CAPÍTULO 69

Que no te lo tenga que repetir

Un clásico reeditado año tras año durante toda mi vida, incluido ayer. Ayer mi madre me dijo:

—Haz el favor de comer más lentejas, que se te ve en la cara que te falta hierro. Que no te lo tenga que repetir.

El mundo entero funcionaría mejor si alguien hiciera caso a las madres porque qué análisis de sangre ni qué anemia, si tu madre es capaz de mirarte a los ojos y saber que andas justa de hierro. Tal cual. Da igual lo que tú discutas, mejor que no te lo tenga que repetir. Y, sobre todo, que no se le ocurra a un médico discutírselo. Inconsciente…:

—Pero qué sabrá usted, conoceré a mi hija o no, que la he parido yo. ¡A estas alturas! Que tiene la piel agrietada y se le pone pelo de escoba. ¡Mírela! ¡La pinta de enferma que tiene! —Yo miraba al médico con pena, por él, no por mí—. Y ese pelo de escoba —ahí, insistiendo—, desde hace diez años, es anemia. Que yo vengo al médico porque hay que venir a por la receta, pero yo ya le hubiera dado las ampollas ayer, y me pone también un poco de calcio, que le he visto las uñas muy raras, como arrugadas, y mejor prevenir que curar.

Y el médico y sus diez años de carrera se quedaban allí, con cara de depresión y acordándose de su madre, aunque puede que de la mía también.

Cuándo utilizaba el consejo:

En miles de situaciones, las proféticas, y las que no.

—Ponte a estudiar que mañana te van a preguntar los ríos.

—Voy, mami, déjame que termine un segundo estos dibujos y ahora mismo.

—Nena, que te voy a preguntar luego la lección y vamos a tener un disgusto. Y ya sabes que los disgustos te sientan mal porque a mí me sientan peor.

—Pero si ya me la sé. —Ahí, en plan rebelde.

—Mira, saberse me sé yo los reyes godos, que cuarenta años después todavía me acuerdo, que si quieres te los digo del tirón. Entonces sí que estudiábamos. Tú lo que haces es imaginar que te sabes las cosas, que luego andas diciendo que el Ebro pasa por Sevilla, como en el último control, que me lo dijo la maestra.

—Y a mí de qué me sirve saber por dónde pasa el Ebro… —Tú notas que dices esto y según las palabras pasan por tu boca, se debilitan hasta casi desaparecer, que cuando llegas a decir «Ebro», tu voz ya es un hilito y sabes que la muerte puede andar cerca. Es la típica frase que nunca, nunca, nunca hay que decirle a una drama mamá, a no ser que como niña tengas algún tipo de interés especial en conocer y vivir de cerca el Apocalipsis. Es una cosa que se aprende rápido, te la juegas una vez, dos si eres muy suicida. Hubo una vez una niña que la dijo tres veces y se fue interna.

—¡A mí no me hables así que soy tu madre! Habrase visto, la niña, que para qué necesita saber por dónde pasa el Ebro, pues para que te enteres exactamente dónde has caído cuando te lance al río con esa tele detrás de ti. Así podrás poner cara de «mira, estoy en el Ebro y ésta es la tele que nunca más voy a ver por haberle contestado mal a mi madre», que es la cara que se te va a quedar a ti, respondona. Te pones a estudiar ahora mismo y como no te lo sepas de corrido en una hora, te enteras de dónde está el Ebro, pero bien. ¡Y que no te lo tenga que repetir!

Si se te ocurría levantar los ojos del suelo, no digo ya hablar, no, sólo con cruzar los ojos con los suyos en ese momento, quedabas fulminada y te convertías en una niña de piedra para siempre jamás. Yo nunca miré, por eso no soy de piedra.

Consecuencias del consejo:

Si alguien, cualquiera, un profesor, un cliente, la cajera del súper, me dice: «¿Te lo repito?», yo me descompongo. «Que no me lo repita, que no me lo repita. El mundo se contraerá sobre sí mismo, luego explotará y, encima, mi madre se enterará de que han tenido que repetírmelo.»

Segunda consecuencia: tengo la típica cara de «me entero de todo». Eso no significa que me entere de nada, así que llego a situaciones curiosas; por ejemplo, no me enteré durante meses de para qué servía aquel vaso que nos daban en el cole y, por no preguntar, jamás tomé calcio… Si en el fondo mi madre lo sabía, ya decía ella que me veía las uñas como arrugadas.

Tercera consecuencia: «El Ebro nace en Cantabria y pasa por Castilla y León, La Rioja, Navarra, Aragón y Cataluña.» Veinte años después.

Excepciones para utilizarlo:

No quiero decir esta frase, de verdad que me daba terror. Futuros hijos míos, sed libres y probad a decirlo. Me han contado que funciona así: «¿Le importaría repetírmelo?»

¡Uy, qué mal cuerpo! De verdad, me descompongo sólo con escribirlo.

Versiones:

«Esa frase o “Es la última vez que te lo repito” eran completamente odiosas. Yo siempre pensaba: “¿Última? Pero si es la primera vez que me lo dices…” Y después: “Eso, eso, ojalá sea de verdad la última vez que me lo dices.” Pero no lo era.» Irene, de los Umpa Lumpa

La opinión del experto:

«El papel de madre lleva implícito hacer de “mosca cojonera”; es como si a fuerza de repetir las cosas consiguieran grabártelas en el cerebro. Y no les falta razón, lo sabes sobre todo cuando de adulto te sorprendes diciendo a tus hijos lo mismo y de la misma manera que te lo dijeron a ti tus padres.» Rocío Ramos-Paul

Tengo un buen titular: la supernanny dice que ser madre es ser «mosca cojonera». Bueno, más o menos lo dice, no me seáis puristas.