CAPÍTULO 51

Nena, hay que limpiar, que viene

la chica

Pues sí, en mi casa se limpia antes de que venga la chica a limpiar. Yo he intentado explicarle a mi madre que eso es un sinsentido pero, para qué mentir, jamás en mi vida he conseguido convencer a mi madre de nada.

—Pero ¿qué va a pensar Maru si ve la casa sucia cuando venga? De eso nada. Sólo faltaba que fuera diciendo por ahí que tenemos la casa hecha un desastre. Nadie va a decir eso de nosotros, nunca, ¿me oyes? Nunca. Así que limpia el baño.

—Pero mamá, ¿tú para qué le pagas?

—Para que limpie, pero un poco por encima, que tampoco hace falta que llegue aquí y esto parezca una casa de sucios.

—Pero mamá, si yo soy capaz de chupar este suelo y tan tranquila.

—Tú porque eres muy liberal, eso es lo que pasa. Qué vas a chupar tú el suelo ni nada, te suelto un sopapo como te vea. Chupar el suelo, dice, pero ¿qué te crees, que somos hippies? (Lo siento, hippies del mundo, sois el peor colectivo para mi madre después de los drogatas.)

—Ay, mamá, era un decir…

—Un decir, un decir… Como te oiga cualquiera diciendo que chupas el suelo… El suelo no se chupa, nena, no se chupa, ni se dice que se chupa si se quiere ser una persona normal. ¿Qué habré hecho yo para tener una hija como tú? No lo entiendo. Y te coges esa escoba que está a punto de llegar Maru y quiero que la casa esté impoluta.

Consecuencias del consejo:

Maru es superfeliz. La nuestra debe de ser la casa más limpia que limpia. Además, mi madre no está acostumbrada a que alguien trabaje para ella, y para no ser una empresaria explotadora, según llega Maru le pone un café y unos bollos, porque mi madre sólo compra bollos el día que viene la chica. Se sienta con ella y se tiran desayunando un rato. Y luego, como no sabe pedirle que se ponga a trabajar, se levanta ella y le dice: «Maru, tú quédate aquí tranquila que yo tengo muchas cosas que limpiar.»

Y Maru se queda tan tranquila, leyendo el periódico mientras mi madre trabaja. A las tres horas, mi madre le paga el sueldo, con una propinilla: «Porque es muy buena persona. Menuda suerte hemos tenido con Maru. Que me puedo dejar dinero en cualquier lado y ella jamás toca nada, que se te mete en casa una aprovechada y a ver qué haces; en cambio, la Maru, la dejo tan tranquila.» Ajá.

Y luego Maru se queda a comer, porque «donde comen cuatro comen cinco, y esta gente lo ha pasado muy mal en su país, que se han cruzado un mundo para venir aquí. Además, nena, a los trabajadores hay que tratarlos bien, con sus pagas y sus dietas, porque eso es de gente de ley. Y yo no quiero que vayan diciendo por ahí que me aprovecho de nadie. Pobrecica Maru, con lo sola que está, y sin saber hacer cocido, que me lo dijo el otro día. Nena, ¿te puedes creer que en Bolivia no se come cocido? Ni vainas, tampoco comen vainas. Yo le he tratado de enseñar a Maru a cocinarlas, pero claro, con lo del salto cultural, dice que le salen malas. Normal. Si yo tuviera que cocinar…, bueno lo que sea que comen allí, pues me saldrían mal. Aunque vete a saber, porque a mí la cocina se me da muy bien, que con una patata, un hueso y un puerro te hago un guiso para seis. Así que igual aprendía yo a hacer sus platos. Pero ella, la pobre, no sabe. Así que le he hecho un par de túpers, para que se lleve a casa y congele. También para una compañera de piso que tiene que es marroquí, las pobres». Lo dicho, Maru es superfeliz y, en mi casa, cada vez que viene limpiamos y cocinamos como si viniera el rey. Ya es una más de la familia. No te digo más que le ponemos zapato la noche de Reyes.

Excepciones para utilizarlo:

Futuros hijos míos, que alguien limpie tu casa es un auténtico lujo que la mayoría de la gente no se puede permitir. Si alguna vez podéis contratar a alguien, disfrutad de ello sin tensión. Eso sí, tratadle al menos con la mitad de cariño que nosotros le tenemos a Maru. Y nada de chupar el suelo, que os estoy viendo… Y ésta no es la casa de mi madre, no os vayáis a pillar cualquier cosa.

Versiones:

«Dios Santo, ésa no es mi madre, ¡es mi suegra!» Sandra

«Los jueves por la tarde/noche y los viernes, antes de salir de casa, obligo a mis hijas a recoger sus habitaciones y el cuarto de baño (hay horquillas y gomas del pelo por todas partes) porque la “maru” viene a limpiar y no a mover sus trastos de un lado a otro.» Sita