CAPÍTULO 43

No pasa nada hasta que casi llego al coche, y entonces, ahí está Marcus, desdoblándose desde su Taurus.

—¡Oye, Sutter, tío! Quiero hablar contigo.

—Eh, claro, si no tardas mucho. Se supone que tengo que estar en un banquete de la policía como en treinta segundos. Probablemente enviarán una patrulla a buscarme si se me hace tarde.

No sonríe.

Me apoyo con gesto desenfadado contra mi coche, tratando de darle un aire relajado al momento. Pero él no sigue mi ejemplo y se queda de pie justo enfrente de mí, invadiendo mi espacio personal en unos cinco incómodos centímetros.

—¿Qué está pasando entre tú y Cassidy? —nada de andarse por las ramas con Marcus.

—¿De qué hablas? —pienso. Maldita sea, Cassidy y yo ni siquiera nos acostamos aquel día y de todas maneras me he metido en problemas.

—Me he enterado de que quedas con ella los jueves por la tarde a mis espaldas.

Cuestionar la fuente de la que ha obtenido esa información no parece ser una buena táctica en este momento, así que le digo:

—Sí, a veces quedamos. Somos amigos, ¿sabes?

—Lo sé, solamente quiero saber cómo de amigos sois.

Bob sigue asomado por la ventana, pero no logro interpretar bien la situación como para decidirme qué seña hacerle.

Miro a Marcus a los ojos.

—Verás, ella y yo somos buenos amigos. Íntimos. Aunque ya no salgamos juntos, eso no va a cambiar.

Sus ojos dejan de mirarme y entonces me doy cuenta. No está aquí para asesinarme. Está aquí porque está herido. La duda ha carcomido al poderoso Marcus West hasta los huesos. Repentinamente, cualquier sensación de celos que yo pudiera tener se evapora, y me doy cuenta de que yo soy el que tiene la sartén por el mango en esta situación. Puedo retorcerle el cuchillo y meterlo más profundamente a su corazón o puedo sacárselo. Tratándose de mí, opto por la segunda alternativa.

—Oye, Marcus, tío, Cassidy y yo siempre seremos amigos. Pero la cosa es así: solo seremos amigos y yo ya estoy saliendo con otra persona.

—Sí, pero todo el mundo sabe que dejarías a Aimee Finecky en un segundo si pudieras volver con Cassidy.

—Tal vez eso sea lo que piensa la gente —respondo, algo molesto—. Pero eso es porque no conocen a Aimee. Es mi novia ahora y Cassidy la tuya. Caso cerrado.

—No estoy tan seguro —su voz de barítono se quiebra a media oración. No me lo puedo creer, está al borde del llanto.

—Así son las cosas —le confirmo. ¿Cómo puedo seguir enfadado con semejante expresión lastimera mirándome a la cara?—. Mira, no hay nada entre Cassidy y yo, excepto que nos divertimos y nos relajamos un poco juntos —obviamente no le menciono nada sobre los sentimientos residuales de cuando salíamos juntos.

Marcus se mira las manos. Está nervioso, y retuerce su llavero.

—Sí, bueno, ese es el problema. No debería quedar con otro tío para divertirse. Yo quiero ser ese tío. Quiero ser el que la haga reír.

Miro en dirección a Bob y le doy la señal de que todo está bien.

—Mira, Marcus, tú puedes ser ese tío. A ver, no hay ningún motivo para que no se divierta conmigo y contigo también, solo que de maneras diferentes.

Sacude la cabeza.

—No, tío, yo sé que yo no soy tan divertido. Y ella necesita diversión, lo noto por cómo habla de ti. Pero no sé cómo hacerla reír ni nada por el estilo. No soy tan gracioso como tú.

Esto es demasiado extraño. Marcus siempre me había parecido un tío seguro y confiado. Ahora está aquí auto flagelándose porque no es gracioso. Lo que hace el amor.

—Pero, oye, tío, eres Marcus West. Tienes la seguridad en ti mismo, el estilo. Eres emprendedor, tío. No te limitas a soñar las cosas, las haces. Si toda nuestra generación fuera como tú, tal vez realmente lograríamos cambiar el mundo.

—Sí, pero sería un mundo aburrido.

—No eres aburrido, Marcus. Eres un tipo interesante. Tienes opiniones y causas en las que crees y cosas así. Y yo me doy cuenta de que estás loco por Cassidy, ¿no?

—Sí, tío. La verdad es que sí.

Mi corazón se desangra por este tipo, pero también lo hace por Cassidy. Ella está con otro tío ahora mismo, y pudo escoger a alguien mucho peor que Marcus West.

—Mira, Marcus —le daría una palmada en el hombro, pero sería incómodo dado lo alto que es—. Déjame que te dé un consejo. Para empezar, tú le gustas. Me ha dicho que le gustas, así que puedes creerlo, cien por cien.

—¿Eso te ha dicho?

—Absolutamente —bueno, he de admitir que esto me duele más de lo que pensaba, pero es por una causa noble—. Y, otra cosa —ahora estoy que lo tiro—, también me ha dicho que cree en las mismas causas que tú y eso. La tía solía agotarme con esas cosas. Pero tal vez podrías relajarte una poquito con eso de salvar el mundo. Vamos, que, a pesar de lo jodido que está el mundo, con la guerra y los campos de tortura y los edificios que explotan y toda esa mierda, el tema puede terminar por hacerte polvo solo de pensarlo.

—Oye, eso no es lo que trato de hacer —nunca he visto alguien ser tan sincero. De hecho, no he visto a mucha gente mayor de nueve años parecer tan sincero. Continúa—: Nadie puede salvar el mundo solo. Lo único que intento es hacer mi parte. Eso me viene de mi madre, mis hermanos y de la iglesia a la que vamos. ¿Sabes? Empiezas con las cosas pequeñas en tu propio mundo y dejas que vayan creciendo desde ahí. Eso es lo que intento hacer.

—Sí, bueno, pues eso puede ser demasiado para alguien como Cassidy, que está más acostumbrada a hablar sobre hacer las cosas que a hacerlas de verdad.

—Pensé que le gustaba hacerlas. Pero, bueno, no tiene que hacer todo lo que yo hago. Todos somos diferentes. Para serte sincero, a veces yo también me estreso. Estoy bajo mucha presión. A veces siento como si tuviera un alambre tenso dentro de mí a punto de reventar, pero no creo que eso sea razón para darse por vencido.

—Bueno, pues dile eso. No vayas por ahí haciéndote el machote que no le cuenta sus problemas a su novia. Siéntate con ella y habla de esto, sácalo todo. Y, tío, no planees tanto las cosas, deja que sucedan. Además, no te haría mal beberte una cerveza de vez en cuando. Tal vez algo de whisky.

—Yo no hago eso.

—Era solo una sugerencia.

Me estudia un segundo.

—De verdad aprecio que hables conmigo de esto, Sutter. Es muy loable de tu parte. Supongo que yo siempre he pensado como todo el mundo, que eras solamente un payaso, pero no lo eres. No lo eres para nada.

—Espera, ¿quién dice que soy un payaso?

—Solo estoy diciendo que tienes mucho más dentro de ti de lo que aparentas. Tienes corazón.

—Ah, claro, sí que tengo. Tengo un corazón del tamaño de una tuba.

—¿Sabes qué? Apuesto a que si lo intentaras, tú también podrías cambiar un poco el mundo.

—Te dejaré eso a ti, Marcus. Tú lo tienes todo bajo control —extiendo la mano y me da un buen cálido apretón. Ya vuelve a ser Marcus West.

—¿Por qué no vas a ver a Cassidy? —le digo—. Estoy seguro de que le encantaría verte.

Sonríe.

—Creo que voy a hacer eso. Gracias de nuevo. Eres un buen tío.

Camina hacia su coche y se vuelve a doblar para entrar en su Taurus. Bob está de nuevo en la ventana. Qué buen tipo. Le hago otra seña con la mano para que sepa que todo está bien. Por el momento, la amenaza ya ha pasado.

Pero al arrancar y salir del lugar, no puedo evitar repasar la conversación. No hay dobles interpretaciones. Sin duda, acabo de darle las llaves del corazón de Cassidy. Al menos por un par de meses. Ese es mi aporte a su relación antes de que se colapse bajo el peso de la inmensa sinceridad de Marcus.