Las cosas hay que hacerlas
en el momento
Mi madre está mala, con jaqueca. Ella es muy de jaquecas. Y es porque se preocupa por todo. Creo que ésa es la primera premisa para ser una drama mamá: que todo te angustie un poco. Y en este momento, mi madre tiene la mayor de las angustias encima: está reformando la casa. Que si se midieran las angustias como los terremotos, en mi madre una reforma es un 9 en la escala de Ritcher. El 10 es un constipado de alguna de sus hijas.
Está en plan «vamos a tirarlo todo» y eso, lo está tirando todo, y también me obliga a mí. Me pasé el sábado intentando salvar cosas bajo la premisa: «Esto dentro de unos años valdrá un pastón.» El típico tocadiscos que no funciona, la típica cinta original de Los Inhumanos, la típica falda de ante con agujeros… Estoy tranquila porque en diez años voy a estar forrada. ¿Os he comentado que tengo la típica cinta original de Olé Olé? Lo sé, os morís de envidia.
Pero mi madre, que está de vuelta de todo y no se ha hecho rica con sus reliquias, me lo dejó clarito:
—Nena, la mierda vale lo mismo ahora que en el futuro: una mierda. Así que ya me vas tirando eso.
—Pero mamá, ¿tú sabes lo que va a valer dentro de unos años este teléfono móvil que pesa seis kilos y medio?
—Sí, seis kilos y medio de mierda. Tíralo ya.
—Mamá, deja que me lo piense. Lo aparto ahí y luego decido.
—Las cosas hay que hacerlas en el momento.
—Pero qué más te da esperar una hora más después de veinte años.
—Mira, en mayo quise mandarle unas flores a tu tía de Málaga porque allí se celebra el santo, no como aquí, que sólo tenemos el cumpleaños. En el sur son más de festejar, y eso se agradece. Es por el calor. Con este frío sólo dan ganas de deprimirse. En cuanto podamos nos vamos para el sur, te lo digo, en cuanto nos jubilemos, a tener los pies calientes todo el año. ¿Te imaginas? Eso es la gran vida. Bueno, pues total, que se me pasó y no le mandé flores. Me dije: pues para el cumpleaños, que seguro que con 86 años le hace ilusión. Pero me dijo su hija que el día del cumpleaños no iban a estar en casa, que se la llevaban a comer pescadito. Ya ves tú, con 86 años y conservaba el apetito, eso es de personas con voluntad. Gracias a comer bien y a un vasito de vino que se tomaba en las comidas estaba tan bien, pobre mía, con lo que pasó en la guerra. Porque que sepas que en Andalucía no hay nacionalismos porque es lo que tiene el hambre, que no te deja espacio para pensar en banderas, sólo piensas en patatas. Así que tampoco pude mandarle el ramo. ¿Qué ha pasado por no hacer las cosas en el momento? Pues ya lo sabes: que hace dos semanas se las mandé, pero para su tumba. Así que aprende, nena, nunca sabes cuando todo esto se puede acabar. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.
Mi madre me aterra a veces de tal manera que cualquier cosa deja de tener importancia al lado de la crisis existencial en la que me sumerge: ¿para qué guardar un móvil para el futuro? El jodido futuro no existe.
Consecuencias del consejo:
Soy vaga. Esto lo traigo puesto en los genes, que está claro que no son de mi madre. Me he pasado 33 años batallando entre mi personalidad perezosa y esa angustiante sensación de que me voy a morir en cualquier momento. Así que mi cerebro procesa con completa normalidad pensamientos como: «Tengo que estudiar; mejor me voy a la calle a jugar, total, me voy a morir mañana.» Lo que a su vez ha supuesto numerosas collejas de mi madre: «Mira, tú me tomas la palabra para lo que te da la gana. Yo que tú me ponía a estudiar porque como no te mueras mañana y me suspendas el inglés, vas a estar más cerca del infierno de lo que te crees.»
Excepciones para utilizarlo:
En realidad tiene razón. Futuros hijos míos, las cosas hay que hacerlas en el momento. No pienso traumatizaros con una muerte inminente. Pero yo tampoco me pienso dejar engañar por el carpe diem.
—Nena, eso son tonterías para vagos. Lo que tú tienes que hacer es cumplir con tu obligación, que es ordenar tu cuarto hoy, para que mi obligación mañana no sea castigarte. ¿Lo has entendido? Pues, ale, menos literatura y más acción.
Versiones:
«En mi casa es al contrario, se guarda todo, pero es más cosa de mi padre que de mi madre. Lo que sí comparte con la tuya es el “no dejes para mañana…”, y aquí entra siempre el componente de la muerte. Madre: “Tienes el cajón de la ropa interior que da vergüenza verlo, y un montón de camisetas planchadas cogiendo arrugas a lo tonto por no guardarlas como Dios manda. Ponte y recoge, y deprisita que el polvo está por limpiar y me lo tienes que hacer, que aquí si no hago yo las cosas u os obligo a hacerlas se nos come la mierda y se nos vienen los armarios abajo del desorden.” Yo: “Mamá, es que tengo el brazo en cabestrillo.” Madre: “Pues imagínate si en vez de haberte roto el dedo te hubieras matado al resbalarte en la ducha, estando nosotros fuera como estábamos. La vecina habría entrado con su llave para llamarnos y cogerte ropa para el entierro, y qué se habría encontrado, todo hecho una mierda. ¡Para mañana, para mañana! ¿Y qué habría pensado la vecina? ‘Mira la guarra, todas las bragas ahí hechas una bola, las camisetas agarrando polvo, menuda educación que le dará la madre.’ ¿No te da vergüenza que te tengan que sacar así los colores, para mañana, para mañana?” Yo: “…”» Mortiziia
«Mi madre también lo tira todo, pero con alegría, oye. Va tirando y va diciendo: “Otra cosa quitá de en medio”, como una cantinela. Se emociona tanto, que ha llegado a tirar sus muelas postizas (dos veces), quince mil pesetas de las de antes, unas gafas de cerca con su funda y todo, un túper de arroz con leche recién hecho, media cubertería… También es de las de hacerlo todo al instante, diciendo su famosa frase: “Otra cosa quitá de en medio”, que le sirve para casi todo.» María José