CAPÍTULO 53

Si te portas mal, los Reyes

te traerán carbón

Vaya por delante que actualmente mi madre es la mejor reina maga del mundo. En serio. Tú dices allá por agosto: «Mira qué gafas más monas», y ella las compra y te las guarda para Reyes. O vas de compras y te pruebas un vestido y ella empieza: «Te queda fatal, chica, no te compres eso que es muy feo, es de pilingui.» Y ella lo reserva cuando te metes al probador y te lo pone en el zapato. Ha conseguido que con 33 años me ponga el despertador el día de Reyes y levante a mi hermana a gritos. Incluso mi no drama papá se pone nervioso abriendo sus paquetes. Siempre en orden. Porque en mi casa abrimos uno cada uno, por turnos, y todos celebramos los regalos de los demás.

Además, siempre tiene algún regalo sentido. Por ejemplo, este año, me ha agrupado una colección de jaboncillos que tenía cuando era pequeña, me ha comprado una caja preciosa donde guardarlos y me lo puso en el zapato. Y lloramos las dos cuando abrí el regalo. Así somos, sentidas.

Además es espléndida, y mi no drama papá también. Entre muchos regalos me ha caído un billete de 500 euros. Ajá, existen, y yo tengo uno. Nuevecito, que parece del Monopoly.

—Ale, para que ahorres, que tú tienes un agujero en la mano. Te lo damos agarrado, que nadie te cambia un billete así, para que no te lo gastes. Porque, nena, tú sabes que no puedes ir a un bar con ese billete, ¿no? Pues eso, el lunes te vas directica al banco y lo ingresas.

—Pero mamá, el dinero es para gastar.

—Así te va, nena, así te va. Pues éste no vas a poder gastarlo, y si no, nos lo devuelves. Es para la cuenta de ahorro, esa que tiene que hacer eco, que yo creo que tú el dinero te lo comes.

Vamos, que tengo un billete de 500 para mí solita, de recuerdo, porque no se puede gastar.

Es la reina maga perfecta, pero ha sido muy pro carbón para que entendiéramos el mensaje de los Reyes, pero pro carbón de la caldera de mi abuela, nada del dulce.

—Pero ¿cómo narices va a entender un niño que se ha portado mal si le dan azúcar? No, no, no.

—Ya, mamá, pero ¿te parece normal que hasta los 18 años me echaras un saco de carbón? Tooodoooss los años.

—Mira, ¿te parece normal que tú hasta los 18 años fueras una niña insufrible que no paraba de portarse mal?

—No tan insufrible…

—Nena, que a ti se te hacía bolo la carne en la universidad. Insufrible es poco, y si hubieras sido insufrible pero no anémica pues igual lo hubiéramos llevado mejor, pero todo junto… Lo que me has hecho sufrir tú a mí. Bastantes regalos has tenido con lo mala que eras. ¿Quieres que te recuerde cuando rompiste el espejo del baño? Enterico, con la cabeza. Que te llevé a urgencias con todos los cristales clavados en la cara y los brazos, y me miraron con una cara… ¡Que parecíamos la procesión del Cristo Mutilado! Lo que me costó explicarle al médico aquel lo que te había pasado. Y mira que te dije que no entraras al baño, que la luna estaba floja. Y tú no sólo entraste, sino que te dio por descubrir que si pegas un párpado a un espejo te notas el pulso. Eso le decías al médico aquel, que tuvo que pensar que a ti te faltaba un punto de cocción. Porque no era normal. Toda llena de yodo. O cuando saltaste de aquel tractor, que un día ya me contarás qué hacías tú en un tractor, que todavía no lo entiendo, y te partiste la rabadilla, que debe de ser el hueso más inútil del cuerpo pero te tiraste un mes sin sentarte, con aquel flotador a todos lados, ¿te acuerdas? O el año que te dio por hacerte la fugitiva y desapareciste tres horas al salir de colegio…

—Vale, vale, es que era inquieta.

—Nena, inquieto es alguien que se mueve en la silla, tú más bien eras convulsa. A ver, para que me entiendas, inquieta es tu hermana cuando mueve el pie repetidamente estando en el sofá, que me pone de los nervios. Te lo digo: un día se lo corto. Tú eras más bien de probar a darle la vuelta a tu pierna por detrás del cuello a ver si llegabas a tocarte la oreja, tirabas la lámpara de cristal al intentarlo y también te dislocabas el tobillo. ¿Lo entiendes? Tenía que haberte hecho comer el carbón, pero el de tu abuela, a ver si parabas quieta un rato, que somos clientes VIP de urgencias.

Consecuencias del consejo:

De muy pequeña, los Reyes y yo no nos entendíamos. A ver, esos tipos me traían sacos enormes de carbón, y me dejaban una carta escrita con cientos de recomendaciones que debía cumplir si quería más regalos al año siguiente, y en la carta siempre ponían que le hiciera caso a mi madre, que sufría mucho cuando me portaba mal y era una buena madre con una hija muy revoltosa. Total, me traían juegos educativos y nunca la Barbie con la que yo soñaba. Psé, su magia me parecía bastante justica.

Como un año que me levanté en mitad de la noche y vi un bulto enorme en mi zapato, del doble de mi altura, y me fui a la cama como si me hubieran pinchado cafeína en vena, aguantando histérica a que dieran las ocho de la mañana para abrir aquel enorme regalo que tenía que ser la leche, con lo grande que era. ¿Y qué era? Pues dos sillas para mi cuarto, con dos cojines de flores a juego, con volantes. Sí, el sueño de toda niña de 10 años.

—Pero, mamá, ¿por qué pusiste eso en el zapato?

—Chica, había que comprarlas y dije: pues así desenvuelve un regalo más. Oye, y bien que te has sentado años en ellas.

Pues eso, es pro carbón y también es muy pro regalo práctico. Eso, con 33 años, lo agradeces, pero con 10, te frustra.

Excepciones para utilizarlo:

Estoy casi convencida de que los niños de ahora se creen que el carbón es eso dulce que traen los Reyes. Así que paso de la frase, eso sí, la carta de los Reyes con todos los deseos para que obedezcan mis órdenes y sepan la supermadre que soy ya la tengo escrita, y no estoy siquiera embarazada.

Versiones:

«A mí también me dejaban una carta con una serie de recomendaciones, que yo cumplía al pie de la letra durante la primera semana. Pero mi reina maga hacía lo imposible por dejarme las cosas que yo había pedido, como un juego de dormitorio, que era la cosa más linda que había visto, con su armario de puertas correderas y todo. Y si tenía que estar hasta altas horas de la noche cosiendo para que mis muñecas tuvieran ropa nueva para estrenar el día de Reyes, lo hacía con todo el amor del mundo.» Lola

«Soy superdrama mamá en la cabalgata, porque lloro de la emoción de ver a mis peques emocionados… Soy drama mamá cuando se disfrazan en el cole por carnavales y nos hacen el paseíllo todos vestidos de ficha de parchís… Ahí, lloro a caños.» Lula