CAPÍTULO 85

Con la comida no se juega

¿Sabes cuando te presentas a un examen y te ponen una pregunta que realmente no te han explicado? Vale, estáis hablando conmigo, vuestra madre jamás os creería, pero yo sí. En alguna escasa ocasión sucede. Tú vas a selectividad y te preguntan por el sistema bismarckiano, y recuerdas perfectamente la frase de la listilla de tu profe de historia: «Esto no lo damos, que no es importante.» Pues esa sensación tenía yo siempre que me sentaba a comer en mi casa. Intentaba saberme la lección pero mi madre siempre me sorprendía con algo fuera de temario. El efecto sorpresa de una drama mamá es insondable.

Cuándo lo utilizaba:

Esto va de la siguiente manera:

—La edad no importa: tú tienes 8 años; bueno, quien dice 8 dice 18, y quien dice 18 dice 33. «Te haces la mayor para lo que tú quieres. Además, para ser mayor no sólo bastan los años, no, nena, no, sino el sentido común, y tú de eso no gastas. Si yo te tengo que decir con 65 años que te sientes recta en la mesa, pues te lo digo, que para eso soy tu madre.»

—El lugar no importa. ¿Que estás en mitad de una comida familiar en un restaurante? «Siéntate recta, nena.» ¿Que la comida no es tan familiar y llevas a tu nuevo novio? «No apoyes los codos.» ¿Que tu madre se cruza contigo mientras tú estás en una comida de empresa, pues allá que va ella: «Come con la boca cerrada.» Y tú lo único que piensas: «Por Dios, que se vaya, que no diga nada más, prometo peregrinar a Roma, andando, comiendo vainas todo el rato, descalza, pero que se vaya.» Pero tú muy lista no eres, ni lista ni empírica, porque las otras 11.503 veces deberían haberte servido como experiencia para saber que una drama mamá siempre va a apostillar: «Y termínate todo el plato, nena.» Ahí está ella, y tu jefe atragantado, y pasas a ser la nena también en la oficina, lo que te colma de ilusión. La madre que me parió…

—Pero, sobre todo, tú no importas: ya has comido. Vienes de viaje, tienes 33 años y llegas a casa. Pensabas que al café, pero algo se ha torcido y llegas en mitad de esa comida familiar con los futuros suegros de tu hermana. Pues más te vale ser de digestión rápida porque, en mi casa, se vuelve a comer y punto. Y como mi madre te vea entretenerte con los cubiertos… Ni futuros suegros, ni el rey por el medio: la colleja está asegurada y como mínimo te llevas un «con la comida no se juega, nena, y de ahí no te levantas hasta que te lo termines todo. ¿Qué van a pensar estos señores?» Pues que estamos tarados, mamá, eso van a pensar.

Consecuencias del consejo:

Sudoración y sensación pre-examen constante a la hora de la comida.

Si estoy sola como de pie, para no jugármela. En plan tentempié, que así no cuenta. Creo.

Discurso mental algo psicótico cada vez que tengo una comida con mucha gente. Algo parecido a cuando te vas a sacar el carnet de conducir: cinturón, asiento, espejos. Pero más del tipo: codos, cubiertos, espalda, boca.

Excepciones para utilizarlo:

Futuros hijos míos, nos vemos en nuestra primera comida familiar con la drama abuela: sentaos rectos, que no estamos en un bar, no apoyéis los codos, comed con la boca cerrada, no chupéis el cuchillo, la comida se acerca a la boca, no vosotros a la comida, se bebe con la derecha, no metáis la mano en el plato, no os limpiéis con las mangas, la salsa no se unta, con la comida no se juega… Y, ¡por Dios!, si os acordáis de alguna otra, chivadme, prometo barra libre de Nocilla a cambio.

Versiones:

«Mi madre continuaba con “todo lo que hay en el plato se come”. Y ahí me quedaba yo intentando camuflar la carne debajo de las patatas, hasta que me derribaban el muro patatil y vuelta a empezar.» Regina

«Quien come y canta… ¡algún sentido le falta!» Lola

La opinión del experto:

«Para que las comidas sean acontecimientos sociales familiares, agradables y compartidos, debe haber acuerdo respecto a ciertas normas. Y esas normas, si es necesario, deben ir reforzadas por un control firme. Existen buenas razones para que un niño coma sentado a la mesa. En primer lugar, fomenta la postura correcta y los buenos modales. En segundo lugar, es más fácil limpiar las manchas del mantel que quitar el puré de patata incrustado en el respaldo del sofá. En tercer lugar, un niño que come en movimiento no se lo pone fácil a su aparato digestivo e, incluso, corre el riesgo de atragantarse si empieza a correr por ahí con la comida en la boca.» Jo Frost. (Supernanny. Consejos prácticos y sensatos para educar a tus hijos.)

Vaya… Ésta va de parte de mi madre, está clarísimo.