CAPÍTULO 22

Si eres mayor para trasnochar,

también para madrugar

Creo que ésta es una de esas frases que han forjado a una generación. La mía. Y no puedo evitar que me entre una horrible nostalgia al repetirla. Mi madre abriendo la puerta de mi cuarto como si fuera a empotrarla en la pared, y esa voz aterradora y concreta:

—Ale, que ya es hora de levantarse. Si eres mayor para trasnochar, también para madrugar. Que tenemos muchas cosas que hacer. Hay que limpiar los cristales, pasar el aspirador, poner una colada, bajar a hacer la compra…

No me lo creo, mamá. Nunca hay que hacer tantas cosas un sábado por la mañana. ¡Si cada vez que yo salía, había que hacer la limpieza anual de la casa! Yo creo que acumulaba esas tareas para las terribles mañanas de resaca. Cada vez que paseaba por la casa y veía los radiadores sucios, ella pensaba: «Esto me lo apunto para el día que salga la nena, ¡uy!, que hace tiempo que no ordenamos los armarios, y los filtros del aire acondicionado los tengo llenitos de polvo; bien, bien, otra cosita más.» Es que la estoy viendo.

Consecuencias del consejo:

Tenía truco. Si no te pillaba en la cama no te encargaba tareas y sobre todo no gritaba, que los gritos para la resaca van muy mal. Así que mi hermana y yo dormíamos con disimulo y en cualquier sitio. Según oíamos que se levantaba, cada una se buscaba la vida. Yo, que soy de tendencia vaga, intentaba esconderme detrás de la puerta. Así, cuando ella entraba, veía la cama hecha y se iba. Luego me volvía a meter en la cama. Mi hermana iba al baño, abría la ducha y se dormía encima de la taza. Media horita de sueño. Siguiente asalto. Yo a la ducha, mi hermana dentro del armario. Otra media horita. A desayunar, mi hermana dormida sobre la mesa, yo en el armario. Media hora más. Luego a estudiar. Las dos sobadas sobre los libros. Eso sí, con el oído atento. Porque como te pillara, olvídate: las tareas de desinfección de un hospital son una tontería al lado de lo que iba a encargarte. Porque las madres no limpian normal, al menos la mía no:

—Nena, te coges el paño azul, el suave. Lo pasas por los fuegos. Luego con una servilleta de papel, pero de las que no tienen pelusilla. Sin pelusilla, ¿eh?, que si no quedan feos. Ahora ya puedes empezar a limpiarlos. Coges el limpiador rojo, echas un poco. Poco, nena, que si no cuesta sacarlo. Lo retiras con el paño amarillo humedecido en agua. Que no esté empapado que se quedan feos; he dicho humedecido. Para terminar, el paño rosa y un poco del espray amarillo.

Y yo pensando: «¿De qué hablas, mamá? ¿De limpiar los fuegos o de conseguir erradicar las bacterias del mundo? ¿Qué más dará que los fuegos queden feos? Son fuegos. ¿Con qué paño había que empezar? Mierda, ¿cuál era el paño?» Porque, de una manera increíble, ella, con sólo mirarlo, sabía si habías cambiado el proceso. Las madres pueden adivinar cosas imposibles con sólo mirarte a los ojos.

Excepciones para utilizarlo:

Uf. Algo de razón tenía, pero intentaré no martirizar a mis futuros hijos. Yo nunca madrugo, pero desde las ocho de la mañana estoy en la cama sufriendo y, aunque esté sola, si alguien me llama por teléfono disimulo:

—¿Estabas dormida? ¿Te he despertado?

—¡Qué va! Llevo limpiando los fuegos desde las ocho.

Versiones:

«La frase de mi madre: “El que quiere ser tunante, tiene que ser velante.”» Anónimo

«Hay una versión más light, más sutil, pero igualmente malintencionada. Consiste en hacer tanto ruido en la habitación de al lado que no te quede otra que levantarte, o pasar la bendita aspiradora en el pasillo y chocar “ligeramente” contra la puerta de tu cuarto. Así que, al final, te levantas y le dices: “Mira, mamá, si quieres que me levante, me lo dices.” Y ella te contesta, no sin recochineo: “¿Yo? Pero si sólo estoy ordenando y pasando la aspiradora, que ya podríais hacerlo vosotras, ¿eh?” Y entonces añade como sentencia final: “El que vale para salir, vale para levantarse a la mañana siguiente” o “Hija, qué mal humor. Noches alegres, mañanas tristes.”» Laura

«La frase de mi madre era (y es): “Por la noche leones y por la mañana ¡cagones!” Todavía la usa cuando veraneamos juntos en el pueblo. Aunque reconozco que ahora me sienta todavía peor que me despierte mi hija.» Itxi

La opinión del experto:

«Este consejo me parece esencial. Yo lo que creo es que primero vamos a madrugar, vamos a ir a la piscina o a hacer cosas, y a partir de ahí, trasnocha lo que quieras, haz con tu cuerpo lo que quieras.

Pero primero es el deber, la obligación, a lo que nos comprometemos, y si el sábado hemos dicho que vamos a coger la bicicleta y nos vamos a ir por ahí, pues lo hacemos. Que sales la noche anterior, a mí me parece bien, pero ya sabes a qué hora nos levantamos, y además con buen tono; más allá, haz lo que quieras.» Javier Urra, que está claro que hace madrugar a sus hijos.