Nena, si es gratis, tú lo coges, luego ya veremos qué hacemos con eso
Este consejo es toda una filosofía de vida. Existen personas a las que, si algo es gratis, directamente no les gusta. Existen personas a las que, si algo es gratis, les parece mejor, y luego está mi madre, a la que no disfrutar de algo que es gratis le parece pecado mortal.
A mi madre las promociones la vuelven loca. Esta frase es poco concisa, demasiado tópica. Cuando digo que la vuelven loca, es real. Se transforma. Sus manos se vuelven más prensiles que nunca. Parece que los monos sólo hubieran evolucionado para que el pulgar y el índice de mi madre se pinzaran para coger ese balón de playa de Nivea. Porque cuando algo es gratis, ella lo coge con tanta intensidad que parece que va a reventarlo. Bueno, los monos evolucionaron para eso y para cuando la nena decía algo fuera de lugar delante de extraños y ella me metía «un pellizco de la muerte» (sí, mi hermana y yo les pusimos nombre). ¿Qué tendrán esas manos de madre para meter semejantes pellizcos? Retorciditos, pequeños, precisos… Olvídate de los métodos de la Inquisición. Tú pones a mi madre al lado de un ateo a meterle pellizquitos, y vaya si cree en Dios. Y si lanzas a mi madre con tres amigas más, te evangelizan el Nuevo Mundo en un par de semanas.
Cuándo utilizaba el consejo:
En el súper, en la playa, en el centro comercial…
Alguna vez incluso en un contenedor de basura:
—Mamá, que eso lo ha tirado la gente porque no sirve.
—No les sirve a ellos, pero igual a nosotros sí.
—Pero, mamá, ¿nosotros para qué queremos un cortacésped? Si no tenemos jardín.
—Mira, si es gratis, tú lo coges, luego ya veremos qué hacemos con eso.
—Pues tirarlo a otra basura —decía yo entre dientes.
—Te he oído, nena, a mí no me repliques que te pongo a pasar el cortacésped en mi jardín imaginario todo el día y te enteras para qué sirve. ¿Eh? Has oído, ¿no? Pues ahora lo coges y lo empujas hasta casa.
Consecuencias del consejo:
Yo ya he cogido todas las cosas gratis que una persona se merece a lo largo de su vida. Es decir, ya me he humillado lo suficiente:
—He ido a por pelotas de Nivea con la frase preparada: «Deme dos, que mi hermanito está cojo y no puede venir por la suya.»
—A por degustaciones de queso en el súper: «Niña, ¿tu madre te da de comer? Es el quinto trozo que te doy.»
—A por batidos a la salida del cole: «Niña, ¿no te he dado antes una caja?» «¡Uy!, sería a mi gemela.»
—A por yogures en el centro comercial: «Deme dos, que soy hija de padres separados.» Eso enternecía a todo el mundo. «Pobrecita, dale otro, que tiene que sufrir mucho.»
Todo excepto los álbumes que regalaban a la puerta del cole; ésos no, que llevaban droga y eran lo único gratis que he querido yo en mi vida.
Excepciones para utilizarlo:
Si regalan oro, dinero, diamantes, Ferraris y casas de lujo, futuros hijos míos, más os vale llegar los primeros. O puede que acabéis conociendo el temido pellizco de la muerte.
Versiones:
«Ese consejo me lo dieron mis suegros hace menos de un mes al cambiar de operadora de telefonía móvil. Yo tengo una Blackberry y me daban otro terminal (peor pero gratis) y dije que no. “Pero, chica, si es gratis cógelo”, me dijo ella. “No, suegra, no es gratis, te lo cobran a precio de 18 meses de permanencia o una penalización de 150 euros si te marchas.” Al final no lo cogí, claro. Sin embargo, he de reconocer que el “gen madre” empieza a poseerme y a veces miro con zalamería los contenedores de basura.» Ana R
«En mi caso, este consejo es más de una tía abuela que tengo especializada en conseguir descuentos hasta en las tiendas de multinacionales, en pedir muestras en las droguerías y en la caza del canapé. A mi madre lo que le pone es tirar todo lo que se encuentra en los armarios y preguntar si te hacía falta o si le tenías cariño cuando ya está en el vertedero.» Celita