Las cosas se terminan asentando. Casi todas. No tengo ningún problema para encontrar el esmoquin perfecto de Dean Martin. Alquilar una limusina por mi cuenta es demasiado caro, pero ¿qué tiene de malo ir en mi propio coche? ¿Pensabais que le iba a pedir el Cadillac prestado a Geech? Nunca, ni en un millón de años. No, el Mitsubishi bastará.
Solo queda una cosa; Aimee tiene que buscar la manera de librarse de repartir el periódico a la mañana siguiente de la fiesta de graduación. Me pide que la acompañe cuando se lo diga a su madre, pero le digo:
—No, de ninguna manera. Esto es algo que tienes que hacer tú sola. Tienes que hacerle frente. ¿Cómo si no vas a lograr escaparte e ir la universidad en Saint Louis?
A decir verdad, no sé cómo ha seguido repartiendo periódicos todo este tiempo. Hemos salido de fiesta en serio, pero ella sigue levantándose por la mañana a repartir sus periódicos. De verdad tengo intención de acompañarla más a menudo, no solo esa vez que pasé la noche en su casa, pero se me olvida poner el despertador, que es algo que le podría pasar a cualquiera. No me podéis culpar por eso.
Pero bueno, finalmente, cuando faltan solo un par de días para la fiesta de graduación, Aimee llega a mi casa después del instituto muy emocionada. Lo ha hecho. Le ha dejado las cosas claras a su madre.
—Le he dicho que es mi baile de graduación, que es una experiencia única en la vida y que no la iba a echar a perder por tener que repartir periódicos.
—¡Estoy orgulloso de ti!
—¡Yo estoy orgullosa de mí!
Salta a mis brazos y, para celebrarlo, nos bebemos la jarra de martinis que acababa de preparar y nos vamos derechos a la cama. Después del polvo de celebración, tumbados con nuestros martinis, me cuenta la historia en detalle, cómo ha entrado, ha apagado la televisión, y les ha expuesto el plan antes de que su madre o Randy pudieran abrir la boca. No ha levantado la voz, ni siquiera se ha puesto sensible. Se lo ha dicho tal cual.
Cuando su madre ha intentado usar el pretexto de que tal vez ella y Randy fueran a los casinos esa noche, Aimee estaba preparada y con los datos en la mano. En el último año, ella ha repartido periódicos sola más de treinta veces y nunca se ha tomado ni un día libre. Así que se va a tomar uno ahora y otro el día de la graduación y no va a haber ninguna discusión al respecto.
Por supuesto, no le ha dicho exactamente a su madre que estábamos pensando en alquilar una habitación en un motel. En cambio, le ha contado que el instituto estaba organizando varias actividades para después de la fiesta, con mucha vigilancia de adultos, que durarían hasta el amanecer. Lo cual es cierto, pero solamente los mortalmente pardillos van a esas cosas. Aunque no os voy a negar que me llaman la atención las pistolas láser que hay en esas fiestas. Debe de ser divertidísimo jugar con ellas si estás hasta las cejas.
—En realidad no le he mentido —me dice—. Solamente le he contado que el instituto organizaría unas actividades. Nunca he dicho que fuéramos a ir.
—Es perfecto —le digo. De verdad estoy orgulloso de ella—. Eres mi héroe. Igual alguna vez te pido que vengas y me ayudes a aclarar las cosas con mi madre.
Guarda silencio un segundo y luego me sale con:
—Tal vez sea hora de que tú también le plantes cara a tu madre.
—¿De qué hablas? A mi madre le da igual si no vuelvo en toda la noche el día de la fiesta. Casi ni se daría cuenta si no vuelvo en una semana.
—No me refiero a eso. Digo que deberías hablar con ella sobre tu padre. ¿Le has preguntado qué fue lo que en realidad pasó entre ellos?
—No me ha hecho falta. Siempre ha estado más que dispuesta a darme su versión falsa de que él era un infiel miserable.
—Tal vez deberías preguntarle a él.
—¿Y cómo voy a hacer eso? ¿Me subo al ascensor del edificio Chase y le pregunto? Ah, es verdad, que en realidad no está ahí.
—Entonces, pregúntale a tu madre dónde está. Es hora de que hables con él y averigües cuál es su versión de la historia. Yo te acompañaría.
Vamos, que está muy bien que Aimee se vuelva más decidida, pero empieza a desesperarme un poco con esto.
—Dios, Aimee, ¿a qué viene tanto interés en mi padre?
—Simplemente es que, ya sabes, yo perdí a mi padre antes de poder decirle todo lo que quería.
—Mira, me alegro de que le hayas plantado cara a tu madre. Eso ha estado de maravilla. Pero eso no significa que puedas arreglar la situación con mis padres por mí.
—Podría ser útil si lográramos hablar con él.
—No, pero sé lo que sí sería útil. Una gran celebración —me doy la vuelta y cojo mis pantalones del respaldo de la silla—. Así que yo digo: adelante con la fiesta de graduación. Todas las soluciones aparecerán en el país de la borrachera que dura toda la noche.