Como tenga que ir yo…
¡Ay!, este consejo de mi madre me produce nostalgia. Básicamente era un consejo muy, muy práctico, porque si ella venía… Os podéis imaginar.
Cuándo lo utilizaba:
Constantemente:
—Si oía que mi hermana y yo nos peleábamos.
—Si oía bullicio.
—Si no nos oía.
—Si nos había mandado a por algo y no volvíamos.
—Y, sobre todo, si nos llamaba a comer. Después de diez gritos, lo siguiente era eso de: «Como tenga que ir yo…» Mira, era oírlo y como si un resorte nos pusiera de pie, en guardia, todos los sentidos alerta, y nos impulsara a obedecer. Vamos, lo que viene siendo puro miedo.
Consecuencias del consejo:
Nada graves. Cierta nostalgia de que ya no venga con tanta frecuencia. Aunque a veces viene incluso con 33 años.
Excepciones para utilizarlo:
Cuando me dé la gana. Me gusta este consejo. Es más, estoy deseando tener hijos para decirlo, porque como yo vaya…
Variante del consejo:
No era una frase, era la zapatilla con efecto. Estabas tan tranquila, peleando con tu hermana, un par de tortas, un pellizco, un poquito de pressing catch, lo típico… Y sin saber cómo, ni de dónde, aparecía la zapatilla voladora, con esa suela de goma que picaba cosa mala. Afortunados aquellos cuya madre era alta y no utilizaba cuña en las zapatillas de andar por casa, porque era terrible. Incluso si conseguías escapar por el pasillo y te creías a salvo (infeliz), la zapatilla giraba contigo. Sólo las madres saben lanzar zapatillas con efecto.
Versiones:
«La variante de mi madre era en catalán: “Si vaig jo allà!”, es decir: “Si voy yo ahí…” La opción de la zapatilla a veces se relevaba con el sonido de la correa de mi padre mientras se la quitaba, y ¡mano de santo! A la primera hacíamos lo que querían.» Anónimo
«Mi madre usaba zuecos, de los de madera. Eso sí que pica.» Víctor Zurdo