar: «Oye, esto es el instituto. Lo único que necesito es salir con alguien, como una novia de prueba».
Así que considerando su historial con las tías, me parece bastante irónico que me esté aconsejando sobre Cassidy.
—Tío —me dice—, no puedes echar esto a perder. A ver, en serio, que no puede ser tan complicado que llegues a tiempo para llevar a tu novia a cortarse el pelo.
—Oye, no podía hacer nada; lo hecho, hecho está. Me preocupa más no haber escuchado exactamente qué quiere que haga de ahora en adelante para salvar nuestra relación.
—¿No estabas escuchando nada?
—Tenía otras cosas en mente.
Ricky sacude la cabeza.
—Tío, si yo fuera tú, prestaría atención a cada palabra —lo dice en serio. A veces me pregunto si no estará también un poco enamorado de Cassidy.
—No se puede prestar atención a cada palabra —le digo—. Pasan demasiadas cosas todo el rato. Lo único que se puede hacer es dejarse empapar por la sensación general.
Ricky abre otra cerveza. Es viernes por la noche y estamos sentados en el capó de mi coche en un aparcamiento de la calle 12.
—Si yo tuviera novia, cuando ella hablara sería como estar en misa. Ella sería la pontífice y yo el pontificado.
—Estás drogado.
—No, en serio. Soy el mejor oyente del mundo.
En eso tiene razón. Anda que no ha escuchado tonterías mías.
—¿Entonces por qué no le pides salir a Alisa Norman? ¿Te gusta, no?
Se distrae viendo pasar un Mustang de esos antiguos realmente geniales, un cupé de hace como treinta años.
—Creo que me gusta, pero está prácticamente comprometida con Denver Quigley.
—¿Y? Pídeselo de todas maneras. Mira, las tías son personas transitorias. No terminan con alguien y se sientan a esperar que otro les pida salir. Mantienen un novio hasta que conocen a otro que esté interesado en ellas. Luego le dan la puñalada al antiguo y abrazos y besos al nuevo. Te lo digo yo.
—Por supuesto. ¿Has visto a Quigley últimamente? Es un cavernícola. Con que le dirigiera dos palabras a Alisa me haría papilla. Tendrían que llevarme al hospital en carretilla.
—Excusas, excusas —le doy un sorbo a mi cerveza y ¡la paso con otro trago de whisky!—. Pero ¿sabes qué? Estoy harto de tus excusas. Ya va siendo hora. Va a ser esta noche. Vas a echarte novia.
—Vete a la mierda.
—No, en serio. ¿Crees que puedes andar de sujeta velas conmigo y Cassidy para siempre? Es ridículo. Vamos, métete en el coche.
—¿Por qué? ¿Qué planeas?
—Tías, eso planeo. Están por todas partes —extiendo el brazo hacia la calle 12—. Es viernes por la noche, tío. La calle es una cornucopia de tías. Cada coche que pasa está lleno de ellas. Altas, flacas, gordas, tetas grandes, tetas pequeñas, rubias, morenas, pelirrojas, culos gordos y culos que te caben en la palma de la mano. ¿Y sabes qué quieren? Quieren un novio. Eso quieren. Así que súbete al coche.
—Tetas y culos, ¿eh? Eres un romántico, Sutter. De verdad lo eres.
Tal vez se esté poniendo sarcástico conmigo, pero se sube al coche de todas maneras. Sabe que el viejo Sutter quiere lo mejor para él.
Y la verdad es que sí soy un romántico. Estoy enamorado de la especie femenina. Es una pena que solo se pueda escoger una pero, como esa es la regla, estoy muy agradecido con la que tengo, y quiero que mi mejor amigo tenga lo mismo.