Esto me duele más a mí que a ti, nena
Pues mira, mamá, lo dudo. Pero mucho, mucho.
Al principio te creía: «Castigada sin cenar por no haber merendado. Y no llores, que esto me duele más a mí que a ti, nena.»
Vale. Puede que en ese caso le doliera más a ella, si tengo en cuenta que siempre me ha tratado de alimentar como si en mi interior vivieran cuatro niñas más, y una de ellas con la tenia. Cuando mi madre me dice: «Te he dejado la comida preparada», ya sé que podemos comer yo y el colegio entero de las Teresianas, y puede que sobre algo. Así que vale, dejarme sin cenar podía dolerle más a ella.
Puede que también fuera verdad cuando me llevaba a natación y aquel simpático profesor me tiraba al agua mientras le decía: «Tranquila, mujer, los buenos sobreviven.»
Teniendo en cuenta que todo, repito, todo en esta vida le parece una amenaza… Pongamos ejemplos para dejar las cosas claras: «Las moscas son unos seres horrorosos que transmiten infecciones mortales; en el mar te puede atacar un banco de medusas; en la arena de la playa hay jeringuillas escondidas para infectar a niñas como tú; en los vasos te echan droga; todos los hombres menos tu padre quieren aprovecharse de ti; por la noche hay delincuentes; por el día no puedes reconocer a los delincuentes porque disimulan; el cloro de la piscina te puede dejar ciega; si andas descalza cogerás hongos; las mariquitas son moscas disfrazadas.» Se entiende, ¿no? Bueno, por si acaso: «Te puedes pillar cualquier cosa si vas de camping; si te muerdes las uñas se te clavarán en la barriga; si te haces un pendiente se pudrirá y se te va a caer la nariz; las mariposas también son moscas disfrazadas.» Ahora sí.
Bueno, también puede que le doliera más a ella verme tragar agua e intentar sobrevivir en aquella piscina del infierno, porque si tenía que confiar en que sólo los buenos sobrevivían… no lo vería muy claro.
Pero el resto de las veces: castigada sin salir, sin postre, sin tele, sin jugar, sin bajar a la plaza, castigada a comer doble ración de vainas, castigada a fregar toda la casa, a limpiar las ventanas, a sacar la basura, a ordenar los armarios… «Esto me duele más a mí que a ti, nena.» ¡Ja! Vamos, mamá, un poco de seriedad: no te dolía nada de nada, ni siquiera un poquito.
Excepciones para utilizar el consejo:
No pienso hacerles creer que yo sufro más por los castigos que ellos. Tampoco es que vaya a disfrutar, aunque tengo serias dudas. Estoy segura de que mi madre se lo pasaba pipa viéndome comer doble ración de alubias verdes: «Ale, ya la he alimentado por hoy y por mañana. Anda que no soy buena madre ni nada. ¡Una medalla me tenían que dar!»
Pues eso, queda prohibida la frase. Suficiente hay con el castigo como para encima regocijarse.
Versiones:
«Mi madre limitaba esta costumbre a los castigos físicos. Nos culpaba de hacerse daño en la mano. Fue entonces cuando decidió recurrir a los zuecos, que eran de madera y, además, arrojadizos…» Víctor Zurdo
«Mi madre tenía otra variante: “Prefiero que llores tú ahora, que llorar yo después.” “¡Egoísta!”, pensaba yo, pero como para decírselo.» Anónimo
La versión del experto:
«Las madres no son capaces de hacer nada que no crean que es por tu bien; la intención está fuera de toda duda, lo que no significa que siempre tengan razón. Conforme crecemos nos vamos haciendo más independientes de sus opiniones, porque cobran más fuerza las nuestras. Pero ellas siguen insistiendo cada vez que creen que te equivocas. Yo intentaría hacerlo menos veces de las que me lo dijeron a mí, pero seguro que alguna vez me sale». Rocío Ramos-Paul
Si la supernanny dice que se le escapará… futuros drama mamás y papás, vamos listos…