CAPÍTULO 12

Si te tragas un chicle, se te van a pegar las tripas

¡¡¡¡¡¡AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!! De verdad, eso me daba terror. Cuando mi madre me lo decía, mis mandíbulas se tensaban. «Por Dios, que no se te escurra, por Dios, no te lo tragues. ¿Qué vas a hacer tú con las tripas pegadas? ¿Qué futuro te espera?»

Pero era inevitable: me despistaba, me reía y me lo tragaba. Y entonces me pasaba la noche entera sin dormir, pensando: «Ya se están pegando, no voy a poder comer nada nunca más en mi vida.» Notaba cómo se retorcían mis tripas, cómo el chicle las iba soldando. Y oía la voz de mi madre diciéndole al médico de urgencias: «Mira que se lo dije. ¿Te lo dije o no te lo dije, nena? Se lo dije. Y nada, ella a sus cosas, como siempre. ¡Ah! Pero nadie me podrá decir que no se lo advertí. Ahora apechuga con las tripas pegadas; la vida tiene consecuencias, nena, eso también te lo digo.»

Cuándo formulaba este consejo:

Siempre, siempre, siempre que comía chicle. Hubo una vez que casi no me lo dijo, pero al final, se acordó.

Consecuencias del consejo:

Dudas existenciales en la infancia: ¿por qué dejan al alcance de los niños un objeto tan dañino? ¿Qué quieren que aprendamos? ¿Cuántos niños han conseguido seguir una vida normal con las tripas pegadas? ¿Quién fabrica los chicles? ¿El demonio? ¿Pilatos? ¿Por qué no pegan los ladrillos de los edificios con el superpegatodo y temido chicle?

Otra consecuencia: tensión mandibular cada vez que como chicle. También tuve que retirarme de los chupa-chups Kojak porque no sé qué tenía ese chicle de dentro que me lo tragaba siempre.

Excepciones para utilizarlo:

Yo qué sé, pongamos que tengo un hijo que se los traga de manera compulsiva. Tantos que, al mear, el baño huele a clorofila. Si después de pasar por un campamento para niños compulsivos, un psicólogo, un psiquiatra y la catequesis sigue insistiendo en tragárselos, bueno, entonces puede que le diga eso de que se te pegan las tripas.

Versiones:

«Yo también he recibido este consejo. Pero lo gracioso es que recibía una variante por parte de una tía mía, aún más paranoica que mi madre (atención, no apto para sensibles y flojos): “No te comas tantas pipas, que te agujerean el estómago.”» Rous

«El chicle pega las tripas, el vinagre te cierra el esófago, si te tragas el hueso de la aceituna te crece un olivo en el estómago, o un naranjo, o un limonero, según lo que tocase. Así me aprendí yo los frutales. Es con mucho el consejo de madre que más miedo me ha dado jamás.» Alejandra

«Mi madre me decía lo mismo, y no, las tripas no se pegan, pero el consejo de mi madre sufrió una pequeña variación. El apéndice, esa cosa que nadie sabe para qué sirve, tiene un uso. A mi prima la operaron de apendicitis y ¡le sacaron un chicle! Así que el consejo de mi madre era: “No te tragues el chicle, que se te queda en el apéndice.”» Anónimo

«Yo no recibí este consejo en particular, pero sí tenía mucho miedo con las pipas de sandía y los huesos de aceituna. Lo que más terror me daba: vomitar las tripas. De pequeña, en el coche, me mareaba mucho, y mi hermana me dijo: “Como sigas vomitando, acabarás echando las tripas.” Entonces, desesperada, le dije a mi madre: “Mami, mami, dame un sándwich, corre, que la próxima vez que vomite no sean las tripas.” A continuación, risa y cachondeo de toda la familia.» Anónimo

La opinión del experto:

«El miedo te paraliza. Claro que cuando te tragas el chicle, o sigues creciendo aunque no pruebes las lentejas, descubres que las cosas no son como te las cuentan. No tienen las temidas consecuencias anunciadas por tu madre. Además, cuando se abusa de la amenaza, ésta deja de tener efecto, esto es: “Que sí, mamá, que sí, que ya sé que se me va a pegar el chicle a las tripas…”» Vamos, que, por una vez, la supernanny Rocío Ramos-Paul está de mi parte. Queda claro.