CAPÍTULO 40

Le quitas lo negro al plátano

y está buenísimo

Mamá, si le quito lo negro al plátano suelen quedar dos opciones:

1. Me quedo sin plátano, porque el negro está por todos los lados.

2. Me como una especie de puré de plátano dulzón que me da un para atrás que no puedo soportar, y lo único que se puede morder de ese plátano son los asquerosos hilos.

Y se me hace bolo. Sí, con 33 años hay cosas que me hacen bolo. No entiendo cómo pasa y mi madre tampoco pero, ¡eh!, ahí está el bolo de plátano pasado para demostrarlo.

—Ese plátano no está pasado. Está maduro. Le quitas lo negro y está buenísimo.

—Pues a mí no me gusta tan blando.

—Pero si es como más rico está. Anda, come un poco.

—Mamá, pero si parece puré. Me da asco.

—Nena, nunca puedes decir de la comida que da asco. ¿Qué pasa? ¿Soy yo una asquerosa porque a mí me gusta maduro?

—Pues cómetelo tú.

—Te voy a estampar el plátano en la cara, a ver si está lo suficientemente blando o no.

Oye, mira, las palabras mágicas: plátano y estampar. No hay mejor sistema para tragar un bolo.

Cuándo utilizaba el consejo:

Lo negro del plátano es un ejemplo de la economía de madre. Sirve con los melocotones, peras, cerezas, manzanas:

—Mamiiiiiii, esta manzana tiene gusanos.

—Que no me llames mami, por Dios, que no me llames mami, que a mí las niñas cursis me dan jaqueca.

—Mamá, están golpeadas y parece que tienen gusanos, están llenas de agujeros…

—A ver, dame. —Cogía una, la partía por la mitad—. Lo que les pasa es que son de huerto, y son manzanas de verdad, no como las que salen en la tele, que son de plástico. Que os engañan con cualquier cosa. Serán bonitas y brillantes, pero no saben a manzana. Éstas están buenísimas aunque sean feúchas. Y cómetela ya.

—Pero mamá, que por aquí veo un hueco como de gusano.

—Pues le quitas esa esquina y listo. Y déjame tranquila que tengo mucho que hacer.

La esquina se le quitaba a todo: al queso mohoso, a la mayonesa amarillenta, al jamón de York un poco seco, a los tomates golpeados. Bajo la premisa por la que todos los niños de mi generación podremos sobrevivir ante terribles hambrunas: «Lo que no mata engorda.» Y oye, seguimos vivos.

Consecuencias del consejo:

Como con miedo, en tensión: ¿esto me engordará o me matará? Un poco rollo ruleta rusa: ¿esta empanadilla será la última? Y, sobre todo, no creo para nada en las fechas de «Consumir preferentemente antes de». ¡Vamos, hombre! Tú pones a mi madre a estampar esos sellos y terminamos con el hambre en el mundo.

Excepciones para utilizarlo:

Todas. Lo siento, futuros hijos míos. No os mentiré diciendo que está buenísimo. A mí los plátanos muy maduros no me gustan, pero no es suficiente motivo para tirarlos; como diría mi madre: «Por Dios, con la de niños que hay muriéndose de hambre en África.»

Versiones:

«Mi madre decía: “Lo negro es el caramelo, es lo que le da el dulzor al plátano, ea.” Y se quedaba tan pancha. Y también: “Porque el yogur lleve 5 días caducados no le pasa nada, eso lo ponen las marcas para vender más”, o “si se cae al suelo, lo lavas debajo del grifo y para dentro”. Jolín, que no estábamos en la posguerra.» Bea

«Mi abuela me decía: “¡Qué suerte! Te ha tocado un plátano de caramelo”.» Irene

«¡Ay!, qué sufrimiento con el plátano (y con otras frutas que se me hacían bola, también aplastadas, pasadas, agusanadas y picadas, como todas las del huerto de mi padre). La frase de mi madre era: “Eso es sólo por fuera, por fuera está negro, pero lo pelas y está buenísimo.” Mentira cochina, por supuesto.» Mortiziia

La opinión del experto:

«No siempre es creíble ni convincente. No sé si hay que decirlo. ¿Si lo dices es porque es real? En realidad, ya está caducado, pero está bueno. El niño debe tener capacidad crítica. Ser padre no significa tener la razón. Ni querer imponerla.» Ya lo sabéis, Javier Urra asegura que lo negro del plátano no está buenísimo; bueno, casi lo asegura, casi.