Un billete a Plutón y más allá
Si hubieses nacido hace cien años, uno de los grandes descubrimientos de nuestro sistema solar —el de localizar el noveno planeta— aún no habría ocurrido, y Clyde Tombaugh, el tipo que sería el primer estadounidense en descubrir un planeta, sería un simple granjero de Kansas con tan solo un diploma de instituto. ¿Demasiado extraño para ser cierto? En absoluto.
La historia de Plutón es fascinante. La forma en la que se descubrió el planeta ilustra el componente azaroso de los descubrimientos científicos, y la permanente discusión de si es o no es un planeta, nos conduce a una mejor comprensión de nuestro sistema solar.
Aunque Clyde Tombaugh es la persona que consta como descubridora de Plutón, no fue en modo alguno la primera persona en verlo. En 1894, Percival Lowell, a sus treinta y nueve años graduado de Harvard y miembro de una familia respetada de Massachusetts, fundó un observatorio en Flagstaff, Arizona (a una elevación de 2133 metros), donde pasó veintitrés años persiguiendo la corazonada de que no solo había agua en Marte, sino vida. Publicó varios libros sobre el tema y también se dedicó a otros proyectos, incluyendo la búsqueda del Planeta X. Lowell llegó a creer que las órbitas de Urano y Neptuno se veían afectadas por la atracción gravitacional de otro planeta. (Más tarde, después de que Plutón fuese identificado, los científicos comprendieron que los cálculos originales con respecto a Urano y Neptuno eran incorrectos, y aunque se pueden encontrar Planetas X, de hecho no hay alteraciones causadas por planetas en dichas órbitas).
Aunque Lowell no tenía una visión precisa de lo que estaba ocurriendo, su corazonada sobre otros cuerpos parecidos a planetas era correcta. Lowell murió en 1916 sin darse cuenta de que la verdadera contribución que hizo a la ciencia fue creer en un mundo más allá de Neptuno.
Clyde Tombaugh era lo menos parecido a un descubridor de planetas que te puedas imaginar. Tombaugh nació en 1906 en Streator, Illinois, y creció en una granja cerca de Burdett, Kansas, donde usó piezas de coches viejos y de maquinaria de granja para construirse un telescopio, un reflector newtoniano de 9 pulgadas que finalizó en 1927. Usando el telescopio y los oscuros cielos nocturnos del oeste de Kansas, hizo dibujos de Marte y Júpiter y los envió a los científicos en el Observatorio Lowell, esperando recibir opiniones. Debieron ver algo especial en estos dibujos pues lo contrataron para trabajar en el observatorio, a pesar de que sólo tenía un diploma de instituto.
Aunque Lowell había muerto en 1916, el observatorio aún perseguía su sueño de encontrar el Planeta X, y originalmente a Tombaugh se le asignó el uso de una nueva cámara f/5 de 13 pulgadas para fotografiar los cielos en busca de este posible planeta. Pronto también se le asignó la tarea de inspeccionar las placas fotográficas usando un microscopio de parpadeo Zeiss, un aparato anterior a los ordenadores que permitía a los astrónomos encontrar diferencias entre placas fotográficas tomadas de la misma área del cielo en momentos diferentes. (Inspeccionar las placas fotográficas era un trabajo necesario e importante, pero era tedioso y a menudo lo hacían simples empleados. En aquellos tiempos, era el tipo de trabajo para el que a veces se contrataba a las mujeres).
El 25 de febrero de 1930, Tombaugh miraba unas placas fotografiadas el 23 de enero y el 29 de enero cuando vio una mota de luz que cambiaba de posición exactamente como lo haría un planeta más allá de Neptuno. Creyó haber encontrado un planeta. Aunque los científicos hoy en día se ven impelidos a dar a conocer la información rápidamente para que el resto de la comunidad científica pueda seguir avanzando, en aquellos días, confirmar las teorías llevaba más tiempo. Los científicos en el Observatorio Lowell no anunciaron el descubrimiento hasta el 13 de marzo de 1930.
La emoción por el descubrimiento —el primer planeta identificado desde que en 1846 se descubriera Neptuno— fue enorme. El sueño de Percival Lowell se había cumplido justo en el observatorio que había fundado, y los americanos estaban encantados con que el planeta hubiese sido descubierto por un compatriota. Tombaugh fue honrado por organizaciones de todo el mundo. Finalmente, volvió a estudiar para completar su licenciatura y siguió trabajando descubriendo un cometa, una nova, cinco cúmulos abiertos, un cúmulo globular y un supercúmulo de galaxias.
En 1934 el New York Times informó de que había observatorios por toda la nación que estaban identificando tardíamente imágenes de Pluto que habían sido tomadas antes de su descubrimiento en 1930. De manera irónica, una de esas placas fotográficas estaba en el Observatorio Lowell. La foto había sido tomada en 1915, un año antes de la muerte de Lowell. Si la placa hubiese sido inspeccionada y el planeta identificado cuando aún vivía, el gran creyente habría podido sobreponerse a la mofa que causaba su búsqueda. Pero murió sin saber que había tomado fotos del noveno planeta del sistema solar.
La tradición de dar nombres de dioses griegos o romanos a los planetas data de los tiempos antiguos. Los planetas originales fueron conocidos por los romanos y los griegos pues notaban que de noche algunas «luces» se movían y otras no, y llamaron a las que se movían planetas de la palabra griega que significa «errante».
Hoy la organización oficial que da nombre a los planetas es la Unión Internacional de Astronomía, pero antes de que pudiesen reunirse tras el hallazgo de Plutón, los periódicos se llenaron de sugerencias de toda clase hechas por personas y organizaciones. Algunos de los nombres propuestos eran: Atlas, Zymal, Artemisa, Perseo, Vulcano, Tántalo e Idana. El personal del Observatorio sugirió Minerva, pero un artículo del New York Times del 26 de marzo de 1930, citaba a un científico del Museo de Historia Natural que les recordó que el asteroide 93 (de unos 1000 que se habían identificado y nombrado) se llamaba Minerva.
El nombre Plutón fue sugerido por una niña de once años que vivía en Oxford, Inglaterra. Sin embargo, no se trataba de una simple niña pequeña. El abuelo de Venetia Burney, Falconer Madan, fue bibliotecario de la Biblioteca Bodleiana de la Universidad de Oxford y tras leer la historia del descubrimiento del nuevo planeta mientras desayunaba el 14 de marzo de 1930, se lo comentó a su nieta. La clase de Venetia acababa de hacer una excursión por la naturaleza donde habían colocado los planetas a escala —gracias a este paseo aprendió que Saturno estaba nada menos que a 1019 pasos de la Tierra, de modo que era consciente de lo lejos que estaría un planeta más allá del oscuro Neptuno. (De hecho se sabe ahora que Neptuno está más lejos que Plutón por la naturaleza elíptica de sus órbitas). Además, había estado leyendo un libro llamado La era de las fábulas, de modo que estaba familiarizada con la mitología. El caso es que le sugirió a su abuelo que Plutón, el nombre del dios del inframundo, era muy adecuado para el nuevo planeta. Su abuelo contactó con uno de sus asociados, un antiguo astrónomo real, y a su vez, Herbert H. Turner envió un telegrama al Observatorio Lowell.
La combinación de dos factores: uno, que el nombre mitológico parecía idóneo, y dos, que las dos primeras letras del nombre servirían para honrar al astrónomo que originalmente tuvo el sueño, Percival Lowell, hizo que este nombre fuese el elegido.
Seis hechos sobre Plutón
Plutón es el planeta más pequeño del sistema solar: es más pequeño que la luna terrestre, y tiene la mitad de anchura que la luna de Júpiter, Ganímedes, mayor que Mercurio y el satélite natural más grande del sistema solar.
Plutón orbita alrededor del sol en un plano diferente al de los otros ocho planetas.
Mientras que todos los planetas tienen órbitas elípticas, la órbita de Plutón es más elíptica que cualquiera de las demás, lo cual significa que se acerca más al sol que Neptuno, pero viaja casi dos mil millones de kilómetros más lejos que el citado planeta.
Plutón tiene una luna, Caronte, que no es mucho más pequeña que Plutón y que fue identificada en 1978. Entonces, en 2006, se produjeron nuevas noticias: unos astrónomos anunciaron que habían avistado dos lunas más alrededor de Plutón gracias al telescopio espacial Hubble de la NASA. Se piensa que las tres lunas se formaron tras una colisión entre un gran meteoro y el planeta. Los científicos creen que podrán encontrarse más lunas.
El viaje de Plutón alrededor del sol dura 247,7 años. Esto significa que aún le quedan bastantes años antes de completar una órbita completa desde su descubrimiento en 1930.
Un día en Plutón dura seis días y nueve horas, lo que significa que posee la segunda velocidad más lenta de rotación del sistema solar (tras Venus, que tarda 243 días en dar una vuelta sobre su eje).
Durante muchos años, la vida con nueve planetas le parecía perfecta a todo el mundo. En 1931 el personaje de Disney, Mickey Mouse, adquirió una mascota llamada Pluto, Clyde Tombaugh había recibido muchísimos honores y fundó un departamento de astronomía en la New Mexico State University, y los escolares se aprendían el nombre de los nueve planetas.
Entonces en 1996, comenzaron los problemas cuando un grupo de científicos anunciaron que quizá Plutón no era exactamente un planeta. Cuando fue descubierto, Plutón era el único objeto conocido en el sistema solar más allá de Neptuno. (El descubrimiento de la primera luna de Plutón, Caronte, confirmaba aparentemente que era un planeta). Hoy los astrónomos han encontrado unos 1000 pequeños objetos helados (y puede haber muchos más) más allá de Neptuno que giran alrededor del sol en un área conocida como Cinturón de Kuiper. Para complicar el asunto aún más, hay desacuerdo en cuanto a la exacta definición de planeta.
Para seguir con esta discusión, necesitamos retroceder un instante y considerar lo que constituye un planeta. Para los primeros astrónomos —griegos y romanos— los planetas que podían ver (Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno) eran vistos como «estrellas» más brillantes que cualquier otro cuerpo planetario, y surcaban los cielos de manera predecible.
Desde entonces, los científicos han ajustado sus definiciones de lo que es un planeta (aunque aún es objeto de discusión). En general, se está de acuerdo en que un planeta es un objeto natural grande y esférico que orbita alrededor de una estrella y que, a diferencia de esta, no genera calor por fusión nuclear. Esta definición también distingue a los planetas de los asteroides y los cometas. Algunos científicos creen que cualquier objeto en el sistema solar lo suficientemente grande como para que la gravedad lo haya modelado hasta ser una esfera debería ser llamado planeta. Pero eso incluiría a unos cuantos asteroides y otros objetos en el Cinturón de Kuiper. Otra posibilidad es llamar de manera arbitraria, planeta, a todo aquello más grande que Plutón.
Sin embargo, los científicos también están de acuerdo en otra cosa: Plutón no es un planeta normal. Los otros ocho caen en categorías mucho más nítidas.
COMETAS: los cometas son generalmente bastante pequeños —menos de 10 kilómetros— y cuando se acercan lo suficiente al sol liberan agua de su superficie; la humedad se combina con el polvo y la suciedad para crear enormes colas en el cielo. Cada cometa tiene de hecho dos colas: una de gas y otra de polvo.
ASTEROIDES: La mayoría de los asteroides son objetos pequeños, de forma irregular con superficies sin aire. A menudo se localizan en el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter; sin embargo, pueden encontrarse cerca de Venus y más allá de Plutón.
SATÉLITES: Son objetos como nuestra luna que orbitan alrededor de otro gran objeto, no necesariamente el sol.
Los asteroides y los cometas orbitan alrededor de una estrella (nuestro sol) pero generalmente no son lo suficientemente grandes para alcanzar una forma esférica o para desarrollar gravedad.
Los cuatro planetas interiores, Mercurio, Venus, Tierra y Marte, son clasificados como planetas terrestres debido a que sus superficies son rocosas. Los planetas jovianos: Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, son conocidos por ser gigantes gaseosos. Y después está el pequeño Plutón…
No solo es Plutón el menor de los planetas, sino que es incluso menor que la luna de la Tierra y es la mitad de grande que el segundo planeta más pequeño, Mercurio. Los días malos, los científicos se refieren a él como «una gran bola de hielo», una descripción que resulta ser bastante precisa. Tiene una composición helada muy parecida a la de un cometa, aunque es 1000 veces mayor que uno normal. También orbita alrededor del sol a una inclinación de 17 grados con respecto al plano en el que se mueven los demás planetas. Se cree que está compuesto en su mayor parte de hielo de agua con una fina capa de nitrógeno helado mezclado con pequeños fragmentos de metano y monóxido de carbono.
Hacia finales del siglo XX, el Museo Americano de Historia Natural estaba terminando el trabajo de remodelación del Planetario Hayden y la muestra sobre el espacio, ahora llamado Rose Center for Earth and Space [Centro Rose para la Tierra y el Espacio]. Cuando el área de exposiciones se abrió revelando que Plutón no estaba listado como planeta, sino como objeto del Cinturón de Kuiper, el escándalo fue tan grande como si Disney hubiese anunciado que iban a hacerle la eutanasia a Pluto. Además de las protestas de algunos científicos, el museo se inundó de cartas de queja de escolares suplicando que Plutón volviese a ser un planeta.
Como resultado de la conmoción, la Unión Astronómica Internacional, responsable de nombrar y clasificar todo en el espacio, accedió a crear un comité para que diera una definición «adecuada» de planeta. Definido de una forma, Plutón estaría dentro de esta categoría —al igual que un buen número de objetos que son conocidos o que pueden descubrirse—. Definido de otra forma, Plutón estaría fuera y nos quedaríamos con tan solo ocho planetas.
En julio de 2005, el mundo científico pasó por otro bache. Unos astrónomos españoles encontraron cierta información en Internet del trabajo que estaban llevando a cabo unos científicos en el Instituto Tecnológico de California. Este descubrimiento impulsó a Michael Brown a anunciar el descubrimiento de un nuevo «planeta» muy parecido a Plutón, aunque más grande. Conocido oficialmente como 2003 UB313, pero de sobrenombre Xena («es más fácil llamarlo así», escribe Mike Brown en «A Tenth Planet Beyond Pluto!» www.gps.caltech.edu/-mbrown/), el nuevo descubrimiento también forma parte del grupo de objetos helados que componen el Cinturón de Kuiper. En octubre de 2005, el descubrimiento de una luna que orbita alrededor de este nuevo cuerpo intensificó la discusión.
Con fecha de 2006, los científicos pudieron anunciar su tamaño y habían determinado que tiene un diámetro de aproximadamente 2995 kilómetros. (Plutón tiene un diámetro de tan solo 2250 kilómetros).
¿El paso siguiente? La Unión Astronómica Internacional (IAU) ha de dar una definición de planeta para que el objeto de Mike Brown pueda ser nombrado de acuerdo con su clasificación. Aquí hay algunas posibilidades de lo que puede decidirse:
De modo que estad al tanto. La razón por la que este no es tu libro de ciencias es porque aún están ocurriendo cosas.[2]
El 19 de enero de 2006, una nave sin nombre de la NASA despegó hacia Plutón en un viaje de nueve años y casi 5 mil millones de kilómetros. Es la nave más rápida jamás lanzada, capaz de alcanzar los 60 000 kilómetros por hora, pero aún harán falta nueve años y medio para que alcance Plutón y los confines del sistema solar.
El lanzamiento Nuevos Horizontes está planificado de tal forma que en 2007 pasó cerca de Júpiter y su poderoso campo gravitacional lo lanzó a modo de honda hacia Plutón. No aterrizará en él sino que lo fotografiará, analizará su atmósfera y enviará los datos a través del sistema solar hasta la Tierra.
La misión es continuar más allá de Plutón, para visitar posiblemente grandes objetos en el Cinturón de Kuiper, donde abundan cometas y planetas enanos. Los científicos tienen esperanzas de que proporcione información relevante de cómo se formaron el sol y los planetas.
Como tributo al descubridor de Plutón, Nuevos Horizontes contiene parte de las cenizas de Tombaugh. Su viuda de noventa y tres años pudo observar el lanzamiento a una distancia de unos seis kilómetros.
A principios de 2006, los científicos estaban fuera de sí de euforia por el retorno sano y salvo de la nave Stardust, que aterrizó sin problemas en Utah después de un viaje de siete años y 5 mil millones de kilómetros en el espacio exterior.
La basura también lo es en el espacio
Los científicos de la NASA informan que a fecha de 2006, hay más de 9000 piezas de residuos espaciales orbitando la tierra, un peligro que solo puede esperarse que empeore en los próximos años.
El área con mayores residuos está entre 885 y 1005 kilómetros sobre la tierra, y aunque la basura no es un peligro para los vuelos tripulados, puede resultar un riesgo para los vuelos comerciales y de investigación que viajen más allá del área por dónde pasan normalmente los transbordadores.
En este punto no hay solución viable, técnica o económicamente, para quitar los objetos del espacio. Sin embargo, los científicos necesitarán trabajar en este problema que va a ir a peor.
La razón de esta euforia es que su cargamento —alrededor de un millón de partículas de polvo de cometa con unos doscientos granos de polvo estelar— se espera que proporcione información sobre cómo se formaron la tierra y el sistema solar y, en definitiva, sobre el origen de la vida sobre la tierra, ya que la composición de estas partículas no ha cambiado en 4500 millones de años.
La investigación de estas partículas durará décadas y serán enviadas a 160 científicos en todo el mundo. Además, una selección de voluntarios (65 000 personas ofrecieron su ayuda) usarán software proporcionado por la NASA para trabajar desde sus casas, escudriñando imágenes de porciones de las células de la colección en un esfuerzo por localizar más rápidamente las diminutas partículas que han de estudiarse. (La mayoría de estas partículas tienen un grosor inferior a la décima parte de un cabello humano). Los granos se cree que son los prístinos restos del nacimiento del sistema solar hace unos 4600 millones de años.
Aunque aún no se puede llamar a un agente de reservas de la NASA, el gobierno está empezando a considerar la posibilidad en el futuro de que el turismo espacial sea posible para personas con abultadas cuentas corrientes. (En 2001 el empresario americano Dennis Tito pagó a los jefes espaciales rusos 20 millones de dólares por viajar en una de sus naves espaciales, convirtiéndose en el primer turista espacial).
La FAA (Administración Federal de Aviación) está actualmente pensando en normas para el entrenamiento y las cualificaciones médicas, y la propuesta completa puede verse en ast.faa.gov/files/pdf/Human_Space_Flight_NPRM.pdf.
Un nuevo capítulo en los vuelos espaciales comenzó en julio de 1950 con el lanzamiento del primer cohete desde Cabo Cañaveral, Florida: el «Bumper 2». La fase superior fue capaz de alcanzar una altura cercana a los 400 kilómetros. Lanzado bajo la dirección de la Compañía General Electric, se utilizó para la investigación sobre la atmósfera superior; permitió medir atributos como la temperatura del aire y los impactos de rayos cósmicos. Siete años más tarde, la Unión Soviética lanzó el «Sputnik I» y «Sputnik II», los primeros satélites en la órbita terrestre. En respuesta, en 1958, EE.UU. creó la NASA, National Aeronautics and Space Administration. (NASA)