Tápate la barriga, que te vas a enfriar
Yo de pequeña pensaba que las barrigas eran hipersensibles, y que si se te enfriaban era una auténtica catástrofe. A mí no hacía falta que me dijeran que iba a venir el coco, menuda tontada, a mí lo que me asustaba de verdad era un corte de digestión. Claro que yo me imaginaba que se me iba a partir en dos la tripa, tipo hachazo. Sí, una niña un pelín gore.
Cuándo utilizaba el consejo:
Tú piensas que lo lógico es que lo dijera cuando hacía frío. ¡Ay, infeliz! Esperando lógica de una drama mamá. Mi madre me lo decía cada vez que me veía la barriga. Voy a concretar un poco. Eso ni siquiera significa que la tuvieras al aire, noooo, eso significa que si se acordaba de que eras su hija y no tenía otro consejo pendiente, te decía:
—Nena, tápate mejor la barriga, que te vas a enfriar.
Que yo me recuerdo mirando mi barriga pensando: «¡Por Dios! ¿De qué está hecha? Si llevo una camiseta interior, unas bragas de puntillas hasta debajo del pecho, una camiseta con felpilla por dentro, un jersey de lana que haría las delicias de cualquier esquimal, un pantalón de pana, un anorak de paño, bufanda, guantes y pasamontañas.» Porque sí, yo fui niña de pasamontañas, pero de los que sólo se te ven los ojos:
—Que por la boca se coge de todo, nena, y las anginas son muy malas.
—Ya, mamá, pero no puedo hablar.
—¿Pero tú qué vas a querer decir con lo pequeña que eres? De aquí al cole vas en silencio, repasando la lección, que seguro que te viene bien.
—Ya, mamá, pero es que no oigo bien.
—Pues te agarras a la mano del abuelo y que él te lleve. Ya te lo he dicho, repasando la lección, la tabla del siete que siempre te la inventas.
—Ya, mamá, pero es que no puedo ver bien.
—Ya, mamá, ya, mamá… ¡Qué pesada eres! Que ves perfectamente, ¿o quieres que te tengan que operar las anginas? —Yo negaba, por cansancio, probablemente, porque ni idea de qué eran las anginas—. Pues eso, te vas con el gorro bien puestico.
—Pero es que tengo pinta un poco rara… Martita tiene un gorro superguay con una bola roja y orejas de conejo, y el mío es como de ladrón.
—¡Ay, por Dios! Que tienes cada cosa… El tuyo es mejor, que lo hizo tu abuela. ¿O le vas a decir a tu abuela que su gorro no te gusta?
Chantaje, leches, eso era chantaje emocional en toda regla, y allá que iba yo, que sólo se me veían los ojos, como un alma en pena, como una pequeña terrorista en pena, porque de eso era de lo que tenía pinta. Y aún gritaba:
—Y tápate bien la barriga, que te puede dar un corte de digestión.
Lo segundo más terrible que te podía pasar en la vida era que se te enfriaran los riñones. De ahí que fuera supernecesario meterte la camiseta por las bragas, qué digo la camiseta, yo he llevado jerséis de lana gorda (sí, de esos que picaban) remetidos por las bragas. Esto movilidad no te daba, te convertía un poco en una niña palo, ahora, que con tanto refajo y tan bien colocado, eras una niña que rebotaba con los golpes. Incómodo pero práctico.
Consecuencias del consejo:
Me siento salvaje si no me remeto la camiseta dentro de las bragas. Puro riesgo.
En agosto, duermo con la sábana sobre la barriga. Puedo estar desnuda, pero necesito aunque sea un pañuelo en la tripa, si no, no cojo el sueño.
Consecuencias en mi hermana, mucho más dramáticas: necesita pilas de ropa para dormir, también a 40 grados; no le sirven los edredones. Necesita mantas que pesen, varias. Y varias veces hemos estado a punto de perderla por un golpe de calor mientras dormía.
Excepciones para utilizarlo:
Futuros hijos míos, prometo decirlo sólo si hace frío y si tenéis la barriga destapada. Y si alguna vez os meto un jersey de lana por dentro de la ropa interior, tenéis mi permiso para gritarme. Y para haceros un blog metiéndoos con vuestra madre, también.
Versiones:
«Eso no me lo dice mi madre, me lo dice mi abuela. Pero en su caso es más bien afirmación: “¿Cómo no vas a estar siempre enferma llevando los riñones al aire? ¿No tienes frío?” Su concepto de riñones al aire es que al agacharme se vea un centímetro de piel entre el vaquero y el jersey. Y, por supuesto, ese centímetro es el culpable de todas mis anginas desde que tengo 14 años.» Drew
«“¿Cómo no te van a doler los riñones con la camisa por fuera? Claro, que si te casaste con la camisa por fuera pues ya eso te lleva a la tumba.” Ése es el diagnóstico de las hernias de disco que tengo, según mi madre.» Anónimo
«Mi madre era aún más dramática: “Tápate la barriga, que vas a coger la muerte.” Ni frío ni leches, nada menos que la muerte. Consecuencia: ahora, a mis 29, tengo cierta fobia a coger frío y tener cistitis, y hago propaganda entre mi grupo de amigas para que se tapen los riñones, no se sienten en zonas frías y húmedas, etc. Y ni tan siquiera soy madre. ¡El gen de drama mamá ya está en mi sangre!» Marta
«Mi drama mamá, al ser vallisoletana, tenía muy interiorizado lo que es el frío. Yo llevaba puesto habitualmente en invierno: bragas de la abuela de ganchillo que cuando te las quitabas permanecía el dibujo en la carne, camiseta de felpa remetida en la braga, faja (sí, faja, para abrigar los riñones y la barriga), jersey de cuello alto y jersey de lana. Parte inferior: leotardos, pantalón de guata y calcetines. Anorak, manoplas y pasamontañas. De calzado: botas, vaya a ser que con unos zapatos me mojara. Consecuencia: recuerdo hacerme pis encima por no darme tiempo a bajarme tanto atuendo. Ahora, a mis 38, estoy en plan anárquico y hasta salgo con el pelo mojado a cero grados.» Evita