CAPÍTULO 71

Nena, ir a un self-service

es tirar el dinero

Este consejo creo que entrará dentro de la categoría de «sólo la madre de la nena», aunque todavía podéis sorprenderme.

Mi madre les tiene una tirria inconcebible a los self-service (o como diría ella: selservis) y a los restaurantes sin mantel. No puede. Es superior a ella.

—Para una vez que salimos a comer por ahí, nena, una vez al año, ¿y me tengo que servir yo la comida? Vamos, hombre, pero ¡qué invento es éste! Todos los días del año que si pon la mesa, prepara la comida, los manteles, servilletas, los cubiertos, que todo esté rico, que todo esté bonito, y un día, ¡un día! que nos damos un capricho y nos vamos por ahí, tengo yo que levantarme y ponerme la comida, encima con esos mantelitos de papel. Que así yo también tengo un restaurante, total, lo mismo da cocinar para 5 que para 50, si ellos solos se sirven y luego la vajilla y los manteles van a la basura. Vamos, hombre, y si aún fuera un bufet (ella dice «bufé»), que puedes comer todo lo que quieras. Aunque ya te digo yo que la comida es malucha, vamos, que esas croquetas no son ni de pollo ni de jamón, eso es croqueta de bechamel, porque no llevan nada. Pero, bueno, lo del selservis me parece un horror. Vamos, hombre, la última vez que me ven a mí en uno de éstos. Nena, ir a un self-service es tirar el dinero, con lo que cuesta ganarlo.

Cuándo utilizaba el consejo:

En mi casa salir a comer fuera es un acontecimiento. Normalmente lo propone mi madre, pero casi nunca lo conseguimos:

—Estoy harta de cocinar. Todo el día como una criada. Me merezco un descanso, que me tenéis explotada. ¿Por qué no comemos por ahí? Me ha dicho la Juani que han abierto un restaurante muy mono en el centro y que se come bien, y hacen un cordero para chuparse los dedos.

El resto de la familia siempre decimos que sí, pero, ¡ah!, una drama mamá siempre es una drama mamá, no coge fiesta nunca.

—Aunque tengo un chicharro que compré el otro día y que me sale tan rico… Y sería una pena que se perdiera.

—Bueno, mamá, pues lo comemos mañana.

—Ya, pero mañana no estará tan jugoso y con el precio que tiene el pescado… como para dejarlo pasar. Que yo no sé cómo los pescan, a besos debe de ser, porque si no, no entiendo el dineral que vale.

—Seguro que mañana está igual de bueno.

—Pero tú qué vas a saber, si no soportas el chicharro, si todo te da para atrás, que más que papilas gustativas debes de tener una fregona, porque entre que no te gusta nada y los ascos que te dan… Total, que vamos a un restaurante y pides pollo, que para eso, para comer pollo, nos quedamos en casa y comemos pescado, que seguro que es más sano como lo cocino yo. Que han dicho en la tele que hacen unos pollos sin patas ni nada, sólo cuerpo, y los engordan y los venden muy baratos. Que uno no se puede fiar de lo que le dan en los restaurantes, que en casa sabemos lo que estamos comiendo, con aceite de verdad y no con esos esprays que les echan por ahí.

—Chica, vamos a salir, por un día… —Yo insisto, pero mi no drama papá permanece en silencio porque conoce el final.

—Nada, nos quedamos en casa; si como comemos aquí, no se come en ningún lado.

Una vez se me ocurrió invitarles al típico Wok en el que tú coges lo que quieres y luego un chino te hace algo a la plancha. Quién me mandará a mí innovar con mi madre. Yo no le he visto la cara tan desencajada nunca, ni siquiera cuando le dije que me iba a vivir con un novio sin casarme, y eso que ese día mi hermana y yo casi pedimos un carro de paradas cardíacas al hospital, en previsión del infarto, digo. Pues lo del Wok, peor:

—Nena, esto no es comida. No, no. —Me miraba con los ojos como platos mientras me metía pellizquitos—. Estos chinos están locos. ¿Arroz tres delicias le llaman a esto? Pero ¿qué delicias?, ¿qué entenderán los chinos por delicias? Es otra cultura, nena, otra cultura. Una delicia es una buena torrija, esto es un trozo de gamba, con suerte, porque las gambas que compro yo tienen otra pinta y otro color, no sé, más color a gamba. ¡Pero si son transparentes! ¿Y los guisantes? —Más pellizquitos—. Mira esos guisantes. —Y ponía cara de estar viendo un cerdo volar—. Eso no son guisantes, te lo digo yo, eso es hierba prensada. ¿Y por qué todo sabe igual? Ayayayayy, a qué sitios nos traes. Yo no entiendo qué ganas de ser moderna tienes. Con lo bueno que está un menú del día o un plato combinado, con su sanjacobo de toda la vida. Pero mira esa gelatina que lleva el cerdo. —Triple pellizco—. Mira que habré cocinado yo el cerdo de mil maneras, qué digo mil, ¡dos mil! Que el cerdo es muy agradecido y nunca, oye lo que te digo, nena, nunca me ha salido esa grasa tan rara. Eso no puede ser cerdo, o los cerdos chinos en vez de piel, tienen vaselina. ¿Y por qué llaman pan a eso? Es un bollo aceitoso, pues que se inventen otro nombre, que no le pongan pan, porque entonces tú crees que vas a comer pan y no, te dan eso medio dulce, ¡y caliente! Te digo, nena, que es otra cultura. ¿Y encima me tengo que levantar yo a servirme? —Siete pellizcos y un pisotón, todo en plan disimulado—. Unos listos son estos chinos, y a ver si aprendes de una vez a comer como la gente normal, que esto son todo guarrerías, vamos. ¡Pagar por esto! Con el chicharro tan rico que tenía yo en la nevera. Esto es tirar el dinero, y tú eres muy mucho de tirar el dinero, que yo no lo entiendo, porque no será que hayas visto en casa que derrochemos. Eso lo has aprendido fuera.

Consecuencias del consejo:

Lo dicho, cuando por fin conseguimos comer fuera de casa, vamos más arreglados que a una boda, y nos sentimos los reyes del mambo.

Segunda consecuencia: soy incapaz de disfrutar de un self-service, porque voy tan tranquila con mi bandeja y no paro de oír a mi madre dentro de mi cabeza, y eso te quita el hambre. Os lo digo yo.

Excepciones para utilizarlo:

Futuros hijos míos, no es que me vuelvan loca, pero tampoco es que los self-service los cargue el diablo; vamos, que a vuestro aire. Ya descubriréis si os gustan o no. Aunque lo de la gelatina en el cerdo tengo que admitir que sí es un poco raro.

Versiones:

«A mí no se me ocurre llevarles a un Wok ni loca. Mi padre califica todo lo que no sea comida tradicional como “Pizas y mierdas de ésas” (léase tal cual: pizas). Con decirte que cuando va de Navarra a Madrid por trabajo, cena siempre en un restaurante navarro.» Teresa