Héroes poco conocidos
En la mayoría de las áreas de la ciencia, es necesaria una educación especializada para avanzar en su campo, pero cuando se trata de ser un ecologista, los requisitos principales son apreciar el mundo que nos rodea y disposición por tomar medidas para salvarlo. Como demuestra este capítulo, lo que comenzó como una simple apreciación de la naturaleza se ha convertido en una lucha por mantener equilibrado el progreso y la naturaleza.
Para encontrar un comienzo del movimiento ecologista americano, necesitamos retroceder hasta Henry David Thoreau, una de las figuras más influyentes del pensamiento y la literatura estadounidenses.
Cuando nos imaginamos la vida hace 150 ó 175 años, tendemos a imaginarnos a la gente viviendo en granjas o pequeñas ciudades. Creemos que aquellos que vivían en las ciudades pasaban sus días al ritmo del traqueteo de los coches de caballos y no tenían que soportar los venenosos humos de los tubos de escape de camiones o autobuses que nosotros aspiramos a diario.
Lugar donde estaba emplazada la cabaña de Henry David Thoreau cerca de Walden Pond en Massachusetts. (Library of Congress)
Pero aunque puede que la vida fuese un poco más simple —la conciencia ecológica apenas existía ya que los recursos de los EE.UU. parecían inagotables, y los terratenientes construían todo aquello que pareciese rentable—, el humo del carbón no paraba de salir de las chimeneas de las fábricas contaminando, así como los fuegos en los hogares, el aire. Nadie limpiaba lo que ensuciaban sus caballos, de modo que los viandantes en los pueblos y ciudades tenían que pisar con cuidado. Debido a que la basura se solía lanzar por la ventana, el hedor de las calles de las ciudades, sobre todo con el calor del verano, a menudo era insoportable.
De modo que cuando Thoreau se marchó a Walden Pond para su «experimento vital», resultó algo muy extraño, incluso para aquella época. Aunque sus escritos no se vendieron muy bien durante su vida, su mensaje en Walden, o la vida en los bosques (1854) de que la armonía con la naturaleza era posible si se vivía con sencillez, leyendo, escribiendo y caminando por los bosques, captó la atención del público más tarde.
En 1862, el año de la muerte de Thoreau, el libro volvió a imprimirse. Desde entonces, Walden se ha convertido en uno de los libros más leídos e influyentes en todo el mundo, convenciendo a la gente de que el mensaje de Thoreau de vivir en armonía con la naturaleza es aún vital.
Poco después de Thoreau, un tipo llamado John Muir se interesó por mejorar nuestro medio ambiente y llegó a convertirse en uno de los ecologistas más influyentes de los Estados Unidos.
Muir nació y creció en Dunbar, Escocia. Cuando tenía once años, su familia emigró a los Estados Unidos y se instalaron en Portage, Wisconsin. Una vez que Muir tuvo edad de trabajar, se dedicó a despejar áreas forestales. En 1867, sin embargo, un terrible accidente mecánico se llevó la visión en uno de sus ojos y cambió el curso de su vida. Tras el incidente, Muir determinó involucrarse en todo aquello que no habría podido hacer si se hubiese quedado totalmente ciego.
La primera aventura salvaje de Muir fue una caminata de dos mil kilómetros desde Louisville, Kentucky, hasta Savannah, Georgia, en una época en la que el área apenas estaba habitada y no había carreteras de asfalto. Este viaje consiguió impresionarle y le enseñó una lección que se propuso compartir con los demás: hay que respetar a la naturaleza.
En 1868 viajó hasta San Francisco y después hasta el área Yosemite, donde exploró las montañas de Sierra Nevada y vio por primera vez sobrecogedores precipicios y cascadas de decenas de metros, además de árboles inmensos con troncos que tenían diámetros de más de 30 metros. Con el tiempo se casó y se trasladó a Martinez, California, pero siguió viajando a Yosemite, donde observó la devastación de los valles entre las montañas y de los bosques a causa de las ovejas y el ganado, además de ser testigo de los cambios que ocurrían por la industria maderera. Se convenció de que a menos que se hiciese algo, la naturaleza que amaba desaparecería.
John Muir y John Burroughs, posiblemente en el Gran Cañón. (Library of Congress)
Muir pronto se convirtió en el cruzado más activo del Yosemite, pero su posición como defensor de la naturaleza no era popular en el siglo XIX. Esta era una época en la que los colonos estaban sedientos por adquirir más tierras y no le daban importancia a explotarlas mediante granjas, zonas madereras, embalsando los arroyos y creando minas. Incluso se pusieron a disposición tierras públicas para ser explotadas. En 1872, el Congreso aprobó la ahora infame Ley Minera por la que empresas e individuos podían comprar derechos mineros para aquellas tierras públicas que creyesen contenían minerales.
Muir siguió insistiendo en su causa y finalmente sus escritos captaron la atención de Robert Underwood Johnson, el editor de Century, una de las revistas más importantes del país en aquella época. Uno de los primeros artículos publicados por Muir en Century defendía que se crease un parque nacional en el valle de Yosemite. Johnson no solo publicó el artículo sino que presionó al Congreso para que actuara. El 30 de junio de 1864, el Presidente Abraham Lincoln firmó un proyecto de ley nombrando el valle de Yosemite y el Bosque Mariposa de Secuoyas Gigantes al Estado de California fideicomiso público inalienable. Fue la primera vez en la historia en la que el gobierno federal aislaba zonas naturales para protegerlas y para permitir su disfrute por el público.
Aunque Yellowstone se convirtió en el primer parque nacional oficial en 1872, hacia 1890 Muir ganó su campaña para que Yosemite también lo fuera. Este era un concepto nuevo, y el gobierno federal aún no tenía claro cómo podían servir los parques al interés público. Johnson y otros sugirieron a Muir que se formase una asociación para proteger el recién creado Parque Nacional de Yosemite de los ganaderos que no respetaban las lindes del parque. En 1892, Muir y un número de seguidores fundaron el Sierra Club para, en palabras de Muir, «hacer algo por la naturaleza y así alegrar a las montañas». Muir hizo de presidente del club hasta su muerte en 1914.
En 1901, Muir publicó Nuestros parques nacionales, que captó la atención del Presidente Theodore Roosevelt, quien visitó a Muir en Yosemite en 1903. Las conversaciones entre ambos hombres pusieron los cimientos de los innovadores y excelentes programas de conservación de Roosevelt, incluyendo el establecimiento del Parque Nacional de Yosemite y los primeros monumentos nacionales por proclama presidencial.
Teddy Roosevelt y John Muir en Yosemite. / Fuente: Biblioteca del Congreso.
Desafortunadamente, Muir perdió su última propuesta, salvar el Valle Hetch Hetchy. La ciudad de San Francisco quería colocar una presa en el río Tuolumne, que fluye a través del Yosemite, para crear una fuente de agua potable y de energía hidroeléctrica. En 1913, el Congreso aprobó la Ley Raker, autorizando la construcción de la Presa O’Shaughnessy, y pronto el hermoso valle fue inundado para dar paso al progreso. Irónicamente, ahora hay un movimiento para rescatar el Hetch Hetchy.
En fotografías o esbozos, Teddy Roosevelt, el presidente número veintiséis (1901-1909), a menudo se le retrata a caballo como parte de su grupo de Rough Riders, o con un salacot y pantalones de soldado, preparado para una de sus grandes expediciones de caza. Para hacer justicia a la memoria de Roosevelt, necesitamos poner estas imágenes en contexto, pues Roosevelt no era el explotador que estas imágenes ofrecen. De hecho, es el presidente al que hay que agradecerle la protección de gran parte del paisaje estadounidense.
Aunque hoy en día la ecología y la caza no parecen ser conciliables, a principios del siglo XX no se entendía que la naturaleza fuese un recurso limitado. La caza era también un método de aprendizaje. Aunque no hay duda de que a Roosevelt le encantaba la caza en sí, sus viajes tenían a veces el objetivo de recolectar pieles y esqueletos para los museos estadounidenses —sus botines encontraron alojamiento en la Institución Smithsonian en Washington y en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York.
Con toda probabilidad, el amor de Roosevelt por la naturaleza puede ser atribuido a las circunstancias de su infancia. Al crecer, sufrió mucho de asma y combatió su mala salud con el ejercicio, dando a menudo largos paseos. El uso del aire libre como método de curación llegó a formar parte de la personalidad de Roosevelt. A lo largo de su vida, a menudo buscó refugio en la vida al aire libre. Al morir el mismo día de 1884 su primera mujer y su madre, Roosevelt respondió escapándose a un rancho que poseía en las tierras baldías del territorio de Dakota. Durante su mandato como vicepresidente, estaba paseando con su familia en los Adirondacks cuando le comunicaron que habían disparado a McKinley y que él era el nuevo presidente. Un viaje por el Amazonas fue parte de la solución a su menguante poder tras su mandato.
Año 1907, Teddy Roosevelt dando un discurso desde la parte trasera de un vagón de ferrocarril. (Library of Congress)
Como resultado de su amor por la naturaleza, Roosevelt creyó que nuestros recursos debían ser protegidos, usados con moderación, desarrollados cuando fuese necesario y conservados para las futuras generaciones. Roosevelt fue el primero en introducir el concepto de que la tierra, el agua, los minerales y los bosques del país necesitaban estar en manos del gobierno: no ser vendidos o cedidos al mejor postor como había sido la práctica hasta entonces. Contribuyó enormemente a los bosques nacionales del oeste, preservó tierras para uso público y fomentó proyectos de riego a gran escala.
Hacia el final de su mandato, Roosevelt dio un paso muy importante para extender su programa de conservación. Nombró una Comisión de Conservación Nacional en 1908, encargada de realizar el primer inventario de los recursos naturales del país.
Hace tiempo la gente no comprendía que alterar la naturaleza puede causar problemas. De hecho, en 1850, anticipándose al desarrollo futuro a nivel nacional, el Congreso aprobó el Proyecto de ley Arkansas, o la Ley de Lagunas e Inundaciones Federales, que permitía que el título de los pantanos fuese transferido del gobierno federal a los estados. Florida estaba esperando esta ley, y los funcionarios del estado se dispusieron a drenar y reclamar partes de los Everglades, unas marismas subtropicales de carácter único en la parte sureña del estado y que se extienden desde el lago Okeechobee en el norte, hasta la Bahía de Florida en el sur. Se drenaron grandes porciones de tierra para el desarrollo agrícola, pero por entonces solo se usaron tierras contiguas al lago Okeechobee. (Los primeros estudios concienzudos de los Everglades —hechos después de que los fuegos arrasaran la tierra drenada en 1939— concluyeron que la mayor parte del sur no podía cultivarse). Además, se creó un Fondo de Mejora estatal y se permitió que las compañías de ferrocarril y los constructores compraran tierras.
Por qué resulta importante lo que ocurre en otras zonas
Podríamos preguntarnos: «¿Por qué he de preocuparme con lo que ocurra con las perforaciones en el Ártico o con que se salven los Everglades? Vivo en Texas [o pon tu país]».
La abundancia económica del mundo moderno depende de la salud del aire, el suelo y el agua. Un abogado ecologista lo explica de la siguiente manera.
El mundo es un gran ecosistema, y hemos de protegerlo y mantenerlo equilibrado. Si el hombre gasta todos los recursos del planeta, encontraremos o crearemos otros, pero si el progreso altera el equilibrio de la naturaleza hasta el punto de que grandes extensiones de tierra —digamos que el sureste de los EE.UU. o grandes porciones de India— se queden sin lluvias, eso nos hará imposible tener cosechas, alimentar a la población o tener agua para beber. Sería un desastre natural que podría tener un feo final. (Comunicación personal)
Y si no prestamos atención al entorno cerca de nuestros hogares, seguiremos viendo titulares como el que apareció en el condado de Westchester, Nueva York, a finales de 2005: «La contaminación peor de lo que se pensaba en los campos de Valhalla». Como resultado del suelo contaminado, los administradores del instituto temieron que no pudieran usar los terrenos de deportes aquella primavera.
Hoy sabemos de los peligros del desarrollo descontrolado. Entendemos que demasiado asfalto que cubra nuestra tierra conduce a vertidos llenos de contaminantes y, a menudo, a inundaciones; que un exceso de construcción puede significar la destrucción de los hábitats de aves y animales que una vez poblaron nuestra tierra; y que jugar demasiado con la naturaleza puede conducir a desastres. Piensa en el Huracán Katrina y lo que le hizo a Nueva Orleans. Aunque la creación de diques a menudo previene las inundaciones, los diques también evitan el depósito de sedimentos que reponen la tierra. Como resultado de estas creaciones humanas en Nueva Orleans, y a la creación de líneas de tuberías y de canales para barcos, la tierra se hundió. Cuando el Katrina y sus consecuencias golpearon, la destrucción a causa de la inundación fue devastadora
En los años 40 del siglo XX, llegó una persona que cambiaría para siempre el destino de los Everglades. A Marjory Stoneman Douglas, una reportera del Miami Herald, le pidieron que escribiera un libro sobre el río Miami para una colección sobre ríos estadounidenses. Al comenzar a trabajar, se dio cuenta de que el río solo era una parte de la historia, y convenció a su editor para poder escribir sobre los Everglades al completo.
Con el tiempo, Douglas comenzó a ver cómo el rápido desarrollo comercial del sur de Florida amenazaba la vasta y lenta corriente de aguas bajas de los Everglades y las altas hierbas —el «río de hierba» como lo llaman— que suministraba un lugar seguro para tantas plantas, aves y animales inusuales. Douglas comprendió que lo que los constructores trataban como una «ciénaga inútil», de hecho proporcionaba un servicio necesario desde un punto de vista ecológico para que el sur de Florida fuese habitable. Lo que los constructores no entendían era que al querer drenar y construir en el área pantanosa, destruían una pieza importante del ciclo natural. Su autobiografía de 1987, Voice of the River [La voz del río], (Sarasota, FL., Pienapple Press, 1987) resume la función de los Everglades como una cuenca importante de agua para el sur del estado: «Mucha de la lluvia de la que depende el sur de Florida viene de la evaporación en los Everglades. Los Everglades se evaporan, la humedad asciende a las nubes, las nubes son llevadas por el viento al norte, y la lluvia cae sobre el río Kissimmee y el lago Okeechobee».
El libro de Douglas atrajo la atención del público, y otros se unieron a su causa. Finalmente las protestas públicas llegaron hasta el entonces presidente Harry Truman, quien presentó una orden ejecutiva ese año (1947) para proteger más de dos millones de acres (8000 kilómetros cuadrados) del Parque Nacional de los Everglades.
El nombre de Douglas llegó a ser sinónimo de los Everglades por sus esfuerzos incansables e importantes. Para construir una base de apoyo creó la organización Amigos de los Everglades en 1970 y dedicó gran parte del resto de su vida a proteger el área.
Florida (1994) y el gobierno federal (1996) pusieron en marcha proyectos de reclamo a largo plazo con el objetivo de retirar los diques, volver a inundar las áreas drenadas, y «reparar» los Everglades. En el año 2000, el Congreso aprobó leyes permitiendo el proyecto multimillonario. El coste se repartiría entre el estado y el gobierno central. Douglas estaría encantada.
Los actos más sencillos pueden destruir el equilibrio
A veces una actividad aparentemente inofensiva puede destruir el equilibrio de la naturaleza. Durante los últimos cinco años, las pitones birmanas importadas desde Vietnam se han convertido en animales domésticos muy populares. Poseer estas serpientes es ilegal, pero los problemas surgen cuando crecen, pues las serpientes pueden fácilmente alcanzar los cinco metros, un tamaño nada cómodo para tenerlas en casa. Como resultado, los propietarios las han liberado con buenas intenciones en áreas pantanosas, y en un periodo de diez años, los policías en los Everglades han descubierto un buen número de estas serpientes. Tan solo en 2004, se encontraron en el parque sesenta y una serpientes de esta clase. Desafortunadamente, su liberación —y la consiguiente cría— son malas noticias para las aves y animales nativos de los Everglades. Las pitones parecen estar comiéndose a los tántalos americanos y a las ardillas zorro del manglar y les están quitando la comida y el espacio a las especies nativas. Los guardas del parque usan perros para localizar a las pitones y así proteger el equilibrio ecológico de los Everglades.
La bióloga Rachel Louise Carson (1907-1964) comenzó su carrera en el U.S. Fish and Wildlife Service, pero logró la fama y la influencia social con la publicación de libros tan populares como The Sea Around Us (1951) y Silent Spring (1962).
A Rachel Carson la han llamado la madre del movimiento medioambiental por lo que hizo para concienciar al mundo de los peligros del uso indiscriminado de pesticidas sintéticos, en particular del DDT.
A diferencia de algunos de los ecologistas de este capítulo, Carson tenía serias credenciales científicas. Obtuvo un máster en zoología por la Johns Hopkins University y pronto se unió al Departamento de Pesca de los EE.UU. como escritora de un programa de radio sobre la vida oceánica. En 1936 fue la primera mujer en aprobar el examen de funcionario y el Departamento de Pesca la contrató como bióloga a tiempo completo. Durante los siguientes quince años, llegó a ser jefa editora de todas las publicaciones del Servicio de Fauna y Pesca de los EE.UU. Durante la década de 1940 Carson comenzó a escribir libros sobre sus observaciones de la vida bajo el mar, y hacia 1952 estaba lista para dimitir de su trabajo y dedicar su tiempo a escribir. Sus libros (Under the Sea Wind [Bajo el viento marino], 1941, The Sea Around Us [El mar que nos rodea], 1951 y The Edge of the Sea [La orilla del mar], 1955) se vendieron bien, dándole reputación de naturalista respetada y escritora científica.
Cuando recibió la carta de un amigo de Massachusetts contándole las grandes cantidades de aves que morían en Cape Cod debido a las fumigaciones con DDT, Carson quiso saber más del tema e intentó atraer el interés de una revista. Aunque Carson era una autora de fama, no tuvo suerte a la hora de publicar un artículo sobre lo que comenzaba a ser un tema controvertido. Decidió que tenía que ser el tema de su siguiente libro.
Aunque no pudo vender un artículo sobre el tema, sí vendió Silent Spring [Primavera silenciosa], que fue publicado en 1962. Se convertiría en uno de los libros señeros del siglo veinte. Alertó al público sobre los peligros de los pesticidas, sobre todo en humanos. En él, Carson describía cómo el DDT entraba en la cadena alimenticia, se acumulaba en los tejidos adiposos de los animales, incluyendo los seres humanos, y causaba cáncer y daños genéticos. De acuerdo con Carson, una sola aplicación en una cosecha mataba a los insectos así como a un sin número de otros animales, y el pesticida seguía siendo tóxico para el medio ambiente después incluso de que fuese diluido por la lluvia, causando daños irreversibles en aves y animales y contaminando el abastecimiento alimenticio del mundo entero.
Aunque se ha experimentado con el control de plagas durante siglos, el DDT, el pesticida más poderoso que jamás se haya conocido, no se introdujo hasta 1942. Hasta ese momento, la mayoría de los pesticidas que se usaban se limitaban a destruir una o dos clases de insectos, pero el DDT era capaz de matar cientos de diferentes clases. Al principio, el DDT fue celebrado como un gran avance. Ganó fama durante la Segunda Guerra Mundial, esquilmando el Pacífico Sur de los insectos que causaban la malaria a las tropas de los EE.UU., y en Europa se usaba contra los piojos. El mundo estaba tan entusiasmado con su creación que, visto ahora resulta irónico, a su creador se le concedió el Premio Nobel.
La industria química estaba furiosa, y los críticos de Carson la llamaron «Carrie Nation», nombre de la defensora de la abstinencia alcohólica que defendía su postura con un hacha en la mano. Carson siguió buscando de manera tranquila nuevas políticas que protegiesen la salud tanto humana como del medio ambiente. Insistía en que las personas son una parte vulnerable del mundo natural, y cualquier cosa que se use indiscriminadamente para destruir insectos no puede ser buena a la larga para los humanos. Afirmando que no estaba en contra del uso de las fumigaciones químicas, sino de su «uso indiscriminado» en un momento en el que sus efectos no eran del todo conocidos, Silent Spring atrajo el interés del público, y el Presidente John F. Kennedy ordenó la formación de un Comité Científico Consejero del Presidente para que examinara el asunto del que hablaba el libro.
La industria química respondió que no se trataba más que de una burda distorsión de los hechos y que la amenaza real para la humanidad eran los insectos que destruyen las cosechas y los árboles. Pero Carson se había preparado a conciencia y tenía cincuenta y cinco páginas de notas y expertos que habían leído y aprobado el libro.
El 3 de abril de 1963, CBS Reports presentó el programa: «La primavera silenciosa de Rachel Carson», en él Carson dijo:
Es al público al que se le está pidiendo que asuma los riesgos de los controladores de insectos. La población debe decidir si desea continuar por el camino actual, y solo puede hacerlo en plena posesión de los hechos.
Aún hablamos en términos de conquista. Todavía no hemos madurado lo suficiente como para pensar en nosotros mismos como una pequeña parte de un vasto e increíble universo. La actitud del hombre hacia la naturaleza tiene hoy en día una importancia crítica simplemente porque hemos adquirido el tremendo poder de alterar y destruir la naturaleza.
Pero el hombre es parte de la naturaleza, y su guerra contra ella es inevitablemente una guerra contra sí mismo. Las lluvias han llegado a ser un instrumento que trae desde la atmósfera los mortales productos de las explosiones atómicas. El agua, que probablemente sea nuestro recurso natural más preciado, se usa una y otra vez con notable imprudencia.
Sinceramente, creo que en esta generación hemos de congraciarnos con la naturaleza, y creo que como humanidad tenemos el reto de demostrar madurez y control, no de la naturaleza, sino de nosotros mismos.
La fumigación indiscriminada con DDT puede alterar la economía natural tanto como una revolución altera la economía social. El noventa por ciento de los insectos son buenos, y si se matan todo se desequilibra.
Como resultado del trabajo de Carson, el DDT fue supervisado más estrechamente por el gobierno y finalmente fue prohibido. Concienció al público de que la naturaleza es vulnerable a la intervención humana. Aunque la población nunca se había interesado mucho por los naturalistas que hablaban de la desaparición de los espacios y la fauna salvaje, los temas de los que hablaba Carson —la contaminación de la cadena alimenticia, el cáncer, el daño genético, la muerte de especies enteras— eran demasiado terribles como para ignorarlos. Por primera vez, fue aceptada de manera general la necesidad de regular la industria para proteger el medio ambiente. Nacía el ecologismo.
Termino este capítulo con la breve historia de Julia Butterfly Hill que, hasta ahora, se la recuerda por lo que hizo antes que por lo que ha escrito.
En 1997 Hill se convirtió en símbolo del movimiento ecologista al subirse a una enorme secuoya californiana de 55 metros para protegerla, así como al bosque en el que el árbol había vivido durante un milenio. Aunque Hill no fue la única ecologista en subirse a las ramas del árbol, apodado Luna, aquel día, se quedó en él durante dos años (738 días), hasta que la Pacific Lumber/Maxxam Corporation accedió a no derribar a Luna o a las secuoyas de alrededor y garantizó una zona protegida de tres acres.
Julia Butterfly Hill demuestra que incluso una sola persona puede realizar cambios. Ya te preocupe el mercurio en el pescado (capítulo 17), el calentamiento global (capítulo 16), o de las perforaciones en el Ártico, siempre hay una forma de hacer que las cosas cambien.
Diez simples pasos
De acuerdo con el científico canadiense David Suzuki, no necesitamos subirnos a un árbol y vivir en él durante dos años o liderar un movimiento ecologista para mejorar el medio ambiente. En su página web, www.davidsuzuki.org/WOL/Challenge/, ofrece un Desafío Natural en el que presenta diez simples pasos que se pueden tomar, y dice que es suficiente comprometerse a realizar al menos tres de ellos para hacer algo significativo:
Hogar ¡Vive de manera limpia!
Alimentación ¡Come local y sin grasa!
Transporte ¡Sé ecológico!
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